Junto con asumir las lecciones que nos está dando el COVID-19, la agenda climática debe seguir con fuerza, más aún cuando la crisis económica despierta las pasiones y el optimismo por la descarbonización mundial cae en picada con la apertura de nuevas centrales termoeléctricas en Japón y la suspensión de leyes ambientales en EEUU para activar la economía en la crisis por el COVID-19.
Estamos en un momento crucial para la especie humana en su relación con el planeta, inmersos en una crisis climática y enfrentando desafíos como: sequía, escasez hídrica, erosión costera, pérdida de humedales, arrecifes, salares y glaciares, destrucción del bosque nativo, incendios forestales, contaminación del aire y las olas de calor entre otras, todo ello en medio de una crisis sanitaria mundial desatada por la zoonosis.
Hace tan solo unos meses, justo en el verano más caluroso de la década, observamos con estupor la falta de voluntad por llegar acuerdos en la COP 25 para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y no sobrepasar los 1,5 grados de aumento de temperatura. Seguimos intentando encontrar respuestas para afrontar la urgente crisis climática, mientras combatimos a un virus altamente expansivo que forzosamente nos demuestra que sí se podían reducir emisiones, de hecho en China cayeron en un 25%.
[cita tipo=»destaque»]La urgencia climática requiere de soluciones en comunión con la naturaleza para enfrentar sus crisis, seguir concentrándose en forjar sistemas más resilientes para un convivir y un compartir más sano y saludable, probablemente este momento crucial sea la última oportunidad de estar a la altura como especie con luces colaborativas y creativas para consensuar medidas de adaptación y mitigación al cambio climático.[/cita]
Las cuarentenas en el mundo han reducido la movilidad y han evidenciado como en grandes ciudades la contaminación del aire se debía al transporte, y en especial al uso del automóvil y modos motorizados. Con esperanza vemos la reducción del dióxido de nitrógeno, con cielos más limpios, que por el encierro de la cuarentena no podemos disfrutar.
Gracias a la ciencia, ahora también sabemos que la mortalidad del virus tiene una alta asociación con la polución del aire, lo que nos plantea, además, el desafío de la movilidad y el transporte sustentable para reducir nuestras emisiones de carbono y la eficiencia energética en la calefacción de las viviendas para disminuir la contaminación intradomiciliaria.
Así como las emisiones se han detenido, la economía también. Millones de personas sin empleo producto de la caída de los mercados muestran la fragilidad de un sistema que daña tanto al planeta. En el Día de la Tierra, es necesario preguntarse si ¿debemos volver a la normalidad, es decir a mover la economía ambientalmente insostenible tal como venía funcionando? Gran tarea de reflexión tenemos hoy, y más preguntas que respuestas.
¿Será la economía descarbonizada junto a la economía circular las que nos llevará a un desarrollo globalmente sostenible?, ¿cómo lograremos la ansiada transformación socioeconómica para enfrentar la crisis climática que vivimos? No lo sé.
Pero sí sé, que junto con asumir las lecciones que nos está dando el COVID-19, la agenda climática debe seguir con fuerza, más aún cuando la crisis económica despierta las pasiones y el optimismo por la descarbonización mundial cae en picada con la apertura de nuevas centrales termoeléctricas en Japón y la suspensión de leyes ambientales en EEUU para activar la economía en la crisis por el COVID-19.
También sé que somos seres sociales, y como gran parte de nuestras actividades las realizamos fuera de casa necesitamos volver a las ciudades, aparentemente vivas, luminosas y competitivas, pero ¿las queremos tal cual, con ecosistemas maltratados, amenazando la biodiversidad junto a su vida silvestre, con escasez agua, y aún más desiguales y vulnerables?
La urgencia climática requiere de soluciones en comunión con la naturaleza para enfrentar sus crisis, seguir concentrándose en forjar sistemas más resilientes para un convivir y un compartir más sano y saludable, probablemente este momento crucial sea la última oportunidad de estar a la altura como especie con luces colaborativas y creativas para consensuar medidas de adaptación y mitigación al cambio climático.
Quizás podremos salir de nuestras casas hoy, mañana, el 2022 o el 2024, pero no podemos irnos fuera de la Tierra, porque este planeta es nuestro único hogar.
Carolina Rojas, profesora del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC e investigadora del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable CEDEUS.