Leer “Apuntes para una historia de la dictadura cívico-militar”, del ingeniero civil y poeta (además de director ejecutivo del Hogar de Cristo), Juan Cristóbal Romero, es sumergirse en una suerte de tratamiento homeopático para no olvidar la crueldad, el mal gusto, la estulticia, la bajeza, la torpeza, la incultura, del gobierno que lideró sin que se moviera una hoja sin su autorización, Augusto Pinochet Ugarte entre el 11 de septiembre de 1973 y el 11 de marzo de 1990.
El consumo es en pequeñas dosis –así está escrito por Romero y prescrito por mí– y el efecto que provoca es ir minando cualquier atisbo de olvido, de desmemoria consciente o inconsciente en el que vivió en pleno uso de sus facultades la dictadura cívico militar. A uno se le devuelve, como el sabor de las malas empanadas, lo fatal, lo chato, lo opresivo de todos esos años con todos y cada uno de los apuntes del autor, basados en dichos, escritos, notas de prensa, declaraciones de los protagonistas de esa época infame. Para hacerse una idea, elijo al azar:
[cita tipo=»destaque»]Hay de poeta y de ingeniero en el orden con que Juan Cristóbal Romero va organizando sus apuntes, están los que tienen que ver con envenenamientos, asesinatos en clínicas, sustancias químicas y actividades que ligan a Michael Townley, Eugenio Berrios, Álvaro Corbalán y al director de la DINA, Manuel Contreras, entre ellos, y con consumos de drogas y preferencias etílicas y de todo tipo. Así nos enteramos de que el trago favorito del Mamo Contreras era el ponche a la romana (una fineza) y que Berríos y Corbalán eran cocainómanos. Y hay otras que tienen que ver con marcas de identidad, con detalles del carácter, con convicciones y aficiones.[/cita]
“Julito Canessa.
Predilecto del Comandante en Jefe.
Responsable de la quema de libros y panfletos que ardieron ininterrumpidamente durante catorce horas frente a las Torres San Borja.
Se destruyeron hasta libros de cubismo, creyendo que trataban de Cuba”.
Y agrego otra perla:
“¡Los libros de religión no se queman!
Respondió un oficial al ser consultado por un carabinero sobre si debía quemar un ejemplar de La Sagrada Familia de Marx”.
Muestras de brutalidad cultural, casi inofensiva, al lado de barbaridades como éstas:
“El general Lagos sobre el orden en que disparaban las ametralladoras.
Primero, las piernas; después, los órganos sexuales; después, el corazón.
Primero, les sacaban los ojos con cuchillos; luego, les quebraban las mandíbulas; luego, las piernas.
Sobre el orden en que aplicaban las torturas”.
“El orden es lo único que importa,
Aseguró Arturo Fontaine A”.
“Una vez muertos, a los detenidos se les quemaba la cara y las huellas dactilares con un soplete”.
Hay de poeta y de ingeniero en el orden con que Juan Cristóbal Romero va organizando sus apuntes, están los que tienen que ver con envenenamientos, asesinatos en clínicas, sustancias químicas y actividades que ligan a Michael Townley, Eugenio Berrios, Álvaro Corbalán y al director de la DINA, Manuel Contreras, entre ellos, y con consumos de drogas y preferencias etílicas y de todo tipo. Así nos enteramos de que el trago favorito del Mamo Contreras era el ponche a la romana (una fineza) y que Berríos y Corbalán eran cocainómanos. Y hay otras que tienen que ver con marcas de identidad, con detalles del carácter, con convicciones y aficiones.
“Era adulador y servil, como el barbero que te persigue con el cepillo después de cortarte el pelo y no deja de cepillarte hasta que le das su propina.
Orlando Letelier sobre el carácter de Pinochet”.
“Si había que ser católico, era católico; si había que ser masón, era masón; si había que cuadrarse ante los políticos, se les cuadraba a los políticos; si era ante Fidel Castro, se le cuadraba a Fidel.
Federico Willoughby sobre las convicciones del general”.
Todo el tiempo se van entrecruzando sutiles líneas: bestialidad y ramplonería; narcisismo y ego con una convicción trascendente de patriotismo; vanidad y estupidez; crueldad y sadismo. Al autor hay ciertos temas que le interesan en especial: la cultura, la literatura, los premios nacionales de entonces y los autores en boga; las peculiaridades de doña Lucía, las de Augusto; algunos personajes “secundarios”, como Mariana Callejas y Enrique Campos Menéndez; y la química del asesinato, que va dejando un reguero de bajas.
“Los empleados de Contreras trataron de envenenar al nuevo director de la Dina, Odlanier Mena, con una bacteria que producía fiebre tifoidea.
El intento fracasó porque Odlanier Mena desdeñó la entrada de lechuga, la sopa estaba muy caliente y el té neutralizó el efecto del veneno”.
Y agrega en la línea siguiente:
“Odlanier.
Anagrama de Reinaldo”.
Leyendo el trabajo de Romero se aprende del horror de la dictadura si no la viviste y se ahuyenta cualquier atisbo de mala memoria si la viviste. Como recomendación, estos Apuntes hay que consumirlos en pequeñas dosis, no más de dos páginas por día, porque el espanto es mucho y todo junto hace mal. Imprescindible lectura.
Apuntes para una historia de la dictadura cívico militar, Juan Cristóbal Romero. Ediciones Tácitas, 116 páginas. Octubre de 2020