La académica mapuche Elisa Loncon, la escritora yagán Cristina Zarraga y la antropóloga rapa nui Paloma Huke, entregan sus impresiones sobre la situación actual. «Más que atacar al virus, me centraría en lo que nos está mostrando esta situación: más atención a nuestro cuidado personal, nuestra alimentación, nuestra respiración, nuestras emociones, relaciones… Tiempo de parar el estrés, recuperar nuestro poder para poder ser libres, así podríamos mejor enfrentar las crisis y sentirnos sanos», afirma una de ellas.
«Todos vimos el eclipse el año pasado y nos impresionó, la mucha emoción de vivirlo nos cautivó y muchos no reflexionamos en la advertencia de mal augurio transmitido en la tradición oral mapuche».
Este es solo uno de los pensamientos de la mapuche Elisa Loncon, académica de la Universidad de Santiago, al ser consultada por las impresiones de miembros de los pueblos ancestrales en torno a la pandemia del coronavirus y sus consecuencias actuales.
La antropóloga rapa nui Paloma Huke, por su parte, dice: «Creo que como pueblo siempre estamos expuestos, aunque no lo queramos». En la isla fue declarado este martes el primer caso de la enfermedad.
«Creo que es un buen tiempo para volver a lo esencial, a mirarnos con honestidad y volver a rearmar nuestra vida sobre un suelo sano», expresa, por su parte, la escritora Cristina Zarraga, nieta de yagán.
Las tres están en cuarentena en los lugares donde viven: Loncon en Santiago, Huke con su familia en la isla y Zarraga con la suya en Alemania, donde reside hace algunos años.
«He estado trabajando desde la casa», cuenta la profesora mapuche, miembro del Departamento de Educación de su universidad. «La USACH nos ha permitido el teletrabajo, he revisado tesis, papers académicos. Estoy intentando escribir también. Hemos tenido reuniones por internet».
Ella también tiene un curso de lengua y cultura mapuche con estudiantes de la Universidad Católica y lo ha hecho vía plataforma virtual, aunque esta vía igual es complicada, porque no todos tiene un sistema de conexión expedito para trabajar.
«Hay que mandar la misma clase grabada por correo, es más trabajo sin duda, pero no estamos expuestos al contagio desde la casa. Con colegas nos compartimos las noticias, las recomendaciones caseras de la limpieza y los cuidados, incluyendo reflexiones sobre la educación, la vida y la muerte que anda libre cazando su presa por las calles del mundo. Nos preocupan nuestros padres, madres y abuelos, que son la población más vulnerable».
Zarraga está impresionada de todo lo que está sucediendo a nivel mundial, con todas las restricciones, deteniéndose la vida material en un par de días, demostrando así que lo que se pensaba impensable hoy sí se puede realizar, «lamentablemente movidos por el miedo».
«Digo lamentablemente, pues para lograr sanar la tierra, el medioambiente, jamás se han tomado medidas tan drásticas y conscientes para enfrentar este cambio climático que a todos nos está afectando, pues si enferma la tierra, los animales, enfermamos nosotros», reflexiona.
«Para mí esta situación me ha llevado a la reflexión, a confirmar ciertas creencias internas y poder compartirlas con mi familia, amigos. A todos nos afecta de alguna manera. No necesariamente contagiando el virus, esto es mucho más», subraya.
Los pueblos ancestrales tienen una memoria nefasta de las epidemias que llegaron a América con la llegada de los colonos europeos. Millones de indígenas murieron por enfermedades como el sarampión, la viruela y el tifus. La población de la propia Rapa Nui, por ejemplo, fue diezmada a fines del siglo XIX por enfermedades como la tuberculosis y la viruela.
«Nuestro pueblo fue uno de los más primitivos de esas tierras fueguinas, puros, conviviendo en equilibrio con la naturaleza, con su entorno, viviendo en plenitud y libertad», recuerda Zarraga. «Y como ya sabemos, el encuentro con los europeos rompe esta armonía en los pueblos originarios de estas latitudes. El salvajismo con el que fueron tratados, violentados, la introducción de otras costumbres, como alimentos antinaturales, las vestimentas, el alcohol, marca un quiebre entre este pasado a una civilización impuesta».
Esto se hizo «debilitando el alma humana y dando paso a las fuerzas invasoras, como lo han sido estos virus o enfermedades endémicas, que alcanzaron la muerte de un gran número de yaganes para ese entonces. Sobre todo para las familias que se encontraban hacinadas en las misiones anglicanas instaladas ahí con el propósito de evangelizar y educar a los aborígenes para una vida civilizada«.
Ella destaca que hubo grupos de yaganes que optaron por aislarse en su vida primitiva. Varios de estos no lograron ser alcanzados por estas epidemias, o los que lograron salir de las misiones también pudieron recuperarse de estas enfermedades.
«Esto me hace reafirmar lo importante de volver a la esencia de lo que realmente somos y necesitamos para vivir en armonía con los otros y con nuestro entorno».
El tema de las epidemias también ha sido una experiencia dura en el pueblo mapuche.
«Hay relatos orales que recuerdan enfermedades, hambrunas, muertes masivas. Los conquistadores españoles trajeron epidemias como el tifus, malaria, viruela, sarampión, paludismo, mucha gente murió por miles en nuestra América durante la conquista», señala Loncon.
Añade que la ocupación militar del Estado chileno en el territorio mapuche también trajo enfermedades.
«Recuerdo las historias que nos contaba mi papá, relatos de hambruna y enfermedades. Los mapuche escondidos en las montañas comiendo tallos de quila, el tallo es blando y nutritivo. Sobrevivieron con pérdidas y muchos dolores, quedaron debilitados, pero no perdieron el kimvn, en una cultura oral como la nuestra hay memoria colectiva y hasta genética, saberes espirituales que nos pueden ayudar a comprender lo que nos ocurre y entender los por qué. Hay conocimiento sobre las enfermedades, hay hierbas antisépticas, de limpieza del cuerpo, pero si el virus entra al pulmón ya es más complejo. También hay saberes sobre alimentos que da la montaña, la tierra».
Ella lamenta que hoy haya muy poca diversidad y los monocultivos de pino y eucaliptus también se han convertido en epidemias para la tierra: «La han secado, acidificado, enfermado. Ha muerto gran parte de la biodiversidad del Wallmapu».
«Hoy vive el hanta en el territorio mapuche, enfermedad provocada por el ratón de cola larga, este mata a la gente pero no hay información de cuántos mapuche mueren y sería bueno tener esos datos, estudiar los casos».
Al ser consultada sobre cómo ha vivido esta situación como miembro de un pueblo ancestral, Zarraga responde:
«Nos hemos olvidado de lo esencial. La humanidad se ha desconectado consigo misma, desconociendo sus propias fuerzas de sanación, su conexión con el gran espíritu, la naturaleza y sus seres elementales. Hemos creado necesidades innecesarias», señala.
«Esto podría ser una situación para volver a replantearnos la vida, lo esencial para cada uno. Hoy le estamos dando la fuerza a lo invisible –el virus– a través del miedo que podría terminar con la muerte, cuando hay otras fuerzas invisibles que dan vida y alimentan el espíritu-cuerpo, por ejemplo, la semilla germinada, que crece por una fuerza invisible pero también visible, la vida».
A Huke le llama la atención «el temor, la desconfianza en la vida», y lo vincula a los factores de la «nueva forma que tenemos de vivir en sociedad».
«Por ejemplo, la modernización y todo lo que conlleva», un ejemplo de lo cual es «la alimentación contaminada o transgénica».
«Como mapuche estamos también globalizados, somos una población vulnerable y estamos expuestos al contagio del coronavirus como todos en el mundo», complementa Loncon. «Nuestras prácticas son colectivas, comer de un mismo plato, matear de un mismo mate, saludar dando la mano, hacer reuniones, ceremonias y otras prácticas colectivas hoy debemos suspenderlas mientras pase la enfermedad».
«El virus llegó por la globalización, la hemos desparramado los humanos. Los sistemas médicos, la economía de los países es tan desigual, y no estaba preparada para evitarla», afirma, junto con temer que se vienen tiempos difíciles.
«En el verano, trabajando en estudios del mapuzugun, visité a un logko pewenche y él me contó sus sueños advirtiendo que venían días difíciles. En un sueño le indicaron que debía sembrar granos nutritivos de larga duración, entre ellos quinoa, cebada. En el viaje vi también la quila florecida, señal de tiempos difíciles», dice.
«También me he soñado preparando sopas de kvna, paja con la que se techa la casa, por no tener más para cocinar. No sé qué significa esto, pero estoy vigilante».
La epidemia, sin embargo, también es un momento de aprendizajes.
«Por lo general, una crisis siempre trae un renacer, la crisis nos comunica que nos hemos olvidado de nosotros mismos», enfatiza Zarraga.
«Antiguamente en nuestro pueblo se practicaban ceremonias de iniciación, precisamente para no olvidar quiénes somos, traer a la vida nuestras capacidades y no olvidar que, antes de nosotros, una gran fuerza había creado lo natural que nos rodea, para convivir con ello y no para destruirlo», recalca.
«Yo creo que esta crisis esta comenzando y también de nosotros depende cómo termine o cómo la encaucemos. Los efectos en nuestra forma de vida dependen de cómo lo enfrentemos, para mi gusto preferible sin miedo, con respeto pero sin pánico, enfocándonos en el verdadero sentido de la vida, las verdaderas necesidades. En unión, pues aquí vemos que todos somos uno, lo que hago yo afecta al otro, ya sea con el pensar, con el actuar, con el sentir».
Ella cree que es una buena oportunidad para volver a empezar, volver a los valores básicos ya impresos en todo ser humano, los mismos casi en todas las culturas, como la oportunidad para practicar la solidaridad.
«Más que atacar al virus, me centraría en lo que nos esta mostrando esta situación: más atención a nuestro cuidado personal, nuestra alimentación, nuestra respiración, nuestras emociones, relaciones… Tiempo de parar el estrés, recuperar nuestro poder para poder ser libres, así podríamos mejor enfrentar las crisis y sentirnos sanos».
También para Huke la enseñanza es clara: «Basta un techo sobre tu cabeza, comida en tu mesa, trabajar lo justo para vivir con tu familia y darte tiempo para ellos y disfrutarlos», junto con «transmitir tus conocimientos».
Loncon está segura de que la pandemia tiene efectos devastadores para la humanidad y para los pueblos originarios también, incluyendo los mapuche, «porque nuestros ancianos sabios están en riesgo».
«Cuántos saberes más perderemos con su partida, cuánto más se debilitará el mapuzugun, no lo sabemos», lamenta.
Para ella, la pandemia también demuestra la profundidad de la crisis del modelo de desarrollo que prometió el neoliberalismo, porque simplemente no hay tal desarrollo. «¿Este era el futuro prometido?», se pregunta.
«Estamos viendo que un modelo económico basado en la explotación humana, la explotación indiscriminada de la tierra, del agua, las montañas, no nos garantiza la vida. Hoy la indicación es quedarse en casa, ¿qué haces si no tienes un sueldo, con qué alimentas a tu familia? Si te indican lavarte las manos una y otra vez, ¿qué haces si no tienes agua?».
Advierte que esto ocurre con muchos campesinos y con los mapuche del Wallmapu, que no tienen agua: «Los dueños del agua son unos pocos incluyendo a algunos que hacen la política en Chile», y el modelo económico lo permitió.
«La enseñanza, creo que es volver a la tierra, cambiar la economía neoliberal que nos ha colonizado en el individualismo. Necesitamos un modelo económico y una filosofía comunitaria que nos equilibre a los seres humanos con la naturaleza, pensar en el otro y por ello cuidarse a sí mismo y a los tuyos, cuidar el agua, el aire limpio. Las conductas cuicas individualistas son vergonzantes en tiempos de crisis. En Alemania Merkel hizo un llamado explícito al cuidado colectivo, a veces el dolor nos humaniza».
Ella piensa que hoy, más que nunca, se necesita una economía de subsistencia, sembrar la quinoa, la cebada, la papa y otros, «producir nuestra huerta, los frutales», junto con «defender los bienes comunes como los ríos, las montañas, el aire limpio, los derechos de la madre tierra».
«Es obvia la necesidad de una nueva Constitución en Chile, que coloque el interés común por sobre lo individual, porque la actual nos quitó los derechos comunes y colectivos», remata.
«No sé si los gobernantes capitalistas entenderán la lección, si (Donald) Trump está llamando a salir a trabajar para no dañar la economía y la ministra del Transporte de Chile (Gloria Hutt) expone a los pobres de Santiago al contagio en el transporte público, por error, como lo reconoció. Esperamos que en 15 días más sus acciones no impliquen más muertes».