Estudios sobre baja de oxigenación, en escenarios que simulan el contexto minero, se realizan en modelos animales. Emilio Herrera y Rodrigo Castillo dirigen avances que buscan mejorar condiciones laborales y de salud en estos trabajadores. Exposición prolongada, superior a turnos equivalentes a dos años, puede generar problemas cardiacos y vasculares.
Como una forma de contribuir al desarrollo de mejores condiciones laborales y de salud en población minera, investigadores del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICBM) de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, están desarrollando estudios para comprender los efectos cardiovasculares que ocasiona la exposición intermitente a falta de oxígeno en altura.
Los resultados de estos análisis podrían tener implicancias en el bienestar de esta población, considerando que en Chile existen alrededor de 100 mil mineros que trabajan en condiciones de altitud –sobre los 2.500 metros-, una realidad que sólo ocurre en nuestro país.
Las investigaciones sobre hipoxia, lideradas por Emilio Herrera y Rodrigo Castillo, entre otros científicos de este centro, se realizan en modelos animales y con apoyo de una cámara hipobárica. Esta última, permite simular el escenario que ocurre en piques mineros, y analizar qué pasa a diferentes grados de altitud, y regímenes de turnos con subidas y bajadas persistentes. Dicha herramienta posee dos compartimentos, que permiten modelar diferentes realidades de forma paralela.
En ese contexto, los estudios de ICBM muestran que la exposición de animales a hipoxia, a partir de los diez ciclos intermitentes –equivalente a dos años de trabajo en turnos mineros- genera cambios que condicionan alteraciones cardiovasculares, mayor riesgo de insuficiencia cardíaca y otras patologías vasculares. Esto, a diferencia de lo observado en ciclos más cortos en que la respuesta sería de adaptación y protección ante eventuales daños.
“El objetivo de estas investigaciones es modular la respuesta a cantidad de oxígeno en distintas alturas. Así, encontramos que después de los diez ciclos aparecen problemas cardíacos y vasculares en arterias periféricas, las que responden de peor manera ante estímulos. Esto implica que cuando la hipoxia se vuelve crónica, también hay hipertrofia –crecimiento de los ventrículos del corazón-, y mayor demanda de oxígeno que genera un quiebre en este balance”, explica Herrera.
En estas fases, también se produce un remodelamiento de las arterias, haciendo que éstas se vuelvan más rígidas y tengan menor capacidad de vasodilatación, lo que se traduce en un mayor esfuerzo del corazón para trabajar. “Estos cambios también pueden inducir alteraciones cardiovasculares, asociadas a enfermedades crónicas no transmisibles como la insuficiencia cardíaca, o hipertensión arterial sistémica y pulmonar”, afirma el investigador de la Facultad de Medicina, de la U. de Chile.
Por el contrario, en estudios realizados con cuatro ciclos de exposición, observaron que se producía una respuesta beneficiosa y cardioprotectora. “Esto implica que si el individuo sufre algún daño cardíaco o se infarta, tendrá una mejor recuperación, ya que su sistema estará más adaptado a la falta de oxígeno y con mecanismos compensatorios para salvaguardar el metabolismo celular”, asegura Herrera.
Con estos antecedentes, una meta importante de los especialistas es poder predecir, a través de exámenes no invasivos o muestras plasmáticas, en qué momento un minero ya no puede seguir trabajando en altura, pues su corazón comienza a estar en riesgo de tener otro accidente mayor, o peores consecuencias funcionales en el sistema cardiovascular.
Actualmente, también están analizando lo que ocurre en escenarios que simulan hasta veinte ciclos de turno, y evaluando características biomecánicas del corazón y las arterias.
Los investigadores además colaboran con Carolina Nazzal de la Escuela de Salud Pública, explorando marcadores de inflamación y estrés oxidativo en muestras de 500 trabajadores de altura. “Los datos obtenidos son muy variables, ya que cada persona tiene una carga genética y ambiental importante que determina su capacidad de respuesta a inflamación. Por eso, aún debemos profundizar en esta área que considera variables como tipo de alimentación y condiciones de salud”, comenta Herrera, investigador de la Facultad de Medicina, de la Universidad de Chile.
La prevención y desarrollo de nuevos blancos terapéuticos para proteger la salud humana, es otro foco de ICBM. En ese marco, Castillo –médico y Doctor en Farmacología- desarrolló una línea de investigación sobre cardioprotección con aceites Omega 3, en el contexto de la hipoxia hipobárica intermitente. Por esta razón, es que los trabajos del investigador también podrían tener impacto en minería.
“Teníamos como antecedente que la cardioprotección con estos aceites estaba bien validada en humanos en la prevención secundaria, pero en prevención primaria no estaba estudiado. Entonces, quisimos ver qué pasaba con la administración farmacológica de estos aceites previa a una injuria isquémica y analizar ciertos marcadores cardiovasculares de función. Lo que vimos es que la hipoxia intermitente, que no es la crónica, era capaz de proteger al corazón frente a un infarto, pero que si además se administraban dosis agudas de Omega 3, entonces el efecto protector se potenciaba. Y encontramos que esto ocurría por una disminución del estrés oxidativo y la inflamación a nivel cardíaco”, explica el investigador de ICBM.
Las investigaciones, realizadas en un grupo de 28 ratas, demostraron que los ácidos grasos Omega 3 inducían cardioprotección al reducir el tamaño del infarto, mejorar su función y reforzar las defensas antioxidantes. Por todo ello, el médico estima que la suplementación de estos compuestos en el contexto de la hipoxia hipobárica podría ser relevante para la salud ocupacional de trabajadores expuestos a gran altitud, razón por la cual también estima necesario incrementar los estudios en esta línea, a fin de generar una comprensión más completa que “pueda contribuir a la prevención”.
Actualmente, más de 140 millones de personas en el mundo viven y trabajan –de forma crónica e intermitente- a más de 2500 metros de altura, y 35 millones viven en las montañas andinas. Además, se estima que en Chile, más de 100 mil personas trabajan en turnos de gran altitud.
En dicho escenario, la hipoxia intermitente es experimentada por una gran cantidad de trabajadores andinos, que laboran en el área de minería, astronomía, aduanas o controles fronterizos. Estos períodos de exposición a altura pueden ser cortos o durar varios días, lo que implica desafíos cardiovasculares importantes y diferentes a los que ocurren con la exposición aguda, como sucede en el deporte o turismo.
Por todo ello, los investigadores de ICBM estiman que el conocimiento y evidencia científica generada en este centro, también es un aporte a nuestro país, en el marco de las demandas sociales y desafíos que actualmente se exigen.
“Es muy importante que podamos seguir profundizando en estas investigaciones. Aún más, si consideramos que la economía en Chile es levantada en gran parte por la minería, tenemos una responsabilidad ética y moral, de velar porque la batería de este país esté protegida en términos de salud. Estudiar los ambientes extremos en Chile es un área que debe ser abordada por los expertos, con el fin de fortalecer políticas públicas y laborales que permitan entregar un mayor bienestar a nuestros trabajadores”, concluye Herrera.