El filme del director chileno Juan Mora Cid podría tener su estreno mundial en la Berlinale del próximo año. La cinta narra la historia de un chileno-suizo que vuelve al país después de casi medio siglo para vender una herencia y su choque con miembros de la comunidad mapuche. Los alemanes «me felicitaron por la obra ya que era un mundo que muchos de ellos desconocían hasta ahora. Al escuchar esos comentarios sentía que se cumplía uno de los objetivos importantes de este proyecto y que era que la temática saliera de Chile y generara opinión en otras latitudes del mundo», cuenta satisfecho el cineasta.
El choque entre dos cosmovisiones en torno a la relación con la tierra entre el mundo indígena y el Occidente capitalista es el objeto de la película «Dominio vigente», del director chileno Juan Mora Cid.
La cinta acaba de ser destacada en Alemania por la Academia de Cine en los First Steps Awards otorgados a mediados de septiembre y podría tener su estreno mundial en la Berlinale del próximo año.
Dominio vigente narra la historia de un chileno-suizo que vuelve al país después de casi medio siglo para vender una herencia y su choque con miembros de la comunidad mapuche.
Para su director la nominación en tierras germanas fue un gran mérito por muchas razones. Primero porque un jurado externo a esta producción valoró la película y su mensaje, «y en segundo lugar, que una producción independiente como esta ha quedado seleccionada dentro de las tres mejores producciones en la categoría de largometraje, una de las más competitivas y difíciles de producir, es sin duda un gran reconocimiento».
Durante la premiación, Dominio vigente compartió podio con películas de primer nivel producidas por la industria en Alemania y a su director esto le significó compartir en el día de la ceremonia con muchas personalidades pertenecientes al mundo de la producción cinematográfica profesional de Alemania.
«Ellos me felicitaron por la obra ya que era un mundo que muchos de ellos desconocían hasta ahora. Al escuchar esos comentarios sentía que se cumplía uno de los objetivos importantes de este proyecto y que era que la temática saliera de Chile y generara opinión en otras latitudes del mundo», cuenta satisfecho.
Mora (Concepción, 1983) vive en Alemania desde 2009. Allí cursó un Magíster en Comunicación Visual y Máster en dirección de cine de la Kunsthochschule de Kassel.
«La idea de volver a Chile para realizar una película me rondaba en la cabeza hacía ya un par de años, aunque sabía que para ello debía tener primero un argumento con la fuerza suficiente para impulsarme a tomar aquella decisión. Todo esto bajo la plena conciencia de que producir un filme en otro continente sería un tremendo desafío», cuenta.
Un artículo sobre una reunión entre el papa Francisco y la machi Francisca Linconao en 2018 fue clave, así como los sucesos posteriores de la “Operación Huracán”, el montaje de Carabineros contra varios mapuche.
Estos hechos tenían como epicentro de la violencia precisamente la zona que se convertiría en el destino del personaje del filme, Carlos Kindermann, protagonista de la película.
«La tragedia individual de un occidental que se despide de este mundo, unida a la tragedia de un pueblo que es expulsado de la vida, a través de la expropiación de su territorio: ésa fórmula es la que obtuve al combinar», expone.
La película fue grabada en la localidad de Puerto Domínguez, la comunidad Quechukahuin, en la comuna de Puerto Saavedra, y cuenta con la participación especial de los reconocidos actores Luis Dubó y Daniel Antivilo.
Además participan actores extranjeros y mapuche como Joel Maripil y Maria Porma, miembros de las mismas comunidades cuyos territorios aportaron el escenario al filme.
La productora asociada Frontera Sur de Angol, fue la encargada de la producción en terreno y de generar los contactos con la comunidad de Quechukahuin, quienes fueron los gestores principales en la búsqueda de locaciones en el Wallmapu.
«A mí personalmente me llamó mucho la atención el mundo lafkenche, ya que normalmente los ‘winkas’ estamos acostumbrados a visibilizar los símbolos de la cultura pewenche, la cordillera y las araucarias, pero el mapuche y su relación con el mar me inspiró mucho, como un mundo lleno de símbolos a explorar sobre todo al momento de crear las escenas que pudiesen de alguna forma acercarse a la realidad de visibilizar la cultura lafkenche, la gente del mar», dice.
En su trabajo con los mapuches, el director además se preocupó por no caer en estereotipos.
«Cuando los personajes mapuche entraron de lleno en esta historia sentí la presión y el riesgo que significa trabajar con un tema tan delicado como lo es el conflicto histórico de tierras en el Wallmapu», admite.
«Cinematográficamente el mundo mapuche tiene muchas posibilidades para explorar. Sentí que a lo que nosotros le llamamos poesía, esta es el alma del Wallmapuche. Entonces al mezclar su música, su relación con la naturaleza, su cosmovisión, el importante rol de los sueños de las machis, produjo una estética narrativa muy poética y auténtica», dice.
Además el cineasta tenía claridad que no sólo debía mostrar lo superficial del pueblo mapuche, sino que debía tratar de ir lo más profundo posible en su cultura y desde allí dejar hablar a sus personajes.
El cineasta cuenta que los tiempos («mapuche/winka») fueron uno de los factores más desafiantes en el proceso de rodaje.
«Yo tenía bastante claro desde un principio que esta película no se podía producir sin mapuche y no podía ser cualquier mapuche, debían ser mapuche consecuente con su cultura y espiritualidad, ya que sin ellos la obra carecería de originalidad y no sería consecuente en su mensaje», dice.
Un ejemplo es que, por ejemplo, una vez sumergidos en el rodaje, los mapuche preguntaban por qué ellos querían grabar de noche, y añadían que «en las noches las energías no son buenas, y que era mejor utilizar las energías del amanecer que vienen limpias y puras».
Entonces era necesario explicar que el mundo en el que se desenvuelve la película tenía de esos dos polos (lo «bueno» y lo «malo») y que por aspectos narrativos el equipo necesitaba rodar de noche.
«La lamngen (hermana) María Porma una de las protagonista de la película y que personifica a una machi, es una persona importante en el mundo de la medicina ancestral mapuche/lafkenche. Ella, antes de comenzar el rodaje, me comentó que no había tenido sueños malos referente a este proyecto y eso le daba confianza para participar de la película».
El director también recordó un momento en el que todo el equipo estaba escondido en la ruca porque el clima amenazaba fuertemente con llover, cuando en eso atravesó un pájaro con su canto.
«La lamngen María Porma nos miró y dijo: ‘¡Vamos! No va a llover’. Y así fue, no llovió. Observar esa comunicación que ellos tienen con la naturaleza me dejó en otra dimensión».
Una vez sumergido en la producción e inserto en el territorio para rodar esta película, el cineasta sintió que el conflicto de tierras en ese territorio es una de las arterias que hoy más genera corrupción y violencia en el país.
Cid quiso aprovechar la inspiración para generar una obra con una mirada intima y una estética narrativa distinta, pero fresca de un conflicto que acarrea la historia de Chile desde sus inicios, un mensaje que fuese dirigido principalmente a un público que vive fuera de Chile, especialmente el público europeo que poco y nada sabe de esta temática y que de alguna forma la historia los envuelve finalmente dentro de este conflicto.
«Sentí que era necesario que esta problemática atraviese las fronteras y genere opinión y discusión fuera de Chile, ya que el Wallmapu no es Chile, Wallmapu es oprimido por Chile, pero Wallmapu pertenece al mundo y por eso sentí la urgencia de orientar esta película a modo de provocar opinión y debate fuera de las fronteras chilenas», opina.
Para el cineasta, el despertar del 18 de octubre dejó al descubierto el alto nivel de intereses que hay en tierras mapuche, con una clase política que se ha ido destiñendo socialmente con los años, donde la justicia llega tarde y en la mayoría de los casos no llega.
«En esas tierras hay planes maquiavélicos, con toda esa militarización solo veo a una clase política y empresarial sedienta de ambición a costa de cualquier precio. Los mapuche son territorios, muchos miles de territorios y cada territorio tiene su forma de organizarse y vivir su espiritualidad, los mapuche de la costa, los dela cordillera, los del centro, todos ellos forman un mundo que es Wallmapu y si el Estado no comprende que no son chilenos, es difícil para mí verle una salida al conflicto, la responsabilidad en estos momentos la tienen los gobernantes de la mano de los grandes empresarios», dice.
«Es importante que la clase política se desligue de la clase empresarial, es la única forma que los gobernantes puedan comenzar a decidir con altura de mira temas tan importantes y delicados para esas regiones», remata.
Cid Mora además relata que vivió el estallido de forma muy especial, ya que estaba en Chile trabajando en el pre estreno cuando ocurrieron los hechos.
«Desde que estaba en el Liceo Enrique Molina, donde fui presidente del Centro de Alumnos, te hablo del año 2001, que tengo decepción de la clase política chilena», recuerda.
En ese tiempo, como joven gestor y amante de las artes, pudo observar de cerca muchos de los movimientos estratégicos que hacía la clase política en pos de sus partidos, tanto de derecha, centro e izquierda, pero esos esfuerzos nunca iban en pos de una mejoría del sistema, en sus palabras.
«Siempre he tenido una mirada independiente frente a lo político y muchos de los jóvenes que conocí en ese entonces hoy son los políticos que de alguna forma conducen Chile y su comportamiento es peor o similar al de ese entonces», lamenta.
«Al quedarme independiente me ha hecho durante estos años consecuente con la mirada que le doy finalmente a mis acciones, opiniones y ahora a mis películas. Cuando supe que mi película se trataría finalmente del conflicto de tierras en Wallmapu, pensé en los aspectos del financiamiento y de inmediato descarté los fondos audiovisuales del gobierno de Chile o cualquier empresa que atentara contra la cultura mapuche y su entorno, quería que mi obra fuese consecuente tanto en la historia como en los aspectos de la gestión de la producción. Me parecía absurdo presentar al gobierno de Chile o alguna empresa forestal como financiando la obra, siendo que son ellos los que oprimen al pueblo que estoy retratando. Eso me significó el doble de trabajo y malos ratos, ya que esas fuentes de financiamiento son las más aptas para estos proyectos, pero no estaban dentro de mis posibilidades».
El cineasta rememora que así, con todo el esfuerzo de un equipo sacando adelante esta película, llegó el sábado 19 de octubre de 2019 en Concepción.
«Yo me encontraba en una oficina en el centro de la ciudad corrigiendo detalles del film para su próximo preestreno en el Teatro Concepción, mientras en las calles se tornaba un ambiente cada vez mas bélico. Yo no podía creer, mientras intentaba concentrarme en el estudio de edición, que afuera estaba comenzando una revolución de todo el país, ya que en años anteriores las protestas eran solo protagonizadas por sectores, pero esta vez todos se unían frente a estas injusticias de años y que para mi experiencia de vida por suerte me encontraba en mi ciudad natal y no en Alemania», cuenta.
«Eso fue para mi revivir la historia de Chile, pero no la historia que no nos contaron en las aulas, sino que la verdadera historia, ver y vivir con tus propios ojos lo que era una dictadura, ver a un Estado desequilibrado y sin timón, banderas mapuche por todos lados como el símbolo principal de la lucha, el chileno pidiendo perdón al mapuche por no creerle en todo este tiempo, los atentados en la Araucanía ya no existían».
«Había que tener cuidado en las calles, la policía chilena pasó a ser un ente torturador de los cuales todos teníamos temor y todo esto dentro de la realización de ‘Dominio Vigente’, que de alguna forma su titulo lo demuestra que el dominio extranjero aún esta vigente en nuestras tierras», acota.
La postproducción se paralizó por los próximos meses y fue recién en enero de este año que la película logró su preestreno.
«Todo esto en un ambiente hostil, que sin duda sensibilizó aún más al público. Ahí pude comprobar que la película que estaba realizando tenía directa relación con lo que estaba sucediendo en el país y eso me trajo el alma al cuerpo. Toda las decisiones que había tomado habían sido correctas, sobre todo la de no contar con financiamiento del Estado de Chile», concluye.