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“La moral y la ciencia”, la reciente edición de la obra del explosivo matemático francés Henri Poincaré CULTURA|CIENCIA

“La moral y la ciencia”, la reciente edición de la obra del explosivo matemático francés Henri Poincaré

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El texto, publicado por Editorial Fe de Ratas, es una conferencia leída en 1910 a propósito del debate en filosofía sobre los alcances de la actividad científica. «Poincaré ubica a los matemáticos como parte de una comunidad científica pensante y reflexiva. En efecto, en este texto acerca la filosofía con la ciencia de un modo directo, expedito, escrito para todo público», explica el traductor de la obra, Marcelo Pérez. «Muchos científicos buscan exageradamente conseguir el mayor número posible de publicaciones para ganar prestigio, plazas, proyectos y remuneraciones. Poincaré propone una ciencia totalmente colaborativa, que está lejos de los actuales modales de las instituciones que califican a los científicos».


Una edición del texto La moral y la ciencia, del matemático francés Henri Poincaré (1854-1912), acaba de publicar la editorial chilena Fe de Ratas, la primera de la obra en Chile y América Latina.

Dicha obra es una conferencia leída en 1910 a propósito del debate en filosofía sobre los alcances de la actividad científica.

“Poincaré ubica a los matemáticos como parte de una comunidad científica pensante y reflexiva. En efecto, en este texto acerca la filosofía con la ciencia de un modo directo, expedito, escrito para todo público”, explica el traductor de la obra, Marcelo Pérez M.

“No hay ni habrá jamás una moral científica”, concluye el autor, “tras una no despreciable exposición de los grises y matices de esta afirmación”. De esta forma, retoma de manera abreviada importantes pasajes de El valor de la ciencia, un importantísimo libro publicado en 1905, agrega Pérez.

La edición además cuenta con un texto introductorio del matemático y académico de la Universidad de São Paulo, Cristián Ortiz.

Filósofo de la ciencia

Henri Poincaré, el más ilustre de los matemáticos modernos, conocido universalmente por su conjetura, fue también un destacado filósofo.

Sus escritos sobre filosofía de la ciencia —rama en la que fue pionero— han ejercido un gran impacto en el pensamiento del siglo XX, y son tan importantes como las contribuciones que hizo en matemática, física o mecánica celeste, señala la reseña del libro.

“Provisto de un lenguaje irónico y explosivo, este clásico imprescindible, síntesis vigente de historia y teoría, revela que la ciencia es una obra colectiva, y que detrás de cada una de sus hazañas hay algo aún más grande”.

“Si en 1910 las ideas de Poincaré eran consideradas una cuestión de la actualidad, hoy también lo son, y constituyen una lectura fundamental para quienes se interesan por las estrechas relaciones entre la ciencia, la filosofía y la sociedad”.

Forjador

Pérez destaca que Poincaré tiene una relevancia científica “fuera de lugar”.

“Está en el pódium de su época junto a Louis Pasteur, Marie Curie, Georg Cantor e incluso Albert Einstein, a quien mucho influyó. Fue parte de la prestigiosa Academia Francesa y sigue siendo un referente para la filosofía de la ciencia. En el año 1900 estuvo invitado por el Colegio Internacional de Filosofía a la celebración del tercer centenario de René Descartes. Su nombre forma parte del elenco estelar de la filosofía francesa”, resalta.

“En Francia existe una disciplina llamada Historia y Filosofía de las Ciencias, que tiene una reflexión interesantísima. Lo que se conoce en Chile es principalmente el trabajo de Michel Foucault, que tiene un éxito editorial y universitario de proporciones. El número de tesis de grado en filosofía, pero también en psicología, sociología y trabajo social es impresionante. No obstante, poco se conoce de los forjadores de este tipo de pensamiento que aspira a una creación conceptual original para las ciencias. Y ahí está Henri Poincaré, cuyos textos abren una interesante discusión en el siglo XX”, asegura.

Universalista

Poincaré fue matemático, físico, ingeniero y filósofo. Realizó aportes a la teoría de la relatividad.

“Ha sido denominado como el ‘último de los universalistas’ en razón de un estilo que prácticamente ha dejado de existir. Poincaré vive las matemáticas con amor y alegría y las piensa como un campo a descubrir. Pero no deja de mirar lo que ocurre en la sociedad de su tiempo, y en ella el tema moral es central. La moral y la ciencia tienen sus propios dominios, que si bien se encuentran, no dependen ni lógica ni existencialmente”.

El francés dijo que “no puede haber moral científica, pero tampoco ciencia inmoral”, según él, por una simple cuestión gramatical.

“Pensando en un silogismo estándar, las premisas escritas en el tiempo indicativo deben tener una conclusión también en indicativo. No sucede lo mismo en la moral, donde al menos su conclusión es imperativa y no indicativa. En la moral los humanos no son buenos, sino que deben serlo”.

“Si los moralistas intentaron demostrar científicamente su arte, Poincaré señala una imposibilidad lógica que está a la base. Ese es el estilo filosófico que tiene Poincaré. Tiene una simpleza y elegancia notable. No obstante, señala el autor, la ciencia puede ser un auxiliar o inspirar la moral, pero no a la inversa”, explica Pérez.

Ciencia en lo moral

Otro tema es el rol que podría desempeñar la ciencia en la moral, que también se lo planteó el francés.

“Poincaré diría que la ciencia puede inspirar el pensamiento moral”, reflexiona Pérez. “También añadiría que, sin embargo, el motor moral no está en la ciencia, sino que habría que encontrarlo en los sentimientos de quienes trabajan en ciencia y la construyen, porque la ciencia es una obra colectiva”.

“No podemos demostrar nuestra indignación frente al hambre en el mundo o frente al cambio climático, pero sí es verdad que ese sentimiento nos conduce a tomar partido por una economía solidaria y sustentable, por ejemplo. El sentimiento y no la razón nos conduce a defender una causa. Lo que sí puede la ciencia es inspirar nuevos sentimientos que sean las bases de una nueva moral. Ahí se tiene un material muy interesante para seguir reflexionando”, dice.

“Hay que pensar que Poincaré es el producto de una tradición que trata del examen al valor de la ciencia. Esta tradición se ha expandido por el resto del mundo y hoy es una marca sustantiva en la filosofía de la ciencia. Poincaré nos invita a reflexionar sobre la práctica científica. ¿Cómo se vive el amor en la ciencia? ¿Qué quiere decir colaborar en este ámbito?”.

Actualidad de Poincaré

Para Pérez, además no hay duda que hay ejemplos de la actualidad de los pensamientos del autor en La moral y la ciencia, sobre todo en Chile.

“Se me ocurren dos. En primer lugar, el abandono de la política por parte de los científicos. Fíjese que son muy pocos los científicos candidatos al Parlamento, pero sí ha despertado interés el proceso constituyente, por ejemplo. El físico y el matemático se sienten más a gusto en una discusión abstracta sobre la sociedad que en un pragmatismo político como el que ha reinado desde dictadura hasta nuestros días”, precisa.

Otro ejemplo es la propia moral en la práctica científica.

“Antes un científico podía alterar los resultados de su investigación por narcicismo; en cambio hoy, si hace trampa, lo hará en el número de apariciones en revistas indexadas o modificando pruebas o resultados. Muchos científicos buscan exageradamente conseguir el mayor número posible de publicaciones para ganar prestigio, plazas, proyectos y remuneraciones. Poincaré propone una ciencia totalmente colaborativa, que está lejos de los actuales modales de las instituciones que califican a los científicos. Sin ir más lejos, Conicyt evalúa propuestas científicas de excelencia, pero si uno le pregunta qué quiere decir la palabra excelencia, la respuesta es cualquier cosa”.

Finalmente, ¿por qué un científico de hoy debería leer La moral y la ciencia?

“Poincaré es el último de los universalistas, una forma pretérita de científico en la cual la inspiración no se reduce al estrecho detalle de su especialidad, sino también al conjunto de los conocimientos y a la divulgación. Tiene un compromiso con el desenvolvimiento humano que lo hace salir de cualquier nicho en el ámbito científico”, responde Pérez.

“Pertenece a una generación que vivió en edad madura la Primera Guerra Mundial, una generación que creyó en el progreso universal pero que se encontró con pseudociencias que sostuvieron el racismo y otras formas arbitrarias de clasificación en el orden moral, psicológico y sociológico. El mejor remedio contra las pseudociencias es la ciencia misma, y la ciencia auténtica valora los aportes del pasado”, concluye.

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