Es notable cómo las circunstancias pueden modificar un proyecto creativo. Eso es lo que sucedió con la idea original detrás de este documental sobre un espía otoñal infiltrado en una residencia de adultos mayores, que buscaba descubrir malos tratos. En el programa «Piensa en Grandes», su directora contó cómo la pandemia y la realidad modificaron todo y disfrutó de un tema que la seduce: la vejez.
Tan inesperado como la pandemia ha sido todo lo que ha sucedido con la idea original que tenía la realizadora audiovisual Maite Alberdi (35), cuando empezó con su documental El Agente Topo, hoy en expectante posición de calificar para el Oscar.
La directora de La Once y de Los Niños, películas que revelan su sensibilidad por temas como la vejez, la discriminación, la diferencia, la discapacidad, pretendía mostrar cómo funciona un hogar de ancianos por dentro. “Yo partí filmando desde el prejuicio, suponiendo que pasaba algo malo ahí dentro, que iba a mostrar un delito, una situación de abuso, un lugar que no funcionaba bien, pero al ir grabando nos fuimos dando cuenta de que el lugar era muy bueno, que la gente estaba muy contenta viviendo ahí y que la denuncia de la clienta de la agencia de investigaciones que sospechaba que a su madre la trataban mal, surgía de un tema familiar”.
Rómulo Aitken, un ex PDI que tiene una agencia de investigaciones privadas, fue el único que aceptó que Maite grabara un documental de su trabajo con un anciano infiltrado en una residencia para adultos mayores ubicada en la comuna de El Monte, para investigar el supuesto maltrato que padecía la madre de su clienta. Pero justo antes de comenzar el rodaje, su verdadero agente, Óscar, sufrió una caída y se fracturó la cadera, accidente nada más ad hoc al target.
“Para encontrar a un reemplazante, Rómulo decidió poner un aviso en el diario”, cuenta la directora, quien no le tenía ni una fe a la idea. “La primera escena de la película muestra ese proceso de reclutamiento del agente. Es divertida, aunque habla de algo muy terrible, de algo profundamente dramático. Es tremendo que gente de entre 80 y 90 años compre el diario los domingos para buscar pega. Yo pensaba que era absurdo poner un aviso así, suponía que no iba a llegar nadie, pero se presentaron ¡50 adultos mayores! Eso te habla de la inequidad y de la injusticia que padecen los viejos en Chile y del grave problema que son las pensiones. Además del deseo de mantenerse activos e incluidos, que es positivo, detrás está la necesidad de ingresos. Los grandes necesitan seguir trabajando para subsistir. Eso me sorprendió entonces y hasta hoy me impacta”.
Uno de esos 50 postulantes fue Sergio Chamy, de 73 años entonces, que hoy tiene 75, viudo hacía 4 meses e interesado en el misterioso trabajo. Delgado, frágil, fan de José Luis Perales (un cover de «Te Quiero» hecho por Manuel García le pone la banda sonora a una escena clave), con cara de buena gente e impecablemente vestido, Sergio fue el seleccionado para la misión. “Él fue quien dio vuelta la película. El Agente Topo es lo que es gracias a Sergio. De película negra se convirtió en otra cosa, porque él nos dio vuelta la mirada y se dejó atrapar por la realidad que estaba viendo”.
Maite cuenta que, a diferencia de todas sus demás películas, en El Agente Topo su protagonista llega a hacer un trabajo, que no es el de actor. “Él parte desde otro lugar, está comprometido con su investigación, ese es su trabajo. Es el peor espía del mundo y el mejor personaje del mundo. Y, a medida que se va metiendo, deja de importarle su misión y empieza a comprometerse con las personas que va conociendo en la residencia, no conmigo ni con mi película, no con Rómulo, que es su jefe, ni conmigo. Lo que a él lo compromete es la experiencia de vida en ese lugar. Hasta hoy tiene amigas en la residencia, a las que no ha dejado de ver”.
-¿Él sabía lo que estaban haciendo realmente?
-Él sabía que debía investigar una situación. Esa era su pega y la hacía en serio. Vivió durante tres meses en la residencia. Nosotros íbamos a grabar casi todos los días, pero él hacía ahí su vida. Las personas del hogar estaban acostumbradas a nosotros, porque estábamos grabando desde varias semanas antes de que Sergio llegara. Yo les había dicho a los dueños que estaba rodando un documental sobre la tercera edad, para mostrar una realidad, tal como mis películas anteriores, sin contarles que estábamos trabajando con un espía. También les contamos que, si llegaba un nuevo residente, nos enfocaríamos en él.
-¿Cómo fue la llegada de Sergio al hogar?
-Al principio fue un shock, se quería ir. «No me quiero transformar en estas personas», decía. Le costó mucho al principio. Estuvo un poco en estado de pánico. Hablaba desde el prejuicio que tenemos todos sobre estos lugares, pero, al cabo de tres meses, no quería dejarlo.
-¿Cuándo y de qué manera transparentaste con los dueños de la residencia que los habías infiltrado para hacer un documental y que Sergio era un espía?
-Eso fue súper difícil para mí. Como te dije, yo partí filmando desde el prejuicio, suponiendo que pasaba algo malo ahí, pero descubrí que todos vivían contentos dentro. Antes de promocionar y de hablar siquiera de la película, les conté la verdad, les dije que les había mentido y los invité a ellos y a todo su equipo a verla. No podían creer que Sergio fuera un espía. Yo no podía creer que ellos no lo pudieran creer. No sé cómo no sospecharon de esta persona que hablaba por celular con altavoz, que recibía la visita de un supuesto sobrino con facha de rati a horas insólitas, que anotaba las medicaciones de los demás en una libreta e iba a interrogar a la enfermera. Yo todo el tiempo sentí que estaba pisando huevos, que nos descubrirían. Hasta el último día de rodaje nunca supe si tendría película. Pero cuando se las mostré se emocionaron mucho. Hoy sienten que es un retrato del lugar y de las personas que viven y de las que trabajan en él bastante fidedigno. Y a mí el lugar me parece muy bueno, lo recomiendo.
Maite Alberdi tiene algo de niña grande o de vieja chica. La Once, el celebrado documental, que muestra la hora del té mensual de María Teresa Muñoz, su abuela, con sus amigas de toda la vida, da cuenta de su sensibilidad y empatía con los adultos mayores.
-¿Por qué, cuando la vejez no es un mundo que le interese a la gente joven?
-Me interesa el mundo de los grandes porque ofrece muchos temas posibles. No hay ideas unívocas sobre la vejez. Yo no creo en etiquetar a grupos, me pasaba lo mismo con las personas con síndrome de Down, que están en mi película Los Niños, y que muestra lo diversos que son. Los viejos están en una edad en que les pasan muchas cosas. Son personas que se atreven a decir lo que piensan, que se están despidiendo de amigos, que están cambiando mucho. Una de las participantes de La Once me decía que entre un niño de 1 año y uno de 2 hay un mundo de diferencia. Pasa lo mismo con una vieja de 81 y una de 82. Yo que me dedico a filmar el presente y busco acciones palpables en la realidad, encuentro eso en la vejez: cambios evidentes que me permiten narrar. La diversidad de historias y personajes es enorme. No se agota. Creo que podría hacer diez películas más sobre esto mismo, porque no es un tema; la vejez es un contexto.
-¿Qué habría dicho tu abuela de El Agente Topo?
-Cuando filmé La Once, solo había estrenado una película anterior. A mi abuela todo lo que yo hiciera le parecía fantástico. No era entonces, ni sería hoy, objetiva para evaluar mis cosas. Ella era mi incondicional. Me decía a todo que sí. Fue ella quien convenció a sus amigas de participar en La Once, sin dimensionar el efecto que tendría la película en sus vidas. Al principio se lo tomaron medio en broma. Cuando ella murió, yo aún no estrenaba La Once. Ella no la vio nunca terminada y eso me da mucha pena.
-A tu juicio, ¿cómo se vive la vejez en Chile, un país que envejece más y más, y cómo debería ser vivida?
-La vejez se vive sin deseo de vivir y ese es para mí el problema principal y mi mayor miedo: llegar a vieja sin deseo de vivir. Y creo que lo más transversal a todos los adultos mayores es la soledad, que es lo que me preocupa, independientemente de la realidad que te toque, sea sola en tu casa o sea sola en una residencia. No por nada las más altas tasas de suicidio en Chile son de personas mayores de 80 y todos coinciden en que es a causa de la soledad, un factor del que no nos hemos hecho cargo. Y como dice en su libro, Constanza Michelson, es terrible que aumente la expectativa de vida y no el deseo de vivir. Es nuestra obligación integrar a los adultos mayores a la vida social en el más amplio sentido. La soledad también tiene que ver con estar excluido del diálogo social. No sé cuántos adultos mayores van a ser constituyentes, pero creo que es clave que estén en la redacción de la nueva Constitución e integrados a todos los ámbitos de la vida cultural y social.
-¿Cómo te imaginas a ti misma en 40 años más?
-Me imagino grabando en el asilo en que esté yo misma. No me imagino sin trabajar, sin grabar, veo a alumnos grabándome, replicando lo que yo hacía, como una metahistoria. Me imagino a mi hijo encerrándome en un asilo con el pretexto de que haga una película y deshacerse de mí –dice, soltando una carcajada.
Nada para la risa, en cambio, le resultó asistir a la exhibición de El Agente Topo en sala, en el Festival de San Sebastián, y ver las reacciones del público, el que además le otorgó un premio. Eso más bien la impactó.
“El documental fue hecho prepandemia y ahora, pospandemia, fue impresionante ver cómo los españoles leían la película desde otro lado”, dice.
Un lado muy marcado por la tremenda mortandad que el coronavirus dejó en las residencias de adultos mayores de ese país. “La película se volvió muy dolorosa para ellos, porque les revela una realidad que hasta antes del coronavirus no habían visto. Yo aspiraba a que, después de verla, los hijos, los nietos llamaran a sus viejos para saber cómo estaban y ese sigue siendo mi deseo, porque a mi juicio la realidad dentro de las residencias no ha cambiado. Antes del COVID-19, me tocó grabar muchos funerales donde había solo residentes y trabajadores del hogar, ni un solo familiar. ¿Para quién fue reveladora la pandemia del abandono en que viven los adultos mayores? Para los que están fuera, porque en las residencias la gente ya estaba sola, aislada, muriendo sin compañía, ahí y en muchos otros lugares, como en sus propias casas. Yo no hago teoría política, yo filmo experiencias y, a partir de ellas, muestro las crisis de la sociedad actual. Ver la emoción del público en esa sala en San Sebastián, me golpeó y me hizo darme cuenta de lo contingente que se volvió El Agente Topo este año a causa de la pandemia.