El sitio permite recorrer en el día 36 del estallido social los 2,4 kilómetros que hay entre Plaza Italia y la Plaza de la Ciudadanía, frente a La Moneda, en que combinan imágenes y breves textos de artistas y académicos. La autora es la diseñadora Carola Ureta, que trabajó en conjunto con el fotógrafo Daniel Corvillón y el desarrollador web Felipe Sologuren. «Considero el diseño como una poderosa herramienta capaz de ordenar y decodificar la información de nuestro entorno de múltiples formas, favoreciendo así la comunicación y el entendimiento entre personas», señala Ureta.
Un proyecto web rescata la memoria del estallido social del 18 de octubre que quedó plasmado en las murallas de la Alameda Bernardo O’Higgins, bajo el nombre de «La Ciudad Como Texto». El sitio permite recorrer la avenida en el día 36 del estallido en un recorrido de 2,4 kilómetros, en que combinan imágenes y breves textos de artistas y académicos, entre Plaza Italia y la Plaza de la Ciudadanía, frente a La Moneda.
La autora es la diseñadora Carola Ureta, que trabajó en conjunto con el fotógrafo Daniel Corvillón y el desarrollador web Felipe Sologuren.
Se trata de 136 fotografías que para sus creadores «permiten que personas de todo el mundo puedan vivir la experiencia de caminar por esas calles y fijar la memoria en un momento único de la historia de Chile, recopilando de manera única todos aquellos mensajes que fueron plasmados en los muros de las calles como eco de las demandas sociales». Este material –gratuito y de libre acceso– se presenta como insumo para diversas investigaciones y trabajos a nivel educativo, artístico y cultural.
Además de las imágenes, este proyecto cuenta con 36 invitados, entre los que destacan el Premio Nacional de Arquitectura Miguel Lawner; el grafista Vicente Larrea; la editora de LOM Ediciones, Silvia Aguilera; el historiador José De Nordenflycht; la actual rectora Académica de la UArtes del Ecuador, María Paulina Soto; y el psicólogo Gonzalo Rojas-May, entre otros, quienes colaboraron por medio de la escritura de una nota al pie inspirada en fragmentos específicos del registro.
«Durante las insurrecciones populares, los muros de la ciudad pasan a ser el pizarrón donde se expresan las aspiraciones, los sueños, las angustias, los desafíos, los rencores, las demandas. En fin, todos los sentimientos reprimidos por los sistemas políticos opresores y excluyentes», comenta Lawner.
«La Ciudad Como Texto es un retrato excepcional de un momento excepcional en nuestra historia. Tal como ocurrió con los muros de Petrogado, a raíz de la revolución bolchevique en 1917, con los de Ciudad de México convulsionada por la Revolución Agraria de 1930, los de París en 1968, llamándonos a ser realistas, pidiendo lo imposible, o los de Santiago en 1970, con esa creativa irrupción de las Brigadas Ramona Parra. Pasarán los años y permanecerá imperecedero el registro de nuestro octubre histórico», agregó el arquitecto.
Siguiendo la estética que marcó las manifestaciones, estos textos son iluminados por láseres verdes y pueden visualizarse en la medida que se navega por el trayecto urbano.
El ejercicio manual y digital de reconstruir este paño kilométrico, permite rescatar las demandas, consignas, frases, personajes y mensajes que se gritaron en las calles y que fueron borrados por la pintura de una organización invisible y luego por los efectos de la pandemia de COVID-19.
«Considero el diseño como una poderosa herramienta capaz de ordenar y decodificar la información de nuestro entorno de múltiples formas, favoreciendo así la comunicación y el entendimiento entre personas», señala Ureta.
En esa línea, le interesa participar en proyectos que buscan ahondar en temas de interés y desarrollo social, ligados al ámbito cultural, artístico y patrimonial que tengan el potencial de trascender, siendo un aporte al desarrollo humano y colectivo.
A su vez, se ha desarrollado como investigadora, preocupada del rescate histórico del diseño chileno, donde destaca el trabajo realizado junto a Pedro Álvarez Caselli, en el libro publicado el 2014 sobre la vida y obra de uno de los primeros ilustradores nacionales, Luis Fernando Rojas, Obra Gráfica: 1875-1942 (LOM Ediciones).
Actualmente, la artista trabaja integrando los conocimientos que adquirió luego de un máster en Gestión Cultural y la práctica del diseño editorial y gráfico, complementados con la constante experimentación, la libertad del juego por medio del arte y la convicción por el trabajo colaborativo, generando proyectos que contribuyan a mejorar la cultura democrática.
«Este valioso proyecto, que por un lado busca ser un aporte al ámbito de la gráfica chilena y a la historia del país, se presenta, por sobre todo, como una plataforma para activar el diálogo y la reflexión, concibiendo siempre el arte como motor político», comenta.
Paulina Soto, una de las colaboradoras del proyecto, piensa que se trata de una nueva forma de hacer memorias del pueblo.
«No dudé ni un segundo en valorarlo y apoyarlo en todo lo mínimo que podemos y debemos aportar quienes trabajamos con ideas y su pulsión transformadora. Si a ello agregamos el privilegio de conocer de cerca la potencia y talento de su gestora y motor del equipo que ha parido este artefacto contemporáneo, menos duda podía caber», dice.
«El resultado está a la vista, registra y rescata para la posteridad el patrimonio históricamente marginalizado. Desechado de las galerías de arte y de la ‘alta’ literatura. Por eso rescato, en mi texto, aquellas poéticas frases extraídas de la calle: “Las paredes son la imprenta del pueblo” (rayado en la Alameda y Santa Rosa)».
«Celebro que el estallido conmueva e integre a una sociedad dañada y fragmentada, porque en ese impulso radica la necesaria ternura con la que deberemos seguir, hasta que la dignidad se haga costumbre», mientras cita el rayado “Chile despertó. Dime algo más lindo k eso”, de la Alameda y Juan Antonio Ríos.
«Aceptar la invitación era, simplemente, depositar tiernos impulsos a ese latir de quienes, desde la sensibilidad artística y profesional, nos regalan estos rayos de tinta verde fosforescente que dará luz a quienes les arrebataron la vista y a nosotros, para seguir luchando. Para no olvidar».
Para el académico y poeta Jorge Montealegre, otro de los «comentaristas» en el proyecto, se trata de un registro valioso, ya que esas huellas fueron borradas durante esta pausa de cuarentenas.
«Es un testimonio del estallido y de silencio estruendoso. Participo con un texto sobre el paso de las marchas frente al Crown Plaza. Me pareció increíble que se juntara en ese nombre la Corona (virus) y la Plaza (de la Dignidad). Con esas dos palabras se puede contar un momento extraño de la historia de Chile», dice.
Silvia Aguilera, por su parte, cuenta que aceptó la invitación a participar porque le pareció «una iniciativa interesante y significativa, como registro gráfico, histórico, estético, político. Lo que sucedió en octubre y los meses que le siguieron ha sido algo muy contundente y sorprendente. La ciudad se hizo texto, pretexto y contexto de la expresión más profunda de una ciudadanía cansada de sentirse abusada de manera sistemática, de sentirse maltratada, despojada de derechos básicos, de tener que aceptar y callar».
«Y esa irrupción, disrupción, revuelta, rebelión de octubre, en su manifestación condensa el cansancio y la fuerza creadora en busca de un horizonte distinto. Fue esa ebullición la que se plasmó en las paredes de las calles de Santiago y de muchas ciudades de este largo territorio. Esas calles, esos muros nombraron lo que el silencio ha guardado por décadas, se hicieron prensa independiente, se hicieron pliego y proyecto, se hicieron anhelos y territorio de esperanza, se hicieron museos y comunidad viva. De allí la importancia de esta iniciativa de Carola y el equipo que se aventuró a hacer el registro y la invitación para releer, interpretar o seguir escribiendo sobre ese palimpsesto», agrega Aguilera.
Y aunque hoy las calles vuelven a estar “limpias”, afirma que «no me cabe duda que ellas serán las páginas en donde de manera colectiva se escribirá la nueva Constitución de Chile».
«Quise y quiero, apoyar en los hechos a Carola, Daniel y Felipe en el hacer de este explícito y contundente testimonio visual del Chile actual», expresa por su parte Larrea. «Quiero, por ser ellos un ejemplo poco común de juventud auténtica, que sin maquillajes, poses ni apariencias han sabido sumar sus talentos y común rigor, al definir un propósito y una meta. Meta no fácil ni rápida de cumplir, con un trayecto de paso a paso, superando baches, aprendiendo a tender puentes, construyendo página a página, hasta cumplir lo prometido a sí mismos».
«Dije y repito que estos jóvenes chilenos son un ejemplo, un muy buen ejemplo de personas que sin explicaciones y con mucha voluntad saben hacer, lo que quieren hacer… y lo hacen muy bien… para el conocimiento y beneficio de un mejor Chile. ¡Gracias, Carola, Daniel y Felipe, por todo lo que hay que aprender de ustedes!».