Ha publicado en el anuario poético «Márgenes» (Ajiaco Ediciones, 2011), «Rieles Sumergidos» (2012) y «La muerte de la televisión no será televisada» (Filacteria, 2018), además de ser parte de innumerables antologías en Chile y el extranjero. Actualmente es el director de la editorial Los Perros Románticos y encargado del Biblioparque Pablo Neruda-Parque de la infancia.
“Tenemos la manía de predecirlo todo / Unas cartas / manchas / conchas / ¿anuncia un tronco, el renacer humano? / nuestras predicciones arden / nuestras cárceles también / el fuego hipnotiza”
Extracto de «La muerte de la televisión no será televisada»
Emersson Pérez (Santiago, 1982), es un tipo multifacético, simpático, bonachón. Ha publicado en el anuario poético «Márgenes» (Ajiaco Ediciones, 2011), «Rieles Sumergidos» (2012) y «La muerte de la televisión no será televisada» (Filacteria, 2018), además de ser parte de innumerables antologías en Chile y el extranjero.
Actualmente es el director de la editorial Los Perros Románticos y encargado del Biblioparque Pablo Neruda-Parque de la infancia.
Conversamos entre otras cosas de su último libro, cuya segunda edición fue lanzada hace poco por Filacteria, en un formato “poético, visual y sonoro”.
– El futuro, una distopía, ¿es tan malo como parece?
– El futuro no lo conozco, pero conozco el pasado y el presente no es el que imaginamos hace 20 años atrás. El futuro del ayer, es decir hoy, es terrorífico y alegre al mismo tiempo. Vivimos en una mezcla de «1984» y «El mundo feliz», es cosa de ver las tasas de suicidios en Chile. Pero cada día podemos ver lo bien que nos encontramos, lo rico que comemos, lo bien que nos vemos, en nuestras redes sociales.
– ¿Cuáles son tus influencias literarias, claro está, aparte de Philip K. Dick?
– En cuanto a influencias soy extremadamente ecléctico y poco canónico, una de mis primeras influencias en poesía fue «La pandilla de Malmö: poesía joven de Suecia» (1990), que me regaló mi tío escritor y que recién venía llegando de su exilio en Suecia. Me refiero a Omar Pérez Santiago.
Luego descubrí la influencia de los escritores fantásticos como Edgar Allan Poe, Howard Philip Lovecraft y Ray Bradbury, y una gran cantidad de comics norteamericanos, europeos y chilenos. En poesía chilena siempre intenté parecerme a Jorge Teillier, poeta que leo y releo continuamente; Vicente Huidobro y, en general, la poesía posterior a los años 70; Elvira Hernandéz, Gonzalo Millán, Juan Luis Martínez, Rodrigo Lira, Carlos Cociña y más contemporáneos, que influyeron en la producción de LMTV. Hay otros más cercanos a mi escritura, que lo hacen mucho mejor que yo, pero que no nombraré en esta respuesta.
– Lluvia de palabras: bebidas energéticas, comerciales continuos, empresas, más empresas, televisores, muchos televisores, noticias, el metro, deudas, smog, luces eléctricas, robots, realities, algoritmos, redes sociales, likes… ¿Cómo surge «La muerte de la televisión no será televisada», a propósito de esta segunda edición?
– LMTV surge de la necesidad de dar cuenta de un espíritu generacional, de los nacidos en los 80. En Estados Unidos y otros países existe la literatura Alt Lit, que habla de las primeras redes sociales y plataformas virtuales y el vacío interior de esa generación. En Chile, los chicos de “clase media” (termino que odio) teníamos la tele prendida todo el tiempo, vivíamos además influenciados por los noticiarios.
En esos tiempos lo que decía la televisión era la realidad. En dictadura nos decían qué debíamos hacer y volviendo a democracia, la tele seguía dictando tendencia. Un solo ejemplo: ver al cura Hasbún en el canal del angelito. Entonces me dije: “si los gringos tienen su Alt Lit, qué es lo que nos define, qué aparato tecnológico marca nuestra vida a fuego, porque los computadores y el internet nos llegó ya pasada la adolescencia”. Y esto que nos define, para bien o mal, es la televisión abierta. Luego expando el concepto a pantalla, a reflejos. En fin, el problema no es el arma como se dice -no es la tele en sí-, es para qué usamos el arma y, en ese sentido, la pantalla la llevamos dentro.
– Se habla de libertad, el mercado habla de libertad, lo vociferan agoreros, políticos y empresarios. La supuesta libertad del zapping. Sin embargo, pareciera que este concepto sigue siendo problemático a la luz de un orden, de un sistema social y económico como el de nuestro país. ¿Qué rol juega la literatura, y en particular, la poesía cuando todo lo filtra el axioma económico neoliberal?
– La verdad, mucha gente me consulta o me dice directamente que LMTV es un libro social, es un libro pensante y un montón de cosas que me alegran el día. Yo creo que la poesía no salva al mundo, puede salvar a ciertas personas, tampoco vamos a cambiar el sistema económico a punta de poemas, esto es sistemático y se construye con muchos procesos sociales.
El rol de la literatura para mí es dar cuenta lo más fehacientemente de una sensación o clima social, de profundizar esos conflictos, de llevarlos a un espacio simbólico comprensible. Que la poesía y la literatura sirva como reflejo de esos conflictos, de esas dificultades y complejidades. Pero de que las solucione, soy escéptico. Pero digamos que la educación cambia y construye mejores personas. Si esas personas además escriben poesía, genial. Si esos poetas son éticos y revolucionarios, mejor aún, pero eso lo cambian las personas, personas disconformes con ganas de quemar la mala hierba y sembrar nuevas flores.
– A propósito de esto, hay un verso que dice “desaparece la poesía chilena entre tanto poeta”. ¿Crees que el mercado editorial, bajo una lógica mercantil, reproduce voces a destajo, sin mayor filtro, talento o proyección? ¿No será que detrás de la masificación o de una supuesta democratización se está destruyendo la poesía?
– Me encantaría ver una lógica mercantil basada en la publicación de mucha poesía. Creo que en el estado de la industria editorial estamos todavía en un proceso de visibilización, en un proceso de creación de nuevas editoriales y construcción de nuevos autores. ¿De que hay poco filtro?… en algún momento quedará lo realmente memorable, quizás no y aparezca un mercado como el español donde se está ganando millones de euros gracias a la poesía, pero estamos lejos de eso. Por ahora queda leer y releer, y apostar y cuando se apuesta no siempre se gana.
– En este último libro, «La muerte de la televisión…» abordas la mediatización desde un punto de vista crítico, ominoso, como pináculo de bestialidades que se ciernen en el horizonte. Pienso en esta idea de lo contemporáneo como la pérdida de los puntos de referencia, las seguridades, la posmodernidad. Siguiendo un verso de tu libro “aprendí a desconfiar de todas las empresas, corporaciones culturales con fines de lucro, asociaciones civiles y fideicomisos, cooperativas y colectivos…”, ¿crees que es posible revertir todo esto, que cabe alguna esperanza?
– Claro, los que se supone nos deben ayudar, las empresas a las que confiamos a nuestros hijos, a los niños abandonados (como el Sename) no están cumpliendo su función. En este caso, en particular, no tenemos que ver ninguna película de terror, no tenemos para qué caer en teorías conspiratorias. La realidad es mucho más dura de lo que imaginamos, los puntos de referencia en todas las épocas de la humanidad se han perdido. La batalla siempre ha parecido perdida. Basta ver el avance del fascismo mundial, que te ofrece valores básicos, seguridad, control, alimento, un sentido de unidad patriótica, en eso su mensaje es mucho más sencillo y claro.
Cuando las instituciones fallan comienza el verdadero desastre, pero recordemos que somos nosotros mismos los que formamos parte de ellas y en nosotros esta la oportunidad de cambiarlas. La televisión, los diarios, las redes sociales, los comerciales apuntan al individuo como consumidor, tenemos que darnos cuenta. Al menos ese es un comienzo, saber en qué lugar estamos situados para dar los siguientes pasos.
– Hay observancia: todos miran, todos vigilan, pero pocos gobiernan. Hay sospecha, como un estado de permanente excepción. El panóptico. ¿Cómo surgen poemas como La Macrocarretera?
– La Macrocarretera fue concebido como un viaje, de manera literal fue gestado en un viaje de metro, desde la periférica comuna de Puente Alto hasta Escuela Militar para luego tomar una micro, escrita por un obrero que se transporta desde las 6 de la mañana para llegar a su lugar de trabajo en “El barrio alto” a las 8 de la mañana.
Son cosas que suceden en un vagón de metro, pero cosas que suceden desde la observación y luego de la reflexión que siempre es interna, las clases sociales, el lugar de un sujeto en particular en este sistema, en el movimiento de masas humanas que llegan a edificios dormitorios, sujetos que viven sus vidas en el transporte y el lugar de trabajo más que en sus casas. Claro, son carreteras interiores y exteriores, carreteras cósmicas, sistemas solares; y nuevamente hacia el interior, carreteras y movimientos en todo.
– En alguno de tus versos aparecen en forma de susurros ciertas evocaciones del pasado, cierta nostalgia del pasado. No todo lo que se dice es literal. ¿Crees que ahí hay un refugio, una inocencia, contra esta realidad televisada y totalizante?
– Rainer Maria Rilke dijo algo así como que “la verdadera patria del hombre es la infancia”, y agregaría que la verdadera evocación e influencia de los que escribimos poesía es la infancia, ese lugar seguro, ese lugar distorsionado por el tiempo en donde no teníamos grandes obligaciones o que otros las resolvían por nosotros.
Frente a la segunda parte de la pregunta, es cierto, los recuerdos son un refugio, aunque también los recuerdos son traumas, situaciones terribles que marcan el destino de las personas. Sobre la realidad, la imaginación, los deseos y la creatividad pueden ser grandes aliados contra un mundo gris y un futuro desastroso.
– Eres director de una editorial, ¿cómo ves el actual panorama editorial chileno?
Como dice mi socio editorial Octavio Espinoza, la literatura chilena esta toda inédita, la pasada y la contemporánea. Hay muchas literaturas por descubrir. Hay muchos libros que han pasado desapercibidos. Hay un montón de trabajo no realizado, poca crítica literaria e investigación, pocos temas en el tapete, poca inclusión femenina, pero hay pequeños y hermosos proyectos. Me relaciono con un montón de colegas que te sorprenden con catálogos novedosos, con apuestas extravagantes y creativas, con formatos nuevos y redescubiertos para el público.
Creo que vivimos un gran momento, lo difícil es llegar a los lectores y ahí hay una deuda a nivel del Estado. Faltan fondos para librerías, falta un estímulo mayor a los premios literarios y los fondos del libros son un insuficientes y convierten a los escritores en operadores, en administradores, en buscadores de fórmulas lo que lamentablemente influye en la bibliodiversidad. Muchos sacan libros pensados para los fondos no para el lector. Si buscamos la autogestión está súper bien, pero que esta autogestión deba ser por decisión propia, no porque nadie te prestó ropa como decimos aquí en Chile.