Estudio realizado en Chiloé, reveló los efectos dañinos a largo plazo que ocasionan los incendios forestales. Éstos, no sólo afectan la vegetación, sino también a los suelos y su capacidad de mitigación al cambio climático. La investigación desarrollada por científicos y científicas del Instituto de Ecología y Biodiversidad, y publicada en la Revista Science of The Total Environment también busca proteger con mayor fuerza a nuestros bosques nativos.
Los incendios forestales representan una gran amenaza a nuestra biodiversidad y poblaciones humanas que habitan en sectores aledaños a bosques y plantaciones. Pero además, ocasionan efectos dañinos en la estructura y funcionamiento de muchos ecosistemas, efectos que pueden perdurar por más de 50 años.
Así se pudo constatar en una reciente investigación desarrollada por científicos y científicas del Instituto de Ecología y Biodiversidad, IEB, en la Estación Biológica Senda Darwin, localizada en Chiloé. El estudio, publicado en la Revista Science of The Total Environment, exploró un territorio de bosque templado lluvioso que hace más de cinco décadas fue consumido por un gran incendio, transformándose en un espacio inundado.
Jorge Pérez Quezada (Universidad de Chile) y Aurora Gaxiola (Universidad Católica), ambos del IEB, entre otros científicos que participaron del trabajo, pudieron determinar que los efectos del incendio forestal no solo dañaron la vegetación y el suelo de este ecosistema, sino que además afectaron radicalmente el equilibrio de gases de efecto invernadero. Pero, ¿de qué manera?
Bosques y suelos son grandes sumideros de dióxido de carbono, entre otros gases, siendo así grandes aliados para mitigar el cambio climático. Sin embargo, la destrucción de estos hábitats a causa de las llamas, perjudica esta indispensable función de los ecosistemas terrestres, según se establece en la publicación, afectando también los ciclos hídricos y la disponibilidad de nutrientes en el suelo.
“En esta investigación pudimos evaluar los efectos de largo plazo que generan los incendios en bosques del sur de Chile, transformando el espacio en suelos inundados que pueden tomar mucho tiempo en recuperar la capacidad de mitigación del cambio climático. En ese contexto, también encontramos que el bosque maduro es un gran sumidero de gases de efecto invernadero, mientras que el sector quemado puede ser un emisor de los mismos. Y esto, a más de 50 años de ocurrido el incendio”, comenta Jorge Pérez Quezada, ingeniero agrónomo.
Es por ello que, uno de los objetivos principales de este trabajo, es demostrar con evidencia, la importancia de proteger a los ecosistemas de nuestro país, evitando así la degradación de estos espacios producto de la intervención humana, como son los incendios o las talas rasas. Asimismo, el documento detalla que estos efectos duraderos hacen que la prevención de incendios forestales deba ser una prioridad en los bosques templados antiguos.
El trabajo en esta zona de la Región de Los Lagos, también contempló un análisis comparativo con un bosque antiguo de Senda Darwin. Así, en ambos lugares, y durante dos años, se realizaron mediciones mensuales de los flujos de dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O).
En un estudio previo del 2017, Aurora Gaxiola y colaboradores demostraron que en un sector quemado la composición de plantas lo clasificaba como una turbera antropogénica, es decir, generada a partir de una intervención humana. “El fuego altera la estructura física y química de los suelos de los bosques templados, y lo que hemos registrado en este estudio es que los suelos tardan mucho tiempo en recuperar, no solamente la estructura, sino también las funciones relacionadas con el ciclo de carbono y agua”, dice la ecóloga.
Jorge Pérez comenta que cuando las turberas se desarrollan por dinámicas no antropogénicas y son conservadas, otorgan grandes beneficios a los territorios y comunidades, ya que almacenan mucho CO2 y cumplen un rol importante en el ciclo hídrico, en muchos casos proveyendo de agua a las poblaciones humanas. Ejemplo de ello son las turberas de Puerto Natales, Punta Arenas y Chiloé.
Sin embargo, cuando este tipo de humedales no están bien conservados, o bien, su origen es producto de perturbaciones humanas, como incendios, éstos pueden emitir metano -entre otros gases de efecto invernadero- dejando además de entregar otros servicios fundamentales.
“El metano tiene un poder de calentamiento global 30 veces más potente que el CO2. Y el óxido nitroso es aproximadamente 250 veces más fuerte que el CO2. Por otro lado, al quemar un ecosistema vegetal, el dióxido de carbono se volatiliza, acrecentando con ello el efecto invernadero”, comenta el investigador del IEB.
“Del mismo modo, cuando se daña el suelo producto de las llamas, se altera la biodiversidad del suelo, de formas que aun debemos estudiar, pero sí sabemos que elementos químicos que se producen después de los incendios pueden llegar a otros sectores o cauces de agua, producto de la erosión y de las lluvias, y alterar ecosistemas de agua dulce. En otras palabras, los efectos negativos del fuego son muchos y aún falta estudiarlos”, comenta Aurora Gaxiola.
El trabajo publicado en Science of The Total Environment, también se enmarca en el contexto de estudios múltiples y acciones desarrolladas por el IEB, junto a grupos multisectoriales, que buscan prevenir incendios forestales en Chile y proteger nuestros bosques nativos. Ejemplo de ello, es la labor desarrollada por la Mesa por el Bosque Esclerófilo (a la que pertenecen miembros del IEB), que busca proteger al bosque de la zona central, afectado principalmente por la megasequía y la explotación de la agroindustria, y evitar el desarrollo de grandes siniestros y tormentas de fuego, que ponen en peligro a casi 3 millones de personas y, por supuesto, a la flora y fauna que habita e interactúa en estos territorios .
En esa misma línea, la reciente investigación también se suma a otras realizadas por el Instituto de Ecología y Biodiversidad, destinadas a incrementar el conocimiento sobre las funciones claves y características de estos ecosistemas vegetales nativos, y mostrar la importancia que tiene conservar estos espacios, y evitar a toda costa, el cambio en el uso de suelo, tal como ocurre con el avance de la industria forestal y en particular, de las plantaciones de pinos.