En «Excesos» todo es desproporción, se ama sin piedad, sin misericordia, el amor es ahí una muleta, imprescindible para poder seguir arrastrando miedos, temores, frustraciones, inseguridades y la pareja es un suero, sin el cual no se puede vivir.
Alfredo Castro vestido de general, en silencio, sentado en un amplio sillón, cabizbajo, hay una luz tétrica desde una lámpara elegante y silencio, uno de esos categóricos, de mausoleo, de estadio vacío post derrota. Hemos entrado a Excesos la obra de Cristian Plana, basada en el breve relato de 1971 del escritor chileno Mauricio Wacquez.
A un hombre lo ha dejado una mujer y éste reencarna esa ausencia con sus ropas, perfumes, ademanes, maquillajes, frases y gestos. Busca con un monólogo travestido, el cuerpo amado ausente, ahora, para siempre.
La puesta en escena de Cristián Plana y su adaptación dramatúrgica junto a Macarena Bertoni, sumado al diseño sonoro de Damián Noguera, permite a Castro y al actor Felipe Zepeda, ponernos en primera fila ante la angustia y la obsesión por la pérdida, el abuso y el delirio amoroso.
[cita tipo=»destaque»]Cada día se nos va un cabello, una idea, una habilidad, un pariente o una facultad. El desafío es apreciar esta existencia, a pesar de ese fenómeno ineludible. La única forma de lograrlo, es viviendo en la fe. No la religiosa o la dedicada a una deidad. La fe no es un don, se consigue con trabajo, como el esfuerzo hecho para obtener un título profesional. Un día seremos duda, al siguiente fe y viceversa.[/cita]
En el año 1969, este texto del chileno Wacquez fue prologado, en un libro mayor, por Julio Cortázar y éste es soporte del montaje donde se reúnen también fragmentos de los demás del volumen, denominados Los domingos, La sonrisa en la boca y Frente a un hombre armado. El resultado es un monólogo poderoso de labradas escenas, abundantes en crudeza y desgarro, de una pareja actuada en ambos roles por Castro.
En un juego de confusos cuerpos duplicados, los sentidos del espectador no saben quién es quién, si estamos ante un ser imaginado, un sueño, una mujer sustituta o un hombre desconocido. Las luces tenues, van desde lo nebuloso hasta esa luminiscencia de interrogatorio y nos hablan de la melancolía del domingo por la tarde. Iluminación, además, para la sórdida fosforescencia de cuerpos poseídos, en la violencia de un juego pasional peligroso.
A Cortázar el texto del chileno le inspiró a decir: “En el amor, hablar es crear espejos”. Todo diálogo con el ser amado se convierte en un monólogo interior, donde asumimos ambos roles frente a un cristal, éste nos devuelve nuestro rostro. En Excesos, el protagonista disfrazado como la amada ausente, nos entrega una narración de caudal frente a sí mismo y sobre su capitulación.
Hemos sido mal educados para un amor de pareja de sufrimientos, posesiones, conquistas, seducciones y controles. Nos dicen “somos esclavos de nuestras emociones”. En El Banquete, Sócrates afirmaba cómo el amor es amor de lo que no se tiene y una vez conseguido ese anhelo, éste se desvanece. Como ese juguete soñado, abandonado luego, pues pierde vigencia.
Si el amor es tóxico, arrasará ciudades, imperios y humildes hogares. La afirmación socrática no se hace cargo de las pasiones desbocadas, de ésas que llegan a la adicción.
Existen tres anillos concéntricos, en el primero está el “Me gustas”, en el segundo el “Te quiero” y en el tercero, más irremediable habita el “Te amo”. Se avanza por ellos de la mano de Virgilio. En occidente estas tres circunvalaciones están destinadas al dominio. En nuestra cultura, sólo la amistad es un ejercicio de generosidad regido bajo la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Los occidentales no aceptamos que la vida es pérdida.
Cada día se nos va un cabello, una idea, una habilidad, un pariente o una facultad. El desafío es apreciar esta existencia, a pesar de ese fenómeno ineludible. La única forma de lograrlo, es viviendo en la fe. No la religiosa o la dedicada a una deidad. La fe no es un don, se consigue con trabajo, como el esfuerzo hecho para obtener un título profesional. Un día seremos duda, al siguiente fe y viceversa.
Si se logra la certeza, se alcanza un optimismo y gracias a éste, el amor aceptará que también es pérdida. así la vida podrá seguir su curso, como un río.
En Excesos todo es desproporción, se ama sin piedad, sin misericordia, el amor es ahí una muleta, imprescindible para poder seguir arrastrando miedos, temores, frustraciones, inseguridades y la pareja es un suero, sin el cual no se puede vivir.
Vivir en fe y en la aventura de una vida como pérdida, permite consentir cuando nos han dejado de amar, nos han abandonado, traicionado, o se han marchado, pues habita en nosotros una convicción. Todo es para mejor. Quien nos abandona, se va o muere, nos deja la gran oportunidad de estar a solas, todo será crecimiento.
El cuerpo será el primero en rebelarse, pues desea vivir para siempre. En la desesperación actuará como el protagonista, vestirá las ropas de la amada, para sentir ese perfume, usará el maquillaje e imitará ademanes y expresiones frente a un espejo en un intento desesperado.
Para salir del purgatorio, el cuerpo debe aceptar su inevitable desaparición. La mente no puede hacer entender nada al corazón. El corazón ama o no ama, simple. No puede ser convencido con argumentos. Se abre cuando quiere, se cierra cuando lo desea. Para los alquimistas es necesario integrar armoniosamente cuerpo, mente, corazón y espíritu. Deben ser cuatro caballos de un auriga, avanzando coordinados en paz por este hipódromo.
“A un hombre lo dejó una mujer/ Resolvieron mentir un último encuentro/ El hombre dijo:/ Si debo entrar en la soledad/ ya estoy solo/ Si la sed va a abrasarme,
que ya me abrase/ Ésta es otra parábola/ Nadie en la tierra/ tiene el valor de ser aquel hombre.” (El Desierto. Jorge Luis Borges)
“Excesos”, sábado 25 de enero 16:00 y 19:00 horas y domingo 26 de enero 16:00 horas.