Las referencias al consumo de drogas en el mundo antiguo que existen son escasas y aisladas.
Cuando aparecen, las drogas se mencionan casi de modo incidental, y se centran en aspectos medicinales y religiosos, dejando a un lado rápidamente cualquier uso recreativo.
Sin embargo, hubo un comercio internacional de drogas desde el año 1000 a.C., y la arqueología se ha combinado con la ciencia para aclarar una imagen que parece haber sido cuidadosamente ocultada por escritores antiguos y sus traductores posteriores.
Había más de una docena de formas de alterar la realidad en el antiguo mundo del Mediterráneo, pero dominaban dos drogas: el opio y la marihuana.
Una investigación minuciosa realizada en las últimas dos décadas ha comenzado a revelar patrones en el uso de estas drogas, previamente insospechadas incluso por los historiadores clásicos del siglo XX.
Una de las primeras pistas de que los antiguos consideraban que la amapola era más que una planta bonita proviene de su uso frecuente como motivo en estatuas y grabados.
Los arqueólogos han descubierto que, ya en 1600 a.C., se fabricaban pequeños frascos en forma de «cápsulas» de amapola, esa bola abultada que está debajo de los pétalos de la flor que produce opio.
La forma de esas cápsulas artificiales hacía que fuera razonable suponer para qué se usaban, pero hasta hace poco era imposible estar seguro.
En 2018, la revista Science informó que las nuevas técnicas para analizar los residuos en las cápsulas excavadas habían revelado que el material vegetal contenía no solo opio, sino -a veces- otras sustancias psicoactivas.
Estos frascos y cápsulas se han encontrado en todo el Levante, Egipto y Medio Oriente. Su uniformidad sugiere que formaban parte de un sistema organizado de fabricación y distribución.
Incluso antes, el opio se cultivaba en Mesopotamia.
Algunos investigadores no dudan de que los asirios eran conscientes de las propiedades de la planta.
De hecho, el nombre asirio de la amapola se puede leer (dependiendo de cómo se interpreten las tabletas cuneiformes que lo mencionan) como Hul Gil, que significa ‘Planta Feliz’.
También se han encontrado jarras que contienen residuos de opio en las tumbas egipcias, lo cual no es sorprendente dado que la amapola se cultivó ampliamente en Egipto.
En la era clásica, el extracto de la planta se conocía como ‘Opium Thebiacum‘, que viene de la ciudad de egipcia a la que los griegos le dieron el nombre de Tebas. Otra versión se llamaba ‘Opium Cyrenaicum‘, una versión ligeramente diferente de la planta, cultivada hacia el oeste, en Libia.
Hay un pasaje muy sugerente en «La Odisea» de Homero, en el que Helena de Troya le echa al vino una droga que quitaba los recuerdos dolorosos y el ardor del dolor y la ira.
«Quien lo tomara después de mezclado en la crátera, no derramaría lágrimas por las mejillas durante un día, ni aunque hubieran muerto su padre y su madre o mataran ante sus ojos con el bronce a su hermano o a su hijo«.
Helena, dijo Homero, tenía «tales brebajes sutiles y excelentes» pues se los había dado Polidamna, esposa de Ton, una mujer de Egipto, «cuya fértil tierra produce muchísimas pócimas; después de mezclarlas algunas son buenas y otras perniciosas«.
El nombre Ton es significativo, pues los egipcios creían que el dios llamado Tot le había enseñado a la humanidad el uso del opio, según registra Galeno, el investigador médico de la Edad Antigua por excelencia.
Por su parte, el médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia Dioscórides, autor de «De Materia Medica» (la enciclopedia de medicina herbaria y sustancias medicinales relacionadas), describió la técnica de la cosecha:
«Los que producen opio deben esperar hasta que el rocío se haya secado para cortar ligeramente con un cuchillo alrededor de la parte superior de la planta. Se cuidan de no cortar el interior.
«En el exterior de la cápsula, se hace un corte hacia abajo. A medida que sale líquido, usa tu dedo para ponerlo en una cuchara. Al regresar más tarde, uno puede cosechar más del residuo después de que se haya espesado, y aún más al día siguiente«.
Dioscórides también advierte contra la sobredosis. «Mata«, dice sin rodeos.
De hecho, muchos romanos compraban opio precisamente por esa razón.
El suicidio no era pecado en el mundo romano, y muchas personas que sufrían de vejez y enfermedad optaban por irse flotando de la vida en una suave ola de opio.
No es muy probable que sea coincidencia que las divinidades griegas Hipnos -el dios del sueño- y Tánatos -su hermano gemelo, el dios de la muerte sin violencia- estén representados con coronas o ramos de amapolas.
El opio era un somnífero común mientras que, escribe el filósofo griego Teofrasto, «del jugo de la amapola y la cicuta viene la muerte fácil y sin dolor».
Los romanos usaban una bebida a base de opio llamada ‘vino crético’ para combatir el insomnio, y también ‘mêkonion‘ de hojas de amapola, que era menos potente.
El opio se podía comprar en forma de pequeñas tabletas en puestos especializados en la mayoría de los mercados. En la ciudad de Roma, Galeno recomendaba un minorista ubicado a unos pasos de la Vía Sacra, cerca del Foro.
En la próspera Capua, los vendedores de drogas ocupaban un área notoria llamada Seplasia, después de la cual ‘seplasia’ se convirtió en un término general para drogas, perfumes y ungüentos que alteraban la mente.
Cicerón hace una referencia irónica a eso, comentando que dos dignatarios: «No mostraron la moderación generalmente acorde con nuestros cónsules … su andar y su comportamiento eran dignos de Seplasia».
El cannabis tiene una historia aún más larga que el opio.
A Europa llegó incluso antes de que comenzaran los registros, junto con el misterioso pueblo Yamna, proveniente de Asia Central.
Solo en el norte y centro de Europa la planta ha estado presente desde hace más de 5.000 años.
Sin duda era apreciada por sus usos en la fabricación de cuerdas y telas, pero se han encontrado braseros que contienen cannabis carbonizado, lo que demuestra que también se exploraron los aspectos menos prácticos de la planta.
Se sabe que los chinos cultivaban cannabis significativamente más fuerte que la planta silvestre hace al menos 2.500 años, y tanto el producto como el conocimiento de cómo hacerlo habría viajado por la Ruta de la Seda.
En la ciudad de Ebla, en lo que ahora es Siria, los arqueólogos encontraron lo que parece haber sido una gran cocina no lejos del palacio de la ciudad, con ocho fogones para las preparaciones y ollas capaces de contener hasta 70 litros de producto terminado.
Pero no hay rastros de restos de comida, como suele ser el caso en las cocinas antiguas.
El análisis de los contenedores encontrados allí deja pocas dudas de que el lugar se utilizaba únicamente para la preparación de productos farmacéuticos psicotrópicos.
En otras palabras, el mundo antiguo tenía fábricas de drogas a gran escala hace 3.000 años.
Dioscórides estaba familiarizado con el cannabis e informó que el uso extensivo tendía a sabotear la vida sexual del usuario, hasta el punto de que recomendó usar la droga para reducir el deseo sexual en personas o situaciones en las que dichos impulsos podrían considerarse inapropiados.
El filósofo romano Plinio el Viejo, al enumerar las propiedades de muchas plantas en su «Historia Natural», también habla de la «hierba de risa», que según él es «intoxicante» cuando se agrega al vino.
Galeno describe cómo se usaba la marihuana en las reuniones sociales para ayudar a traer la «alegría y la risa».
Medio milenio antes, el historiador griego Heródoto había escrito sobre algo similar.
Parece que los escitas que vivían cerca del Mar Negro combinaban los negocios con el placer.
Heródoto, que fue un antropólogo extraordinariamente bueno así como el primer historiador del mundo, comenta que hacían prendas de cáñamo tan finas que era imposible distinguirlas de las hechas con lino.
«Después, los escitas toman semillas del cannabis y las arrojan sobre piedras al rojo vivo, donde [arden] y emiten humos», escribe Heródoto.
«Cubren esto con esteras y se meten debajo mientras los humos emergen tan densamente que ningún baño de vapor griego podría producir más. Los escitas aúllan de alegría en su baño de vapor«.
Este pasaje es típico de las menciones sobre el uso de drogas en el mundo antiguo.
¿Era Heródoto realmente tan ingenuo que no reconoció la influencia de la droga? ¿O era tabú discutir el tema, ya sea en el mundo clásico o en los monasterios donde se copiaron y preservaron los textos antiguos?
Parece extraño que, si bien los hallazgos arqueológicos sugieren que el uso de drogas recreativas estaba lejos de ser poco común en la antigüedad, las referencias al mismo tienden a ser escasas en número y contenido.
Hasta los usos medicinales del cannabis son difíciles de hallar en los textos antiguos.
Pero ahora los arqueólogos saben qué buscar.
Por ejemplo, una tumba romana del siglo IV d.C. de una niña de 14 años que había muerto dando a luz fue encontrada cerca de la ciudad de Beit Shemesh (cerca de Jerusalén) en la década de 1990.
Se supuso que una sustancia encontrada en el área abdominal del esqueleto era incienso, hasta que el análisis científico reveló que era tetrahidrocannabinol (THC), un componente del cannabis. Parece probable que la droga se haya usado para aliviar los dolores del parto de la niña y, finalmente, para ayudarla a morir.
Cuando se trata de drogas en el mundo antiguo, necesitamos leer entre líneas, como es el caso con gran parte de la historia.
Cornezuelo o ergot
Conocido ya en el año 600 a.C., no era consumido voluntariamente. El hongo era común en el centeno y a veces se encontraba en otros cereales. Causaba delirio, alucinaciones y, frecuentemente, la muerte.
Loto azul
Inmortalizado en «La Odisea» de Homero, en la que el Ulises tiene que arrastrar a su tripulación desde la «tierra de los comedores de loto». El alcaloide psicoactivo en los lotos azules causa euforia leve y tranquilidad, combinadas con un aumento de la libido.
La miel loca
La miel de las flores de rododendro contiene neurotoxinas que causan alteración de la conciencia, delirio y náuseas. Era tomada recreativamente en la antigua Anatolia y ocasionalmente por apicultores descuidados en otros lugares.
Beleño negro o hierba loca
Plinio describió los efectos de esta planta como similares a la embriaguez, cuando se respira como humo o se ingiere. Por lo general, se tomaba como parte de un cóctel de alucinógenos con fines mágicos o medicinales.
Belladona
Poetas como Ovidio indican que las brujas usaban la belladona en hechizos y pociones. Si bien el resultado más común después del consumo es la muerte, las dosis cuidadosamente medidas pueden provocar alucinaciones que duran días.
Pez de los sueños
Originaria del Mediterráneo, la Sarpa salpa es una especie de besugo que puede producir alucinaciones vívidas, y es posible que se consumiera en la antigua Roma.