Historiadores, músicos, académicos y escritores hablaron de una «provocación infantil, innecesaria» y advirtieron que la medida sólo exacerbará la violencia. Las acciones, en Plaza de la Dignidad (Plaza Baquedano), incluyeron el retiro de tres figuras representantes del mundo indígena, aunque fueron devueltas a sus creadores. «Pueden seguir borrando lo que quieran, pero el pueblo va a seguir manifestándose, hasta que sus demandas sean escuchadas», advirtió una de las consultadas.
Diversas figuras del mundo de la cultura criticaron duramente la «limpieza» que realizó la Intendencia de Santiago de Plaza de la Dignidad (Plaza Baquedano) la noche del jueves, aprovechando la cuarentena por el coronavirus en la capital, que incluyó sacar del lugar tres figuras de madera que representaban el mundo indígena.
Músicos, académicos y escritores además advirtieron que la medida sólo exacerbará la violencia y acentuará las divisiones.
«Es una provocación innecesaria, peligrosa y solapada», advirtió Jorge Coulon, miembro de Inti Illimani, que actuó en un recordado concierto en el lugar en diciembre pasado junto a Los Bunkers.
Su compañero Daniel Cantillana complementó que se trata de un hecho fortuito, marcado por la contingencia, aunque «no me cabe duda que una vez dejada atrás la emergencia sanitaria, las movilizaciones van a volver, dado que las causas que las motivaron continúan vigentes».
«La gente no está yendo a la plaza por una responsabilidad que se le ha pedido» en una «muestra de solidaridad» por la situación sanitaria, agregó Coulon. «Y la respuesta es esta especie de ‘tocada de oreja’ escolar, un poco infantil, innecesario. El gobierno tiene que ser un poco más responsable, pero no veo un gesto de esa naturaleza».
«Esto revela que las autoridades que mandaron a hacer eso no están por establecer una sociedad de diálogo ni quieren unir a los chilenos en momento de la crisis sanitaria. Es un acto irresponsable, que no ayuda a la unidad y a nada, y que se asemeja a esos golpes ‘maleteros’ de quien rompe una tregua sin avisar», opinó, por su parte, el historiador Vólker Gutiérrez.
«¿Qué objetivo relacionado con el combate a la epidemia, la gran tarea país de hoy, tiene pintar la escultura de Baquedano? Si la autoridad central hace un llamado a la unidad de todos los chilenos para enfrentar la crisis sanitaria, ¿por qué se aprovecha de su situación de poder, pese a contar con un 6% de apoyo nada más, para acometer actos de venganza política y simbólica contra un mayoritario sector de la población?», inquirió.
La acción se suma al cuestionado historial del intendente Guevara, que en febrero logró sortear una acusación constitucional en el Congreso y bajo cuyo mandato murió Mauricio Fredes, «El Lambi», en el contexto de la represión policial ordenada por él a un costado de la plaza.
Durante su periodo también ocurrió la quema del Centro de Arte Alameda, el Museo Violeta Parra y la Biblioteca Municipal del Parque Bustamante.
«Siento que es una verdadera provocación para lo que han sido estos cinco meses de movimiento social, donde la Plaza de la Dignidad es una especie de lugar simbólico», comentó, en tanto, la escritora Nona Fernández tras los hechos.
«Es un despilfarro de recursos en un momento en que la ciudadanía necesita subvenciones claras para soportar esta crisis sanitaria en la que estamos. Además es una completa ceguera frente a lo que culturalmente significa la posesión que ha tomado el movimiento ciudadano», dijo.
«La plaza, tal cual como estaba, rayada, con toda la intervención artística callejera, es cultura, algo que le cuesta entender a las autoridades. Es expresión ciudadana. Limpiarla, borrarla, implica justamente borrar la expresión de la gente. Una vez más es no tomar en cuenta la ciudadanía».
Los trabajos se hicieron de noche. Guevara afirmó que “la Delegación tiene un plan de reconstrucción, de pintura de fachadas y de reparación de monumentos».
«Hasta donde entiendo, dentro del plan de trabajo de la Delegación está la recuperación de los diversos monumentos que tenemos en la capital”. Y añadió que esto no es “ninguna provocación, todo lo contrario, tenemos que recuperar la ciudad”.
Guevara busca borrar los rastros del estallido del 18 de octubre en el monumento del general Manuel Baquedano y los alrededores. También ordenó colocar rejas alrededor de la estatua, aunque luego las retiró.
Además sacó tres figuras de madera, representantes del mundo indígena, obra del Colectivo Orígenes, aunque el grupo pudo recuperar las obras.
Las esculturas estaban instaladas desde el 6 de diciembre en la Plaza Dignidad. El mismo día de la instalación durante la noche fue sustraída la que representaba un petroglifo del territorio diaguita, hoy Cuarta Región. Aún se desconoce su paradero. Por prevención las otras dos esculturas fueron empotradas con cemento y enterradas en el lugar. Durante el año nuevo se repuso el petroglifo.
«El propósito primigenio de estos símbolos era instalar en el debate y en la opinión pública la participación de los pueblos originarios de cara a al proceso constituyente, recordando que son los primeros habitantes del territorio y, posible y probablemente, los grandes olvidados», señala Samuel Yupanqui, miembro del grupo que nace a partir de un taller dirigido por Antonio Paillafil llancaleo, un escultor mapuche..
Las figuras representan un domochemamüll, una figua mapuche que recuerda a los muertos; una escultura selknam, donde una persona sostenía a otra, en «un acto de comprensión, de empatía, de compañerismo, de hermandad, de amor»; y un chamán de Tilama, correspondiente a la cultura diaguita, un ser complejo que representa la conexión entre lo humano y la naturaleza.
El viernes, el colectivo criticó la acción de la intendencia en un comunicado.
«No han entendido nada, porque el problema no es pintar la fachadas o sacar las esculturas; el problema claramente no es de orden estético, su problema es que Chile cambió, y ellos no, siguen durmiendo, estirando aún despiertos su sueño del medioevo y su relato elitista, blanquecino, impuesto y sobre puesto a nuestros pueblos, ese relato de los conquistadores europeos y de la historia de las élites, que es imposible que nos represente y aunque les duela y no lo vean, romper esos cánones culturales sí que prendió», señala el documento.
«Como colectivo hemos logrado recuperar estos símbolos que hemos tallados en madera gracias a que pudimos contactarnos con personas de la intendencia que tuvieron la suficiente lucidez, prudencia y respeto», añadió el grupo. «Estos tótems descansarán por el momento, los hemos recibido con gran emoción, como quién recibe a quiénes vuelven a casa después de una guerra».
El colectivo además adelantó que recuperarán las figuras y que volverán cuando termine esta cuarentena «a donde pertenecen, a Plaza Dignidad a ser parte de las memorias del país que queremos construir».
El artista Fab Ciraolo ha sido uno de los artistas cuyas obras están presentes en los alrededores de la plaza. Para él, este tipo de acciones demuestran que ha pesar de que ya han sido más de cinco meses desde el estallido, las autoridades que gobiernan «aún no son capaces de sentir el pulso de la ciudadanía ni respeto por los símbolos que se han generado en este tiempo».
La «limpieza» además cierra «cada vez más el diálogo entre autoridades y ciudadanos, cuando el pueblo lo que más claro ha dejado es que quiere ser parte de los procesos de su país».
«Hay muy poca sensibilidad», lamentó.
«Es un despropósito, una irresponsabilidad tremenda», coincidió Trinidad Lopetegui, directora de la Galería CIMA, ubicada frente a la plaza.
«Estamos en manos de autoridades sin empatía. Me da mucha rabia e impotencia», con una sensación de ser «acallados, censurados. Tapar todo, borrar todo… no nos vamos a olvidar nunca de todo lo que ha ocurrido en Plaza Dignidad. Pueden seguir borrando lo que quieran, pero el pueblo va a seguir manifestándose, hasta que sus demandas sean escuchadas».
La antropologa Francisca Márquez, desde la academia, ha sido una de las profesoras en reflexionar sobre el significado simbólico de Plaza Dignidad, sobre lo cual expuso en el Congreso Futuro en enero.
«Leemos en este gesto de fuerte violencia simbólica y política, un intento por borrar los meses del estallido social y las demandas por una sociedad y ciudad más digna, más justa, inclusiva y diversa», señaló en un comunicado el Departamento de Antropología de la Universidad Alberto Hurtado, que integra la especialista.
«Es preocupante que quienes realizaron este gesto de borramiento, no comprendan que la ciudad, así como la sociedad, no puede volver a ser pensada desde una sola mirada, ni narrada a una sola voz. Lo que en estos meses nos enseñaron las movilizaciones, es que todos queremos un espacio en la construcción de la sociedad», señala la declaración.
Para el Departamento, la definición de lo que es o no patrimonial, lo que merece ser recordado y resguardado, es un problema de todos, y no de una élite que hoy, con este gesto de «limpieza», «se muestra como un grupo autoritario que desea imponer una única mirada, la suya, al patrimonio de todos».
«La ciudad y sus instrumentos de planificación urbana, deben comprender que el estallido social expresa justamente un malestar con esta ciudad excluyente y violenta con la diversidad. Lo que el estallido social demanda es más justicia social, más respeto y dignidad. Borrar y decidir unilateralmente lo que a la ciudad le conviene, es un gesto que solo exacerba la violencia y el malestar social», alertó.
De manera parecida se expresó Lake Sagaris, doctora en planificación urbana-regional, profesora e investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable de la Universidad Católica.
«Pintar un monumento, una y otra vez, puesto que ya afloró la voz de algunos ciudadanos y eso seguirá pasando, es no entender lo central de este momento. Amor, solidaridad, respeto, colaboración en cuidar vidas, especialmente las personas que dependen del día a día para comer», dijo la académica canadiense.
«Canadá, Estados Unidos, Inglaterra y muchos países más están cortando cheques y dándole apoyos directos, concretos para personas en esta situación. Distraerse pintando monumentos en un momento así es no entender lo esencial de la humanidad: que todos valemos, que cada vida nos importa, que cada muerte prematura nos empobrece a todos», concluyó.