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Ferrocarril: el gran monumento de Chile CULTURA|OPINIÓN Crédito: memoriachilena.cl

Ferrocarril: el gran monumento de Chile

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El tren fue mucho más que un medio de transporte; generó formas de vida a lo largo y ancho del país. La cotidianidad fue delineada por el silbato de sus horarios. La leche fresca se tomaba en Valparaíso cuando llegaba el “tren de la leche” que salía de Limache a las seis de la mañana. La estación de Llay Llay era la parada obligatoria para los cambios y ajustes, de manera que se desarrolló un amplísimo comercio. ¿Existiría la poesía de Jorge Teillier sin el paso de un tren que vivisecta su ciudad natal en dos?


No ves que estoy contento

no ves que voy feliz

viajando en este tren

en este tren al sur

Los prisioneros

La naturaleza se despliega en toda su riqueza por nuestra geografía. La hemos habitado de distintas formas y en distintos tiempos, pero hay un proyecto que ha unido todo el territorio, dejando una huella indeleble en todos los chilenos y chilenas.

Cuando Juan Godoy descubre la fabulosa veta del mineral de Chañarcillo, Copiapó se transforma en el epicentro de aventureros, empresarios y especuladores que repletan la zona en busca de la gran oportunidad. Ya no bastan las mulas y carretas para trasladar el contingente humano ni los productos hacia las fundiciones. Se necesita un transporte eficiente que una a la ciudad con su puerto. El primer visionario es Juan Mouat, que obtiene la concesión del Estado para construirlo, pero como tantos emprendimientos queda en el camino por falta de recursos. Es William Wheelwright quien lo implementa y forma la primera compañía de ferrocarril, inaugurando en 1851 los primeros 81 kilómetros de vía férrea Caldera-Copiapó, con lo que Chile entra de lleno a la modernidad. 

[cita tipo=»destaque»]No hemos reflexionado ni remotamente en lo que significó, en términos simbólicos, la pérdida de una cohesión identitaria de tamaña envergadura. No se ha discutido sobre la memoria depositada en comunidades, en agrupaciones de exferroviarios y en estudiosos del patrimonio que continúan amalgamados, conscientes de un sentido de pertenencia unificadora. Ferrocarriles fue un asunto de todos.[/cita]

Los sucesivos Gobiernos entienden que esta exitosa empresa debe expandirse, implantando el único modelo posible que es la inversión del Estado en sociedades, la adquisición de compañías, leyes y beneficios que fusionaron perfectamente lo público y lo privado, logrando el avance de las trochas.

La construcción de las líneas fue una hazaña épica, no solo por la búsqueda de capitales y la gestión de los proyectos, sino por lo que significó unir físicamente a un escarpado territorio, con difíciles condiciones climáticas y geográficas. Llenó de orgullo nacional a todos por igual, especialmente cuando en 1920 se inaugura la Maestranza San Bernardo, que construye y repara sus propios vagones hechos en Chile.

El tren fue mucho más que un medio de transporte; generó formas de vida a lo largo y ancho del país. La cotidianidad fue delineada por el silbato de sus horarios. La leche fresca se tomaba en Valparaíso cuando llegaba el “tren de la leche” que salía de Limache a las seis de la mañana. La estación de Llay Llay era la parada obligatoria para los cambios y ajustes, de manera que se desarrolló un amplísimo comercio. ¿Existiría la poesía de Jorge Teillier sin el paso de un tren que vivisecta su ciudad natal en dos?

Las poblaciones ferroviarias se extendieron, así como una cultura de quienes tenían el orgullo de pertenecer a un gremio reconocido por la comunidad. La fisonomía urbana y rural cambió; las casas se empezaron a construir flanqueando las estaciones que bullían de vida al silbato de cada tren. 

El universo ferroviario quedó desbaratado en la década de los ochenta cuando se privatizaron las rutas rentables y se desmanteló la infraestructura o se la dejó en desuso. Las antiguas estaciones se entregaron a otras funciones, si es que sobrevivieron, y los ramales fueron desarmados. 

No hemos reflexionado ni remotamente en lo que significó, en términos simbólicos, la pérdida de una cohesión identitaria de tamaña envergadura. No se ha discutido sobre la memoria depositada en comunidades, en agrupaciones de exferroviarios y en estudiosos del patrimonio que continúan amalgamados, conscientes de un sentido de pertenencia unificadora. Ferrocarriles fue un asunto de todos.

¿Dónde quedaron los sueños de ingenieros, constructores, empresarios, peones, albañiles, empleados de maestranza, carpinteros y tantos otros que dejaron vidas y fortunas para levantar colosos como el Viaducto del Malleco o el ferrocarril transandino? 

¿Quién devuelve el esplendor a pueblos que hoy languidecen añorando el alboroto del paso del tren?

La pérdida del ferrocarril como columna articuladora del territorio exige un análisis profundo que permita, desde los vestigios de su memoria, comprender el vacío dejado. Los aspectos culturales que se cristalizaron por más de un siglo en torno al tren son fundamentales para abordar su futuro, no como un episodio de infraestructura fragmentada, sino como un eje sistémico y global de sentido.

Cecilia García-Huidobro FzK. Experta en Patrimonio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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