“El actual brote es la invasión biológica mejor registrada en la historia humana y un verdadero laboratorio natural para el estudio de las especies invasoras”, asegura Aníbal Pauchard, investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad y uno de los autores del estudio. Emergencia repentina, proliferación y rápida propagación, adaptación a nuevos entornos o huéspedes, y dispersión geográfica a gran escala, son algunas similitudes.
Las enfermedades infecciosas emergentes como el COVID-19, están impulsadas por factores ecológicos y socioeconómicos, y su rápida propagación e impactos devastadores, son muy similares a lo que ocurre con las invasiones biológicas o avance indeseado de especies exóticas, un fenómeno que los ecólogos llevan más de dos décadas explorando. Así lo estima un reciente estudio internacional desarrollado por Aníbal Pauchard, investigador chileno del Instituto de Ecología y Biodiversidad, y académico de la Universidad de Concepción, junto a Martín Núñez, científico argentino del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (INIBIOMA, CONICET-UNCOMA), y el canadiense Anthony Ricciardi, de McGill University.
En el documento, publicado en la Revista Trends in Ecology and Evolution, los autores proponen ampliar la mirada y promover de manera urgente, la colaboración entre biomedicina y ecología, en una alianza que será “vital para limitar brotes futuros”.
Especies como el jabalí, el castor, la zarzamora o los aromos, son algunos ejemplos de invasiones biológicas en nuestro país, que estarían generando impacto y pérdidas en el ecosistema: en la biodiversidad, a nivel productivo, y en el plano de la salud humana y dispersión de enfermedades zoonóticas. En ese contexto, el estudio advierte que el comportamiento del actual brote de SARS-CoV-2, agente causal de la enfermedad de Covid-19, tiene rasgos típicos de una especie invasora: emergencia repentina, proliferación y rápida propagación, adaptación a nuevos entornos o huéspedes, dispersión geográfica a gran escala a través de redes de transporte humano, e impactos significativos sobre la salud y bienestar humano.
“El actual brote es la invasión mejor registrada en la historia humana, pero en un proceso que ocurre de forma más rápida. Tenemos datos concretos actuales y pormenorizados de este organismo, que se mueve a través del ser humano y, por tanto, aunque sea un virus, éste es un verdadero laboratorio natural que nos permite entender qué pasa con las invasiones biológicas”, asegura Aníbal Pauchard, quien además es director del Laboratorio de Invasiones Biológicas, de la Facultad de Ciencias Forestales, de la Universidad de Concepción.
Por su parte, el investigador Martín Núñez, también opina sobre estos escenarios comparativos. “La hipótesis de que SARS-CoV-2 apareció y evolucionó en especies silvestres -como los murciélagos- y llegó a los seres humanos como consecuencia de la caza y la venta ilegal, o de otras intervenciones humanas sobre la naturaleza, refuerza la analogía. Así como los pinos no resultan dañinos en donde son nativos y frecuentemente se transforman en invasores al ser plantados fuera de su hábitat, impactando en la biodiversidad, es posible que en sus hospedantes naturales el virus no hiciera daño, o, aunque lo hiciera, eso no rompía un equilibrio ecosistémico”, indica.
El problema -añade el científico argentino-, es que una vez que el virus infectó a seres humanos, éste no sólo comenzó a enfermarlos, sino también a dispersarse rápidamente, gracias a la interconexión global, haciendo que en muy poco tiempo llegara a casi todos los rincones del mundo.
Así es como, la alteración del ecosistema, explotación de la vida silvestre y conectividad en el mundo global, son elementos que, en combinación, se vinculan con esta pandemia, aumentando además el riesgo de aparición y propagación de nuevas enfermedades infecciosas, según explica el estudio. Por eso es que, además de resolver los inmensos desafíos socioeconómicos y culturales que ocasionan estas crisis, el estudio propone desarrollar iniciativas interdisciplinarias para abordar las consecuencias de la globalización y alteración de los sistemas biológicos. “Este trabajo debe incluir el estudio de las invasiones biológicas, la propagación y proliferación de organismos en nuevas regiones”, aseguran los autores.
Asimismo, se recalca que los esfuerzos de la sociedad deben dirigirse hacia el manejo no sólo de patógenos, sino también de los factores ambientales que facilitan su aparición e impactos asociados.
Aníbal Pauchard asegura que la ciencia de invasiones tiene herramientas claves para apoyar estas problemáticas. “Gracias a esta disciplina, que sólo tiene unas pocas décadas, podemos entender procesos y entregar una mirada complementaria a la epidemiología, ayudando, por ejemplo, a analizar las etapas de transporte, rápida proliferación y adaptación a un nuevo ambiente. Por eso, nuestro llamado es a colaborar y que en conjunto podamos transferir este conocimiento”, comenta.
¿Pero cuáles son esos aportes? La ciencia de las invasiones examina la conexión entre los sistemas naturales y antropogénicos -intervenidos por el hombre- integrando miradas como la ecología, biogeografía, dinámica de poblaciones, biología evolutiva, análisis de riesgos, historia humana y gestión ambiental, entre otras áreas. Esto, para comprender la propagación de organismos introducidos por seres humanos, ya sea intencional o no, a nuevas áreas donde se expanden sin control.
Lo interesante es que esta disciplina no sólo aborda este fenómeno en animales o plantas, sino que también, ha ido ampliando su espectro a bacterias, microbios, virus, organismos genéticamente modificados, entre otros, que están sujetos a las redes de transporte y diseminación.
Por otro lado, la ciencia de invasiones también puede ayudar a entender los factores ecoevolutivos, asegura el investigador del IEB. “Y cuando entendemos esto último, podemos trazar el origen de una especie, y eso nos permite dilucidar cualquier duda que surja en este sentido, algo que se ha visto reflejado en las numerosas fake news sobre el origen del coronavirus, pero que gracias a la evidencia científica contundente sobre el origen zoonótico de este patógeno, han podido ser desmentidas”, agrega Pauchard.
Por último, el investigador también destaca que la bioseguridad es un tema que debiera ser revisado por cada país, asegurando aspectos como la regulación del tráfico de especies silvestres, las barreras sanitarias en materia de alimentación, entre otros elementos. “Sin duda, lo que aprenderemos de esta pandemia será cambiar cómo manejamos el movimiento de organismos a nivel planetario”, concluye.