La película instala la moral burguesa dueña del país, pero además, la problemática de la inmigración que es atacada en su distinción económica y de raza
Los convulsionados años setenta, el frente reaccionario de ultraderecha, la pacífica vida que otorga para unos pocos el orden neoliberal como la protección a los millonarios, sienta en la silla de director a Andrés Wood. Así, la undécima producción, Araña (2019) aparece como una película que va a la segura, al ser apoyado por la industria cinematográfica: 20th Century Fox, Bossanova Films de Brasil, Ibermedia, Magma Cine de Argentina, Banco Estado de Chile, entre otros.
[cita tipo=»destaque»]El flashback no solo hace patente que el pasado se hace presente, sino que también, escenifica la moral de la derecha en la vorágine de la sobreideologización que dispone al espectador en un ambiente de permanente delirio. De esta forma, mientras los personajes van fortaleciendo o transformando, quedará pendiente la pregunta sobre la forma en que se debilita el carácter de Justo.[/cita]
La película se inicia cuando Gerardo (Pedro Fontaine / Marcelo Alonso), maneja por las calles en la que transita cierta migración actual y asesina a un muchacho que acaba de robar una cartera en el sector: “Cuando una persona decide robar, cuando una persona decide apropiarse de lo que no es de él. Está traicionando a toda una sociedad, y sabe que se expone a la muerte” se justifica Gerardo. Su aparición en los medios detonará las alarmas de notables actuaciones en el personaje de Inés (Mercedes Morán / María Valverde) y Justo (Felipe Armas / Gabriel Urzúa). Por lo que ella, en su figura simbólica de católicos remilgados, incapaces de reparar los dolores, manipulará las amplias redes del poder que tiene la derecha: jueces, directores de diarios, políticos, médicos, para impedir que su verdad salga a la luz y mantener la calidad de vida que lograron desde aquella época.
Hace más de cuarenta años, el grupo paramilitar de ideología nacionalsocialista, Patria y Libertad fueron activos saboteadores del gobierno del presidente Allende, los que son caracterizados con un contradictorio discurso político para librar una batalla internacional por el capitalismo y en contra del marxismo. Durante estos años, emerge un triángulo amoroso entre Inés, Justo y Gerardo, que derivará en traición y en desechar el valor del sujeto más precarizado. A todo esto, él continúa creyendo obsesivamente en el discurso del odio, rearticulando a los neonazis actuales (los araucanos góticos) que están atacando a los inmigrantes más frágiles.
El flashback no solo hace patente que el pasado se hace presente, sino que también, escenifica la moral de la derecha en la vorágine de la sobreideologización que dispone al espectador en un ambiente de permanente delirio. De esta forma, mientras los personajes van fortaleciendo o transformando, quedará pendiente la pregunta sobre la forma en que se debilita el carácter de Justo.
La película instala la moral burguesa dueña del país, pero además, la problemática de la inmigración que es atacada en su distinción económica y de raza. No hay que olvidar que Jorge González cantó “El otro extranjero” en el disco Los prisioneros (2003): “Ahora bien, como es ese otro extranjero/ es bacán elegante con don de mando y gran vocación/ empresarial, experto en macro política/ y bioingeniería comercial/ si la ganancia no sube y sube no dudará en expulsar/ y después por medio sueldo volver a esclavizar/al peruano, al chileno, al argentino, al que venga…”. Hoy en día, cuando se ha discutido el concepto de libertad y donde Chile es capaz de aguantar de todo. Quienes ejercen las discriminaciones, los racismos y los clasismos construyen fronteras, que ante el miedo, generan odio. Estas evidentes contradicciones tienen de fondo continúa existiendo una lucha de clases sociales.
Finalmente, Araña (2019) se diferencia del consenso político en Machuca (2004) y de la apología a la Concertación en La Buena Vida (2008), pues estratégicamente, se equivoca al colocar a la ideología política como algo negativo, delirante y renegados, pero que están en aumento de manera palpable en distintos niveles del país.
Gonzalo Schwenke es profesor y crítico literario. Valdivia, 2019.