Droghetti fue diseñador escénico de ópera y teatro por treinta años, trabajó para el teatro Municipal, Teatro nacional Chileno, Nescafé de las Artes y, claro, para muchas (verdaderamente muchas) producciones extranjeras, especialmente en Europa.
Intentamos olvidar la muerte porque su presencia es tan permanente, absoluta y obligatoria, que no queda otra opción que mirar hacia el lado, ponerla entre paréntesis, para continuar con esa senda, a menudo equívoca, que hay entre nacer y morir y que llamamos vida.
Ayer falleció Germán Droghetti.
No debería tener nada más que decir… llevaba una semana internado en la clínica Santa María, contagiado de Covid. Antes y durante aquello, hablamos a menudo por WhatsApp y también tuvimos reuniones vía zoom, reuniones de trabajo que siempre tenían algún momento divertido, de ánimo, de alegría, fundamentalmente, gracias a él.
Droghetti fue diseñador escénico de ópera y teatro por treinta años, trabajó para el teatro Municipal, Teatro nacional Chileno, Nescafé de las Artes y, claro, para muchas (verdaderamente muchas) producciones extranjeras, especialmente en Europa.
[cita tipo=»destaque»]Quienes lo conocíamos lo quisimos mucho, realmente mucho y, realmente, se trata de una pérdida profunda y, sin duda, irremplazable. Nadie muere realmente, porque somos eternos. Hoy, querido Germán, hemos brindado por ti, hoy te hemos recordado, hoy te seguimos queriendo como siempre te quisimos.[/cita]
Sin embargo, una labor que lucía menos, pero que siempre desarrolló con amor y preocupación, fue la docencia. En la Universidad de Chile, fue académico del Departamento de Teatro en la carrera de Licenciatura en Artes con mención en Diseño Teatral y, durante décadas, formó a estudiantes en aquella disciplina, quienes siempre lo reconocieron, igual que nosotros sus colegas, como un verdadero maestro.
En lo personal, la partida de Germán me duele mucho, porque realmente lo apreciaba. En un medio difícil, como es el arte, que no se caracteriza por personas amables ni de buen corazón, Germán contaba con esas características y muchas más.
Lo recuerdo perfectamente en el departamento de teatro, cuando yo entraba y él ya estaba ahí, conversando con Mónica y Paulina, las secretarias, y me saludaba con un “Hola, lolito”, porque a pesar de mis años, siempre insistió en decirme así. También lo recuerdo en las comidas de fin de año del Departamento de Teatro, cuando cocinábamos varios académicos juntos, riéndonos, contando anécdotas; era un hombre generoso, sencillo y lleno de virtudes… siempre tuvo una palabra amable o de ánimo para mí… es especialmente fuerte su partida, porque en los últimos años, lo sentía triste. No quiero escribir mucho sobre aquello, porque fueron conversaciones personales, simplemente me queda la impresión que tenía una cierta melancolía vinculada con el arte y la docencia.
En el último tiempo, de hecho, mientras estaba en la clínica, hablamos bastante por un grupo de chat de académicos y a veces también por interno. No voy a poner aquí sus mensajes, solo decir que seguía, a pesar de todo, teniendo buen sentido del humor y que también parecía tener una profunda conciencia del tiempo.
Quienes lo conocíamos lo quisimos mucho, realmente mucho y, realmente, se trata de una pérdida profunda y, sin duda, irremplazable. Nadie muere realmente, porque somos eternos.
Hoy, querido Germán, hemos brindado por ti, hoy te hemos recordado, hoy te seguimos queriendo como siempre te quisimos.
Buen viaje, querido amigo.