Fanático nivel experto de la historieta y de los giros modernos que daba el llamado noveno arte en Europa, tras una intensa vida política y sindical entre los años finales del franquismo y el inicio de la transición española, conoce Latinoamérica a fines de los 70 e inicios de los 80 como muchos de sus amigos, entre ellos su compañero de activismo Pedro Bueno, quien en el 86 le propone venir a Chile y editar una revista de cómic en la línea de lo que en España estaban haciendo publicaciones como El Víbora, Zona 84, o Tótem, propuestas dirigidas a público adulto y pensante, alejándose de las clásicas historietas de superhéroes, aventuras, o tiras cómicas para niños.
A los 65 años y producto de una complicación en la recuperación de una cirugía falleció la noche del jueves pasado en Madrid, José Antonio Arroyo, español, y cofundador de la emblemática revista de comics para adultos Trauko, proyecto que desafió a la dictadura de Pinochet con el imaginario de la libertad negada, reflejada en atrevidas viñetas de la mano de una nueva generación de dibujantes chilenos a los que Arroyo, junto al también español, Pedro Bueno, la argentina Inés Bagú y los chilenos Hilda Carrera y Emilio Ruz fueron los mentores y parte importante del impulso que los hizo ser masivos y muy significativos para el momento que Chile vivía, y en el caso específico de Arroyo, como un gran promotor de autores chilenos de cómic en Europa y España.
Fanático nivel experto de la historieta y de los giros modernos que daba el llamado noveno arte en Europa, tras una intensa vida política y sindical entre los años finales del franquismo y el inicio de la transición española, conoce Latinoamérica a fines de los 70 e inicios de los 80 como muchos de sus amigos, entre ellos su compañero de activismo Pedro Bueno, quien en el 86 le propone venir a Chile y editar una revista de cómic en la línea de lo que en España estaban haciendo publicaciones como El Víbora, Zona 84, o Tótem, propuestas dirigidas a público adulto y pensante, alejándose de las clásicas historietas de superhéroes, aventuras, o tiras cómicas para niños. “Toño”, como le llamaban sus cercanos, no lo duda y deja su trabajo de administrativo municipal en un polideportivo de Madrid y se lanza con 34 años a la incierta aventura de crear una revista de comics no tradicionales en un país en dictadura.
Como lo cuenta él mismo Antonio en una larga entrevista que en 2011 le realizó el guionista y editor Carlos Reyes en el sitio Ergocomics.cl con motivo de la exposición que el Centro Cultural de España hizo sobre la revista, que lo trajo de vuelta y por última vez a Chile: “Era lo que yo quería (…) en el 86, cuando vengo por primera vez a Chile veo a Hilda (Carrera) que había recopilado lo que salía en ese momento que era el “Enola Gay”, la “Matucana”, “Ariete”, “Tiro y Retiro” para que yo viera si había dibujantes… me deja buena sensación. Veo que hay madera y que no tienen un soporte que les dé continuidad para que puedan desarrollar su arte. Pero yo veo que hay madera y que se puede contar con ello”, recuerda aclarando que “ No queríamos tampoco hacer un negocio normal y corriente. Queríamos algo que incidiera en un espacio cultural, político. Todos veníamos de la izquierda y queríamos pues ayudar en este momento del 88 aquí en Chile. Ya se veía que iban a haber elecciones, el Sí y el No. Nosotros queríamos apoyar esa transición”.
Así nació la revista que entre 1988 y 1991 llevó a los quioscos todos los meses y con portada a color, no solo las historias más bizarras e insolentes hasta entonces dibujadas, sino que además contenido cultural muy apreciado debido a los pocos espacios que había en la época para saber de Las Yeguas del Apocalipsis, Mauricio Redolés, el pintor Fernando Allende, o la extinta banda Fulano. El mundo de los fanzines en roneo comenzaba aparecer a plena luz del día junto a los álbumes de Salo, llegando a tener distribución nacional y un tiraje de 5 mil ejemplares. Allí brillaron autores/as como Marcela Trujillo, Mauricio Salfate, Yo-yo; Claudio Romero, Karto; Juan Vásquez; Martín Ramírez y su inolvidable personaje Checho López; Lautaro Parra, Vicente Plaza, Vicho; Claudio Galleguillos, Clamton (Q.E.P.D.); Felipe Silva, Felva; Miguel Hiza, entre muchos otros más.
El dibujante Claudio, Karto, Romero, parte del equipo estable de creadores de Trauko, recuerda al Antonio de esos años como “Un generador de encuentros notables como esa vez que nos presentó a Pedro Lemebel y Pancho Casas en la mítica casa Trauko de san Miguel donde las Yeguas del Apocalipsis antes de ser las Yeguas del Apocalipsis, nos regalaron un show de cabaret burlesque gay con plumas y baile a todos los que estábamos esa noche esperando que pasara el toque de queda para volver a nuestros hogares”.
Otro de los jóvenes autores de la época que fue acogido por Arroyo en Trauko, Vicente Plaza, Vicho, destaca su respeto por “Nuestras particularidades y la precariedad de nuestra producción, aparte de nuestros egos chilenos. Sintió como homenaje una historieta satírica de Toño Ahumada y Héctor Leal sobre los españoles que explotaban a los mapuches para que dibujaran cómics”, recuerda.
Pese al éxito de ventas y el gran impacto de Trauko en el público juvenil, los avisadores nunca se atrevieron a aparecer en sus páginas, menos después de la aparición del hoy célebre número 19 en el que un cómic de Marcela Trujillo y Huevo Díaz, mostraba a la Virgen María pariendo al Niño Jesús en medio de una fiesta con los Reyes Magos tomando en garrafa y dos reventados gatos llamados Afrod & Zíaco. Ese número marca, además de la excusa que la Junta Militar necesitaba para dejarles caer su brazo aún pesado el año 89, el alejamiento de Antonio Arroyo de la revista para iniciar la editorial Trauko Fantasía, con la visionaria idea de publicar libros completos de autores chilenos.
Si bien no fue el responsable directo del contenido del número 19, cuyo escándalo llevó al almirante Merino a pedir una misa de desagravio a la Virgen, Arroyo sí lo fue del número 8 en el que un cómic de De La Cruz muestra a un carabinero abusando de una menor de edad, lo que ya había despertado las alertas del régimen. Pero un set de tarjetas ilustradas que venían como separata en el número 19 (diciembre de 1989), que con el nombre “Feliz Democracia” celebraban el fin de la dictadura, fue lo que realmente enfureció a la Junta que en sus últimos meses les hizo sentir las consecuencias, que también alcanzaron a Arroyo “Estaban quemados, jorobados y a nosotros pues nos pillaron. Yo tenía una hija pequeña y tuve que salir arrancando de la casa. Había noticias de paramilitares a quienes estaban incitando por ahí… que si éramos irreverentes o sacrílegos o lo que fuera. Mi hija pequeña la dejé con Margarita, la empleada, durante una semana y yo me quedé en casa de Germán, que era un artista colaborador. Íbamos de arriba abajo. A la tercera visita dije, ‘ya vamos, me da igual. Yo no puedo estar más así separado’. Y cuando volvimos no pasó nada. Pero la verdad es que sí estaba el temor. Ese fue el momento más complicado, más grave”, recuerda en la entrevista en Ergocomics.cl
Quienes lo conocieron y compartieron con él coinciden en su generosidad y la genuina intención de llevar al cómic chileno a un nivel que hasta entonces no tenía referentes, salvo honrosas excepciones. El cineasta y editor de cómics, Rodrigo Araya Tacussis, autor de un documental sobre la revista estrenado en 2015, fue también gestor junto a Carlos Reyes y Ricardo Vega de la exposición en el Centro Cultural de España que trajo de vuelta a Antonio Arroyo a Chile 2009 luego de 15 años. “Un gran visionario en la edición de libros de cómics, ‘álbumes de autor’ como decía él, a principios de los 90”, recuerda afectado por la partida de quien se hizo cercano, agregando que fue “Un maestro generoso como pocos. Lo conocí a finales de los 2000 viajando a su tierra, en su barrio Lavapiés en Madrid, me recibió, alojó y acogió sin conocerme, lo entrevisté para mi documental sobre la revista Trauko, conversamos, tomamos pintas de cerveza por los bares de su barrio, nos reímos y disfrutamos de anécdotas comiqueras”.
Vicente Plaza, “Vicho”, por su parte, destaca el gran cariño que cultivó en todos y todas las historietistas en Chile, “Porque con generosidad impulsó no solo la revista Trauko, junto con Pedro, Inés, Hilda y Emilio, lo que ya es bastante, sino después, cuando separaron caminos, Antonio creó y financió el sello Trauko Fantasía, publicando a Clamton, a Martín Ramírez con Checho López y a Lautaro Parra con Blondie, desde su oficina en calle Bandera, el mismo edificio y capaz que la misma oficina que años después ocuparon Heredia Detective y su gato”, recuerda con cariño.
Para Claudio Romero,“Karto”, “Fue un gran promotor de muchos dibujantes chilenos en el extranjero llevando nuestros trabajos a la feria del cómic de España cuando acá estábamos aún en pañales en cuanto a narrativa gráfica, gran conocedor amante de lo que llamamos la ‘línea clara’ en esos años, o sea, el dibujo limpio sin tantos achurados y con una buena base académica …”
En la última respuesta a la entrevista de Ergocomics.cl Antonio alcanza a ver lo que comenzaba transformar una vez más al cómic chileno, dejándolo hoy una nueva muestra de su capacidad de ver e ir más allá “De alguna forma ahora como que se cierra una época. Quedarán flecos como dices tú por ahí y eso, pero para mí como que se cierra toda la época anterior y se abre toda una nueva, con las nuevas tecnologías y con toda la gente en Chile levantando este tema de nivel. Se tiene que abrir a algo para que vaya a la expansión, que no vaya a seguir haciendo de Chile la isla que ya sabemos. Sino a romper las barreras y a mezclarse por lo menos con toda Sudamérica y Centroamérica ya que tienen la ventaja del mismo idioma”.