Lo especialmente interesante del trabajo de «La guagua» es la precisa lectura de la cotidianidad que encontramos en el mismo; hasta cierto punto, lo que vivenciamos con esta obra, es la sensación de voyeurismo sobre las vidas privadas de las personas comunes, de sus historias, de sus conflictos.
La coyuntura de la pandemia instaló la obligación de replantearse, de reconfigurar los modos de relacionarnos, de crear, de enunciar las formas de producir cultura. En el caso del teatro, ya lo he dicho antes, la discusión de si el teatro vía streaming es teatro o no, me parece irrelevante, por múltiples razones, pero la que me parece más importante y fuerte es que no es el momento de pensar en las esencias de las disciplinas (si es que existen), sino en la necesidad de sobrevivencia para el ámbito de la cultura, especialmente en un país donde el gobierno ha dado evidencia amplia de no tener interés profundo, real, concreto, en ella.
[cita tipo=»destaque»]En términos de dramaturgia, también la propuesta es asertiva, porque si bien es cercana, accesible y no se levanta sobre discursos complejos en términos políticos o filosóficos, supone una mirada en torno a la relación personal, humana y con un notable rescate de lo cotidiano, proponiendo una mirada irónica, divertida, pero también comprensiva de lo que las chilenas y chilenos hemos debido sobrellevar en estos últimos meses. [/cita]
Es precisamente en esas condiciones es que he visto algunas obras teatrales en formato streaming a través de diversas plataformas, una de ellas es, “La Guagua” escrita y dirigida por Diego Ruíz y con las interpretaciones de Begoña Basauri y Claudio Castellón.
Lo especialmente interesante del trabajo es la precisa lectura de la cotidianidad que encontramos en el mismo; hasta cierto punto, lo que vivenciamos con esta obra, es la sensación de voyeurismo sobre las vidas privadas de las personas comunes, de sus historias, de sus conflictos.
Digo que este ámbito es particularmente atrapante, en la medida que el montaje no busca generar una postura o visión a partir de grandes discursos sociales ni de lecturas filosófico estéticas, por el contrario, utiliza conflictos y situaciones reales, comunes, leyendo muy bien la realidad colectiva de Chile hoy, para dar cuenta – o al menos expresar un testeo- de cómo sobrellevan las personas de a pie, los “hijos de vecino”, la (extraña) vida que nos toca.
En este sentido, el trabajo de Diego Ruíz está muy bien logrado, en la medida que al escribir y dirigir el texto, da un tono y un sentido de totalidad al montaje, la propuesta no resulta fragmentaria ni tiene baches en la acción, lo cual no es fácil de sostener a través del streaming, es, entonces, un punto alto en el trabajo de dirección que esté cuidadosamente constituido en virtud del formato, pues, no se trata solamente de “poner una cámara y grabar”, sino que, a pesar de cierta sencillez en la propuesta de cuadro, se logra observar con claridad una lectura y uso del lenguaje usado.
Del mismo modo, en términos de dramaturgia, también la propuesta es asertiva, porque si bien es cercana, accesible y no se levanta sobre discursos complejos en términos políticos o filosóficos, supone una mirada en torno a la relación personal, humana y con un notable rescate de lo cotidiano, proponiendo una mirada irónica, divertida, pero también comprensiva de lo que las chilenas y chilenos hemos debido sobrellevar en estos últimos meses. Tal vez, sería necesario un instante, un momento de la obra, donde esto se hiciera algo más explícito, para dar algún tono extra a la misma.
Las actuaciones, por su parte, están correctamente alineadas con la conceptualización del montaje. Claudio Castellón, da cuenta del tono de comedia con competencia y precisión, no solo se trata de que haga reír, sino que logra naturalidad y complicidad (¡a través de una pantalla!) con el público, especialmente, en la medida que articula un personaje querible y reconocible, Castellón es un actor sólido e inteligente en escena, especialmente por la capacidad dúctil de su actuación.
Junto a él, Begoña Basauri sostiene la acción con inteligencia escénica, con una impecable brillantez en la capacidad de cambiar el humor de su personaje, las emocionalidades por las que pasa son múltiples y todas bien logradas, cosa que logra a través de su cinética, de los matices que instala en sus diálogos, de la manera –deslumbrante- en que logra pasar de un estado a otro… ¿Por qué Basauri no está más en cine o series?
“La Guagua” es, además, un proyecto seductor, porque tendrá continuidad, dado que los personajes tendrán nuevas obras-episodios que constituirán un continuo en sus peripecias que, esperamos, sigan exponiendo la realidad extraña de la cotidianidad chilena, se trata de un proyecto inteligente, bien desarrollado, con artistas relativamente jóvenes que están instalando una nueva mirada para poner en diálogo a este mítico lugar que llamamos Chile.