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Crítica a libro “El origen de la rebeldía” de Juan Cristóbal Sotomayor: explosiones ¿imprevistas? CULTURA|OPINIÓN

Crítica a libro “El origen de la rebeldía” de Juan Cristóbal Sotomayor: explosiones ¿imprevistas?

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Imposible no reparar en el título del libro y tratar de escudriñar en su significado. ¿Qué significa el origen de la rebeldía? ¿Un origen asociada a la infancia? ¿Una infancia “traumatizada”? ¿Cómo se va urdiendo esa rebeldía? En este sentido, hay cierta ambivalencia que es acertada, porque en lo literal se pierde toda buena narración.


“Mateo no muestra el daño psíquico que pensábamos, siente cierta decepción por el mundo de los adultos. Tiene rabia contra el sistema y contra sus padres. Dice que no quiere ir al colegio, señala que no hay nada que pueda aprender ahí. Se observa cierta rebeldía en su actitud”, fragmento del libro. 

Un asesinato en el patio de un colegio exclusivo. Un secuestro. Una huida por las desérticas carreteras del norte de Chile. Radiopatrullas, francotiradores, helicópteros. La farándula televisiva. Diego Valenzuela, el conductor de un furgón escolar. Y niños. Seis niños, en la cuadratura de una existencia predecible y delimitada por una “normalidad” incuestionable que de pronto se trastoca, se tuerce. De eso y más trata El origen de la rebeldía (Editorial Viuda Negra, 2019) de Juan Cristóbal Sotomayor (Santiago, 1972).  

La novela de no más de doscientas páginas se caracteriza por una estructura que juega con la temporalidad, con un narrador predominantemente en tercera persona, que pese a ser omnisciente no alcanza a profundizar en la trayectoria psicológica de los personajes. La escritura es fluida, a veces parca, que ocupa las palabras precisas para construir una atmósfera explosiva. Sí, explosiva. Así son las semillas, los comienzos, los gérmenes. 

[cita tipo=»destaque»]Un muestrario de lo que es este libro: gente que hace su trabajo, gente que humilla a otra, gente que se deja humillar. Un sistema de reconocimientos mutuos (ese “contrato tácito de convivencia”) basado en la falta de empatía y humanidad, donde el otro no importa o simplemente es maltratado, infantilizado o ignorado. Hablamos del adulcentrismo y cómo la voz de niños y niñas es despolitizada. Es evidente el interés del autor, con mayor o menor pericia, de retratar esta realidad y al mismo tiempo de tensionarla, hiperbolizándola, remarcando eso en la narración.[/cita]

 “Don Augusto Valdés, el padre de los mellizos, es un conocido empresario que hizo fortuna a partir de una relación ambigua con las cúpulas de poder. Además, responsabiliza a su mujer de no darle una familia numerosa como en la que creció él y el resto de sus amistades” (pág. 44).

“Cuando Diego pasó a engrosar los índices de cesantía en la Región Metropolitana, cayó en una profunda depresión. No solo porque veinticinco años de apatronamiento convierten a cualquier hombre en un buey” (pág. 59).

“Al salir de la armería, Diego se sintió estupendo. Estaba protegido contra ese mundo hostil que se había empecinado en hacerle la vida difícil y, aunque apenas tenía un disparo, era más que suficiente para ponerle término a todos sus problemas” (pág. 62).

Un muestrario de lo que es este libro: gente que hace su trabajo, gente que humilla a otra, gente que se deja humillar. Un sistema de reconocimientos mutuos (ese “contrato tácito de convivencia”) basado en la falta de empatía y humanidad, donde el otro no importa o simplemente es maltratado, infantilizado o ignorado. Hablamos del adulcentrismo y cómo la voz de niños y niñas es despolitizada. Es evidente el interés del autor, con mayor o menor pericia, de retratar esta realidad y al mismo tiempo de tensionarla, hiperbolizándola, remarcando eso en la narración. 

“Piensa que lo más seguro es que Sebastián esté bien retado, ya que el chico no tiene límites y, haciendo memoria, recuerda que muchas veces se tuvo que aguantar darle la zurra que su madre no había tenido la deferencia o el coraje de propinarle” (pág. 19). 

“El niño no habla. ¿Está asustado? ¿Está enojado? Tal vez es muy pronto para saberlo. ¿Mutismo selectivo? ¿Mutismo reactivo?” (pág. 38). 

“(…) Tiene la absoluta certeza de que los golpes enderezan a los niños, les dan carácter y los convierten en hombres, pero sabe que su hijo es un inútil que jamás podrá ser corregido. Ni siquiera a golpes” (pág. 80). 

“—Ya, no tienes plata, pero tienes una pistola —dice Sebastián en un tono muchísimo más alto del que Diego hubiese deseado (…) ¿Quieres que la cambie por dulces? —pregunta, tratando de evitar la mirada nerviosa del encargado del local” (pág. 121).

“No sabe desde cuándo, pero en algún momento los niños se convirtieron en una aceitada máquina del crimen” (pág. 162).

“La vida es cruel, mejor que lo aprendan de chicos”, tal como lo dice el tío de la liebre. 

Escritor Juan Cristóbal Sotomayor

Imposible no reparar en el título del libro y tratar de escudriñar en su significado. ¿Qué significa el origen de la rebeldía? ¿Un origen asociada a la infancia? ¿Una infancia “traumatizada”? ¿Cómo se va urdiendo esa rebeldía? En este sentido, hay cierta ambivalencia que es acertada, porque en lo literal se pierde toda buena narración. No hay que confundir literatura con panfleto, porque en el acto del decir hay más politicidad que en el decir mismo, o sea el mensaje, lo manifiesto, lo evidente. 

 Entonces, este libro funciona más en lo que no se dice abiertamente, en lo que se trasluce, en lo que subyace, en el forado que se abre en esa organización de lo real. Aquí podemos encontrar muchos cursos de colisión, muchas trizaduras internas, la pólvora social, la rabia, mucha rabia. Más que una mera ficción con sus debilidades y aciertos, El origen de la rebeldía podría ser leída como una parábola de un Chile siempre a punto del colapso. 

Juan Cristóbal Sotomayor. El origen de la rebeldía. Editorial Viuda Negra, 2019. 184 páginas. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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