Cuando Ray Bradbury publicó «Fahrenheit 451» en 1953, imaginó un mundo dominado por la cultura audiovisual y en el que la palabra escrita quedaba prohibida, una preocupación, la del predominio de la imagen, que resuena en el centenario del nacimiento de este escritor estadounidense.
El 22 de agosto de 1920 nacía en Illinois un joven que se convertiría, de manera autodidacta, en uno de los maestros de la literatura estadounidense, con una capacidad analítica deslumbrante y una imaginación capaz de imaginar futuros tan creativos como pegados a la realidad.
Ya «no es necesario quemar los libros para destruir la cultura, sino que basta con dirigir a la gente para que no los lea» y «eso es lo que está ocurriendo», afirmó Bradbury a un diario italiano hace veinte años.
Casi medio siglo antes, el escritor había publicado su obra cumbre, «Fahrenheit 451», cuyo título hace referencia a la temperatura a la que el papel empieza a arder, una historia futurista sobre una sociedad que da la espalda a las letras y que hoy sigue atrayendo lectores y nutre incontables referencias.
Las declaraciones que Bradbury dio antes de morir en California, en el año 2012, anticipaban muchos de los debates que en 2020 cuestionan la dependencia de las redes sociales, la obsesión por internet y la deshumanización de la tecnología.
«Tenemos demasiados teléfonos móviles. Tenemos demasiadas redes. Tenemos que deshacernos de esas máquinas, tenemos demasiadas», aseveró en una entrevista con Los Ángeles Times en 2010.
Por entonces Facebook estaba despegando y la gente empezaba a entender qué era eso de los «teléfonos inteligentes» que hoy sirven para casi todo.
Pero Bradbury siempre se adelantó a su tiempo, mostrando su disconformidad con el abuso de la imagen cuando las televisiones llegaban a los hogares en el siglo XX, presumiendo luego de no usar computadoras y finalmente expresando su escepticismo sobre el valor de internet para la sociedad.
De la red de redes llegó a afirmar que había reducido la capacidad de las personas para comunicarse y mantener conversaciones con los demás.
Admirador declarado de Rice Burroughs y de Julio Verne, Bradbury se consideraba a sí mismo «un narrador de cuentos con propósitos morales» y le gustaba identificar su género con la fantasía.
Rechazaba la etiqueta que lo situaba como «maestro de la ciencia ficción» ya que él no era solo un creador de distopías y era capaz de escribir sobre lo irreal, incluso de hacerlo de manera optimista.
«No escribo ciencia ficción (…) la ciencia ficción es una descripción de lo real. La fantasía es una descripción de lo irreal», y como ejemplo de fantasía puso «Crónicas marcianas», un relato que comparó con «los mitos griegos».
Pero ese «mito clásico» era todo lo moderno que se podía esperar del estadounidense, quien contó que tenía grandes esperanzas en que el hombre iba a ser capaz de asentarse en Marte algún día, para «dejar atrás los problemas de la Tierra y comenzar de nuevo».
Haciendo gala de su gran sentido del humor, Bradbury aseguró que le hubiera gustado ser enterrado en Marte, donde esperaba que se leyeran sus libros y que estos causaran risas entre los colonizadores por lo inexactas que serían sus descripciones.
Tras «Crónicas Marcianas» siguieron «El hombre ilustrado», «El vino del estío», «La feria de las tinieblas», «Las doradas manzanas del sol», «Remedio para melancólicos», «Las maquinarias de la alegría» y «It Came from Outer Space», adaptada al cine por él mismo.
Quizás parte de la de gran imaginación del escritor fue que su educación se basó en la lectura, ya que no pudo ir a la universidad por problemas económicos.
«Las bibliotecas me criaron. No creo en los colegios ni en las universidades. Creo en las bibliotecas, porque la mayoría de los estudiantes no tienen dinero. Cuando me gradué de la escuela secundaria, fue durante la depresión y no teníamos dinero. No pude ir a la universidad, así que fui a la biblioteca tres días a la semana durante diez años», declaró una vez el escritor.
Por ello, para conmemorar el centenario de su nacimiento la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y la de Los Ángeles organizarán una lectura pública de “Fahrenheit 451” en la que participarán William Shatner, Rachel Bloom y Neil Gaiman, entre otros.
Internet hará posible el encuentro en plena pandemia mundial, el mismo internet que el autor criticó cuando se popularizaba su uso, porque Bradbury era tan moderno que llegó a ser escéptico de las redes sociales mucho antes de que esa postura también haya terminado calando entre los demás.