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El matemático que increpó al ministro de Ciencias: «Mientras el país se incendiaba, seguía con su discurso de más presupuesto y que hay que llevar la ciencia a la gente» CULTURA|CIENCIA

El matemático que increpó al ministro de Ciencias: «Mientras el país se incendiaba, seguía con su discurso de más presupuesto y que hay que llevar la ciencia a la gente»

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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Ocurrió el pasado 30 de octubre en la Comisión del Futuro en el Senado. El académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la U. de Chile, Claudio Gutiérrez, pidió la palabra y lo primero que hizo fue «pedir disculpas por estar en esta Sala con un ministro parte de un Gobierno criminal que sigue disparando a los jóvenes, a mis hijos». «Basta de vivir aislados y que desde arriba nos pregunten de vez en cuando sobre un menú de opciones y candidatos que esa misma elite decide. La gente quiere participar en el diseño y la elaboración de su vida. La gente quiere hacer suya una carta de convivencia. Lo único que es realmente nuestro es aquello que hacemos, nuestras vidas, nuestras ideas, nuestras convicciones. Esto es lo que hay que contrastar, deliberar, desde el nivel más primario. Este movimiento ha hecho que nos hayamos encontrado de nuevo, todos y todas, de todos los orígenes, que conversemos, que contrastemos, aprenderemos a hacerlo cada vez mejor. Y eso hay que transformarlo en un proyecto de vida común, en una manera de convivir en conjunto», concluye.


Ocurrió el pasado 30 de octubre en la Comisión del Futuro en el Senado. El académico Claudio Gutiérrez de la U. de Chile pidió la palabra y lo primero que hizo fue «pedir disculpas por estar en esta Sala con un ministro parte de un Gobierno criminal que sigue disparando a los jóvenes, a mis hijos».

«Si quiero, hoy en la tarde, mirar a la cara a mis hijos, que salen todos los días a protestas, tengo que explicarles» eso, dijo, mientras el ministro Andrés Couve lo observaba compungido.

Acto seguido, Gutiérrez señaló que aquello no trataba sobre pedir más o menos presupuesto para el sector de ciencia, «sino de cambiar el país». «Ya tendremos tiempo en la nueva Constitución de instalar el tema presupuestario. Lo que debemos hacer es ver cómo nos organizamos como científicos para instalar estos temas» en la futura Carta Magna.

Luego, el académico criticó duramente a la presidenta de la Academia de Ciencias, Cecilia Hidalgo, también presente en el lugar, por denunciar los daños por US$200 millones que dejaban hasta ese momento los actos vandálicos en el país, y los comparaba con los US$5.000 millones de perjuicios por los casos de evasión de impuestos, colusiones y corrupción de los últimos años.

«¿Cuándo reclamó usted, señora Cecilia, por eso? ¿Por qué ahora reclama por esto y no por lo otro? ¿Por qué nosotros no reclamamos cuando había que hacerlo? (…) Quiero mostrar mi indignación por cómo la élite, y en este caso la élite científica, lleva este asunto», añadió, para luego pedirles a las autoridades dar un paso al costado, «porque son parte del problema».

Abuso y maltrato

Gutiérrez es matemático y doctorado en Ciencias de la Computación de la Universidad de Wesleyan, además de profesor de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile. Y había llegado a esa reunión con bronca.

«Había habido una reunión la semana anterior y se acordó sacar una declaración con las opiniones que se habían vertido. Poco antes de ir a la segunda reunión me llegó esa declaración: esa élite de elegidos no la había consensuado con nadie, suavizaron o derechamente omitieron el tema del abuso, reduciendo las causas de la crisis a la desigualdad social», recuerda.

«El fondo de su movida es que la crisis se resuelve arreglando el modelo, sin tocar sus fundamentos, esto es, a ellos, sus instituciones y sus prácticas», critica.

«La desigualdad está en la base de esto, pero lo que dispara las subjetividades de la gente es el abuso, la negación de la participación, un sistema que sistemáticamente genera desigualdad, castas. Luksic claro que debe subir el sueldo de sus trabajadores –qué dramático que para eso necesite 20 muertos y cientos de mutilados–, pero sobre todo lo que necesita es fortalecer los sindicatos en sus empresas: así no se le ‘olvidaría’ nunca mantener sueldos dignos, etc. Todo eso es probablemente lo que expresé y por eso se hizo tan popular».

Gutiérrez también lamenta el papel del Ministerio de la Ciencia en la crisis.

«Quizás este abandono hable hasta bien de él… El ministro, mientras las ciudades del país se incendiaban, seguía con su discurso de más presupuesto y que hay que llevar la ciencia a la gente. Y se ufana de haber empezado ‘diálogos’ con los científicos, elegidos por él por supuesto. Y solo ‘escuchar’, nada de hacer participar vinculantemente. Increíble», recalca.

«No estoy claro que aún haya entendido lo que está pasando. No veo ninguna iniciativa de esa casta para promover cambiar ese estado de cosas. Les conviene como está», remata.

Abuso y maltrato

Para el académico, la crisis ha dado vuelta todo: trabajo científico, temas universitarios, familia, hijos. «Como académico, no es fácil concentrarse, tener la paz espiritual que se requiere para educar y para investigar», admite.

Sin embargo, «con la represión y mutilaciones brutales que están ocurriendo, especialmente hacia los jóvenes, habría que ser muy indolente para hacer como que nada ha pasado».

«¿Pensé que viviría algo así? Sabemos que el abuso y el maltrato se acumula, y que estalla algún día, pero confieso que no me imaginé que la gente se levantaría de esta manera ahora, y de manera tan digna y decidida».

Causas de la crisis

Gutiérrez cree que la crisis tiene muchas causas, muchas, probablemente todas entrelazadas.

«Es muy complejo lo que vivimos: miseria, trabajos largos y agotadores, deudas, estrés, falta de tiempo y espacio para compartir, etc.», comenta.

«Me he ido convenciendo que lo central de la crisis es un basta al abuso, a esa sociedad dividida en castas. A ese ordenamiento conservador tan metido en el ADN chileno que ve a unos como nacidos para gobernar –y vivir como humanos– y al resto como destinados a trabajar –y sobrevivir como animales– para que esa minoría de elegidos se enriquezca», critica.

«Unos ilustrados, elegantes, finos, cosmopolitas; los otros ignorantes, ‘flaites’, barriales. Unos que por robar un kilo de azúcar en un supermercado son apaleados por guardias y luego encerrados, mientras otros que roban miles de millones de pesos reciben clases de ética o evaden impuestos y son presidentes», critica.

Para él, el odio a ese destino, que estaba anidado allá en lo profundo, y que esta casta gobernante que vive aislada en un mundo de fantasía profundizó y no vio, es lo que resquebrajó el tablero.

«Ha sido tan lindo ver de nuevo las caras felices de la gente común llenas de esperanza, felicidad comparable a aquellos campesinos campesinos curtidos, sin dientes, pero esperanzados en los tiempos de la Reforma Agraria, que pueden verse en las fotos de la época. Qué imagen de humanidad he visto todos estas semanas en las manifestaciones. Impagable», expresa.

El destino de la ciencia

Para Claudio Gutiérrez la ciencia es un asunto esencialmente democrático, es lo opuesto a las jerarquías.

«Hay más y mejor ciencia si hay más ideas y más gente desarrollándola, de diversos lugares, con diferentes orígenes y experiencias, en diferentes temas, con diferentes motivaciones», destaca. «Ninguna teoría, conocimiento ni experimento es algo aislado. Es producto del trabajo de muchas y muchos», enfatiza.

Por desgracia, lamenta, también en Chile la ciencia fue convirtiéndose en un asunto de élite, de elegidos, de gente «superior», de una casta, incluso dentro del mismo ambiente científico. Seres superiores al resto, que iluminan al resto a través de la «difusión», el «chorreo».

«Creo que ese es el principal problema que tiene la ciencia hoy día en Chile: su manera de tomar decisiones, de hacer políticas, de distribuir el financiamiento, los cargos de investigador, etc.», sostiene. «Todo concentrado en una pequeña élite, en las ’10 familias’, pero de la ciencia. Entre ellos se eligen para su academia, se nombran para los comités de expertos, se promueven en las universidades, se instalan en los puestos claves, etc. Pareciera que el talento se reunió por un asunto mágico en ese grupo pequeñísimo que reúne proyectos, premios, distinciones, puestos, etc.».

«Curiosamente estos elegidos viven en Santiago. ¿Cómo va a avanzar el conocimiento que requiere el aporte de todos, que requiere ideas nuevas siempre, con esta gente que transformó esa explosión de ideas que es la ciencia en un manual de emprendedores, más encima endogámico?», se pregunta.

La Constitución y los científicos

Para el profesor, los científicos, que trabajan en la producción sistemática de conocimientos tienen una gran responsabilidad de mostrar a los conciudadanos el rol que las diferentes áreas y problemas tienen en el mundo contemporáneo.

«Hay temas que son muy relevantes y nombro algunos a manera de ejemplo: la propiedad de la tierra, de las aguas, las energías, las maneras de abordar el tratamiento de las riquezas naturales, las políticas de salud, de medio ambiente, las formas de organización social, las relaciones entre las máquinas y los humanos, etc.», explica.

Gutiérrez destaca que la experticia en un área específica no les da a los científicos una mayor autoridad a la hora de la elaboración de la nueva Constitución. Sí una responsabilidad de poner dicha experticia y conocimientos al servicio de la ciudadanía.

«Sería muy relevante que los científicos nos autoconvoquemos a discutir estos temas de manera más masiva, siguiendo el ejemplo de diversos cabildos de científicos –especialmente jóvenes– que se han desarrollado estos días para pensar un país nuevo», plantea.

Mecanismos para una nueva Constitución

Para el profesor, una nueva Constitución será legítima solo si es elaborada por toda la ciudadanía, esto es, una Asamblea Constituyente.

«Espero que se haya entendido el fondo de este levantamiento: la gente no quiere solo ‘libertad de elegir’, como decía Friedman. No quiere que alguien –la élite, los empresarios– haga los productos –la Constitución en este caso– y, una vez terminados, te los muestre –en sus vitrinas en los malls o en consultas o votaciones– y te pregunte: ¿qué elige?».

«Basta de vivir aislados y que desde arriba nos pregunten de vez en cuando sobre un menú de opciones y candidatos que esa misma elite decide. La gente quiere participar en el diseño y la elaboración de su vida. La gente quiere hacer suya una carta de convivencia. Lo único que es realmente nuestro es aquello que hacemos, nuestras vidas, nuestras ideas, nuestras convicciones. Esto es lo que hay que contrastar, deliberar, desde el nivel más primario. Este movimiento ha hecho que nos hayamos encontrado de nuevo, todos y todas, de todos los orígenes, que conversemos, que contrastemos, aprenderemos a hacerlo cada vez mejor. Y eso hay que transformarlo en un proyecto de vida común, en una manera de convivir en conjunto. Eso es la Constitución desarrollada a través de una asamblea constituyente», concluye.

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