Tamara Merino fue destacada, entre otros, por su serie «Underland» sobre la diversidad de cuevas subterránea habitadas por unas 60 millones de personas en todo el mundo, que ha podido retratar en Australia, España y Estados Unidos. «Es un proyecto que documenta a comunidades que viven bajo tierra, en casa cueva, y cada una de estas comunidades tiene su propia razón social, cultural, económica, religiosa por la cual decide vivir así», explica. En el marco de esta iniciativa partirá, cuando la pandemia lo permita, a retratar la temática a Túnez y China, eventualmente a partir de enero.
La fotógrafa chilena Tamara Merino (1991) recibió el premio de National Geographic, dotado de 10 mil dólares, del programa Emerging Explorer 2020.
En total, son ocho los ganadores y agentes de cambio que llevarán a cabo sus proyectos para aportar a la comprensión y cambio del mundo.
Merino fue destacada, entre otros, por su serie «Underland» sobre la diversidad de cuevas subterránea habitadas por unas 60 millones de personas en todo el mundo, que ha podido retratar en Australia, España y Estados Unidos.
Su trabajo ha sido presentado en múltiples publicaciones impresas y en línea, como National Geographic, The New York Times, Washington Post y Der Spiegel, entre muchas otras.
«Es un proyecto que documenta a comunidades que viven bajo tierra, en casa cueva, y cada una de estas comunidades tiene su propia razón social, cultural, económica, religiosa por la cual decide vivir así», explica.
En el marco de este proyecto partirá, cuando la pandemia lo permita, a retratar la temática a Túnez y China, eventualmente a partir de enero.
Merino nació en Bogotá, Colombia, el 6 de octubre de 1990, de madre colombiana y padre chileno. Llegó a Chile cuando tenía 12 años.
La fotógrafa independiente ha publicado con National Geographic desde el año 2016, pero señala que este galardón «es un premio a nuestro trabajo», algo destacable porque el premio no es sólo para fotógrafos.
«Es un reconocimiento a nosotros como agentes de cambio, como personas que estamos transformando nuestros campos de trabajo, por ampliar la comprensión del mundo a través de nuestras historias».
Este premio «es de los más importantes que he recibido en mi carrera, es un honor, un orgullo recibirlo, y darme cuenta que lo que estoy haciendo está tocando la vida de otro, siendo un cambio, motivando a otras generaciones», agregó.
El premio no fue resultado de una postulación, sino de una elección que hizo National Geographic entre especialistas de diversas disciplinas.
El grupo de ganadores realizan trabajos revolucionarios centrados en los maravillosos y raros animales que viven en hábitats de aguas profundas, en las implicaciones sociales de la inteligencia artificial, en desarrollo de sistemas de captación de agua de lluvia en zonas rurales y urbanas, en la protección de la biodiversidad en el Congo, desarrollando micro-emprendimientos locales, generando educación sobre sistemas de información geográfica (geographic information systems, GIS) y narrando historias con gran impacto.
«Es un reconocimiento hacia tu persona y tu trabajo», junto al dinero para que el galardonado pueda seguir trabajando en su proyecto.
«Ellos confían en que uno, de manera profesional, va a invertir este dinero de la mejor manera para seguir continuando tu trabajo», resalta, entre otros porque «ya llevo desarrollando este proyecto y he publicado los primeros capítulos».
En ese sentido, Merino señala que irá enviando el resultado de su trabajo a National Geographic a medida que vaya avanzando, dado que ya ha tenido antes publicaciones con la entidad.
El proyecto de la fotógrafa en Túnez es continuar con su proyecto para retratar casas cueva o viviendas subterráneas.
«Este proyecto, de largo aliento, está documentando la condición humana, la manera en que estamos habitando el mundo y la relación que tenemos con el medio ambiente, cómo estamos impactando en el mundo», explica.
Muchas de ellas tienen una huella de carbono igual a cero, son sustentables «y muestran que podemos habitar la tierra de otra manera».
Ella misma ha conocido casas bajo tierra más y menos precarias, desde algunas sin agua corriente ni electricidad, hasta algunas hasta con Internet, agua potable, electricidad y hasta una piscina calefaccionada.
Para el país africano no cuenta con un programa fijo.
«Cuando son proyectos personales trato de ir con mi agenda super abierta, sin expectativas. No tengo un itinerario hecho. Yo vivo con la gente que documento. Eso me permite retratar la intimidad, la vida cotidiana de una manera súper honesta, transversal».
Aunque en principio va por dos a tres semanas, está abierta a quedarse más tiempo si el proyecto lo demanda, tomando en cuenta que usualmente sólo llegar a las comunidades en el caso chino puede demorar tres o cuatro días desde Chile.
Asimismo, cuenta que llega sin contactos previos, «simplemente voy, me acerco como una persona, empiezo a conocer gente, les comento de mi proyecto, siendo ser humano antes que fotógrafo, creo que eso es súper importante».
«Me gusta mucho hablar, conocer la historia que hay detrás, hacerme amiga de la gente, al final termino de amiga de toda la gente que documento», concluye.