Personas que presentan violentos movimientos mientras duermen pueden, en los siguientes 10 o 15 años, ser diagnosticados como portadores de enfermedades neurodegenerativas. Lesión en un pequeño núcleo del cerebro que regula parálisis durante una etapa del sueño permite que la intensa actividad imaginaria nocturna se convierta en una acción motora.
Existen dos formas de dormir: el sueño No-REM y el sueño REM (de movimientos oculares rápidos, por sus siglas en inglés), diferenciados por la velocidad de movimientos de los ojos en una noche normal de descanso. El sueño REM ocupa un 25% del total de las horas de reposo nocturno en un ser humano, y se repite, cada noventa minutos, en bloques de 20 o 25 minutos, hasta por cinco veces en este período. Mientras duermen, las personas pasan de un estado del sueño de reposo, reparador, a un segundo marcado por una gran actividad mental.
“Es durante el sueño REM que en la mente de las personas dormidas se experimentan los más intensos e inverosímiles relatos, cargados de emociones y colorido, que, normalmente recordamos fugaz y vagamente al despertar… y que denominamos sueños”, explica Adrián Ocampo, profesor asociado del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM) de la Universidad de Chile.
La intensa actividad onírica del sueño REM –correr, volar, pelear, patear un balón, por ejemplo– no se convierte en una acción motora gracias a que el cerebro produce una parálisis de las extremidades, que desaparece al despertar. Esta parálisis fisiológica que experimentamos todas las noches –transitoria e irreversible– es producida por un pequeño núcleo del cerebro, y evita manifestar conductualmente lo que soñamos. Una vez que el REM termina, el bloqueo desaparece; tanto si el individuo despierta como si vuelve a sueño reposo.
“Muy raramente puede ocurrir una lesión pequeña que afecta a los núcleos que generan la parálisis del sueño. Es ahí cuando la actividad onírica puede liberarse de la parálisis y que las personas actúen el sueño, provocando además lesiones importantes al dormir. Es lo que se denomina como Trastorno Conductual del Sueño REM (TCR)”, puntualiza el académico de la Facultad de Medicina de la U. De Chile.
El diagnóstico de esta condición se realiza mediante un examen llamado video-polisomnografía, en el que el paciente es registrado durante toda la noche, documentando su conducta y las señales biológicas del cerebro y los músculos.
La fase REM es la quinta etapa del sueño, se caracteriza por el movimiento acelerado de los ojos y parte aproximadamente una hora y media después del inicio del descanso. En este ciclo, la presión arterial y el ritmo del corazón se aceleran, la presión arterial aumenta y es imposible controlar la temperatura del organismo. La actividad cerebral puede ser incluso mayor a cuando estamos despiertos.
La lesión que caracteriza al trastorno por el REM –descrita por primera vez hace 30 años en gatos y ratones– antecede en una década el desarrollo de la enfermedad de Párkinson, aún sin cura. El Dr. Ocampo señala que la relación entre ambas enfermedades, según evidencia científica acumulada desde los años 90, radica en que la progresión del daño neuronal que sobre los 40 años produce el REM desembocaría en diez o quince años posteriores en el Párkinson.
“Las enfermedades neurodegenerativas (entre ellas la Enfermedad de Parkinson) producen una gradual destrucción de neuronas del cerebro. En etapas iniciales de la Enfermedad de Parkinson, las lesiones puede eliminar el mecanismo que produce la parálisis del sueño REM provocando el Trastorno Conductual del Sueño REM. Estos pacientes, y sobre todo los convivientes, relatan que desde algún tiempo y ya entrados en la edad adulta, los sujetos actuan el sueño durante las noches. Esta es una condición muy llamativa y que no debe confundirse con el sonambulismo que es típico de la infancia o la adolescencia”, explica el científico chileno.
La Enfermedad de Parkinson puede afecta a el 1% de los adultos mayores a 60 años. El diagnóstico se realiza cuando se manifiestan los típicos trastornos conocidos como parkinsonismo (rigidez de extremidades, temblor, lentitud al movimiento); sin embargo, mucho antes de la aparición de estos signos (al menos diez o quince años), los pacientes manifiestan signos que pueden alertar sobre la ocurrencia de la enfermedad.
La vinculación radica en que los daños neuronales del Párkinson, así como de otras sinucleinopatías, pueden afectar tempranamente los circuitos de parálisis del sueño. “Las lesiones de a enfermedad de Parkinson van afectando de manera progresiva. Existe evidencia que primero afectan nervios periféricos y luego avanzan hacia la médula espinal y el tronco encefálico. Más tardíamente afectan a la subtancia nigra responsable del los fenómenos del parkinsonismo. El tiempo que demora entre que afecte al núcleo de la parálisis del sueño REM y substancia nigra es más o menos diez años”, complementa el académico del ICBM.
El equipo del Laboratorio de Sueño y Cronobiología del ICBM ha desarrollado, en el contexto de una tesis doctoral, un método de análisis que busca detectar con mayor precisión el trastorno del sueño REM y, por consiguiente, anticipar en una década los daños de condiciones neurodegenerativas. Habitualmente, la TCR se detecta en un examen visual en que el médico observa la actividad del paciente al dormir, pero si éste no tuvo manifestaciones conductuales evidentes, el diagnóstico se hace poco probable.
De esta forma, el propósito del proyecto es obtener un sistema altamente sensible y especifico en la señal de los músculos registrados en la polisomnografía clínica, detalla el científico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
“La investigación de los eventos motores en la actualidad es fundamentalmente la imagen visual y el registro muscular. Cuando hay un trastorno completamente desarrollado la imagen de la persona moviéndose es suficientemente elocuente como para contribuir al diagnóstico, el problema es que son los menos. La mayoría de los casos solo manifiesta un cambios mínimos en el tono muscular, y no las conductas violentas, que son ocasionales. Coincidir con que la persona actúe el sueño al momento del registro es una lotería”.
Para resolver esta brecha, los estudios liderados por el Dr. Ocampo, en colaboración con académicos de la Universidad de Innsbruck, en Austria, apuntan a pesquisar aspectos del registro muscular (electromiograma), que no son fácilmente discernibles incluso al ojo del experto. Este nuevo análisis puede establecer qué tipo de actividad se observa durante el estudio.
El Dr. Ocampo detalla que los pacientes con el trastorno desarrollan un patrón muy característico que permite discriminarlos de pacientes normales mediante un análisis cuantitativo, no sesgado y basado en las propiedades de la señal muscular. “Nuestro método permite establecer con una alta confiabilidad que un paciente presenta actividad anormal, y que podría corresponder al trastorno conductual del sueño REM”.
El académico advierte que uno de los problemas de los métodos actuales en la pesquisa de trastornos de sueño es el alto costo en horas de evaluación que involucra el análisis polisomnográfico, un verdadero «cuello de botella”. “Estamos trabajando en un método simple y robusto basado en las propiedades de la señal muscular, que sea muy confiable y pueda ser empleado como un apoyo al especialista neurofisiólogo clínico. Una proyección de relevancia epidemiológica es que nuestro método puede ser fácilmente implementado en un ambiente de telemedicina”, remarca.
La vinculación entre el TCR y las enfermedades neurodegenerativas (además del Párkinson también se relaciona con la distrofia multisistémica y la demencia de los cuerpos de Lewi) en el contexto del envejecimiento poblacional, hacen que esta condición del sueño esté cobrando cada vez más valor epidemiológico. Entre estas patologías, el Párkinson es la que posee un mayor impacto: se trata de la segunda causa de demencia por neurodegeneración en humanos.
La enfermedad por el trastorno conductual del sueño REM tendía a confundirse hasta los años 90 con el sonambulismo, pero luego, en los años 90, se estableció que su aparición en personas mayores de 40 años marcaba el inicio del progresivo daño neuronal relacionado con patologías neurodegenerativas. El académico de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile precisó que no se trata de una causa o desencadenante de posteriores patologías neurodegenerativas, sino una evidencia temprana de la alteración de proteínas vinculadas con la muerte de tejido neuronal.
“Aún no se conoce cómo detener este proceso, pero estudiando el sueño, podemos determinar con mucha anticipación el riesgo de la aparición de estas enfermedades”, afirma el científico chileno.
En Chile, no existen cifras respecto a la prevalencia del trastorno del sueño REM. La encuesta nacional de salud incluye algunas preguntas generales sobre el sueño, pero no específicas sobre esta condición. El Dr. Ocampo concluye que una facción importante de adultos mayores que desarrolla neurodegeneración podría anticipar su condición con una pesquisa oportuna del trastorno conductual del sueño REM. Debido a que el Párkinson es aún una enfermedad sin cura, dicha información podría ser útil en términos de recomendaciones para un mejor manejo de conductas de riesgo.
“El desafío es encontrar biomarcadores que se anticipen al Párkinson, para proyectar riesgos de la enfermedad futura y eventualmente mediante nuevas estrategias terapéuticas los pacientes puedan mejorar su pronóstico. Pero este desafío supone aún un mundo de preguntas para la ciencia”, asegura el profesor asociado de ICBM.