Un equipo de científicos, utilizando el Telescopio Muy Grande (VLT), afirma que la causa muy seguramente se debe a una gigantesca nube de polvo que pasa entre la estrella y nosotros.
Astrónomos aseguran finalmente haber resuelto el misterio de por qué una de las estrellas más reconocidas y brillantes en nuestro firmamento de pronto empezó a atenuarse hace poco más de un año.
Betelgeuse, una estrella supergigante roja en la constelación de Orión, de repente se oscureció a finales de 2019 y comienzos de 2020.
Ese comportamiento generó especulación de que podría estar a punto de explotar.
Sin embargo, un equipo de científicos utilizando el Telescopio Muy Grande (VLT) en Chile afirma que la causa muy seguramente se debe a una gigantesca nube de polvo que pasa entre la estrella y nosotros.
Así no puedas nombrar muchos lugares en el firmamento, definitivamente podrás identificar a Betelgeuse a simple vista.
Es el punto anaranjado en la esquina superior derecha de Orión (el Cazador), o en la esquina inferior derecha si estás observando desde el Hemisferio Sur.
Betelgeuse se encuentra relativamente cerca de la Tierra, a unos 550 años luz, y se conoce como una estrella variable semirregular. Brilla y se oscurece naturalmente a lo largo de un período de más o menos 400 días.
Pero lo que sucedió hace año y medio se salió de lo ordinario. La pérdida de brillo fue mucho mayor que lo que jamás se había registrado.
El astrónomo Miguel Montargès y sus colegas investigaron el evento a través del VLT del Observatorio Europeo Austral (SEO, por sus siglas en inglés).
Es uno de los telescopios más poderosos en la Tierra, que se encuentra en el desierto de Atacama, Chile y tiene la resolución suficiente para producir una imagen directa de la superficie de Betelgeuse.
Los investigadores hicieron una comparación de las imágenes de antes, durante y después de la atenuación proyectaron unos modelos para ver qué tipo de comportamiento podría resultar en las observaciones obtenidas.
Hubo dos ideas que dominaron. Tal vez se trataba de una gran región fría en la superficie de la estrella, porque se sabe que las supergigantes rojas como Betelgeuse tienen grandes células convectivas que pueden generar zonas calientes y zonas frías.
Por otra parte, tal vez había una nube de polvo que se estaba formando en frente de la estrella desde nuestra perspectiva en la Tierra.
La explicación resulta ser «un poco de ambas», según comenta Emily Cannon, astrofísica de la KU (Katholieke Universiteit) en Leuven, Bélgica.
«Nuestra idea general es que hubo una zona fría en la estrella que, debido a una disminución local de la temperatura, causó que una expulsión de gas anterior se condensara en polvo», explicó a BBC News.
«Así que, la zona fría en la superficie nos haría ver la estrella menos luminosa. Pero después, esta condensación del polvo aumentaría la rápida pérdida de brillo de la estrella».
Betelgeuse tiene una masa entre 15 y 20 veces mayor que la del Sol. Es probable que un objeto de ese tamaño se convierta en una supernova en algún momento.
De manera que no fue descabellado considerar que cuando ocurrió la inusual pérdida de brillo Betelgeuse podría estar cerca de explotar espectacularmente.
«No creo que este evento signifique que Betelgeuse se vaya a transformar en una supernova pronto, aunque eso sería increíblemente interesante y ¡yo casi que lo estaba deseando!» reconoció Emily Cannon.
«Sabemos que las supergigantes rojas pueden manifestar un aumento en la tasa de pérdida de masa, que puede ser una indicación que haya una etapa posterior de sus vidas en la que podrían volverse supernovas. Pero pensamos que Betelgeuse es una supergigante roja relativamente joven y probablemente le quede mucho más tiempo».
Y, ¿cuánto tiempo es ese? Decenas, tal vez cientos o miles de años es el lapso que los astrónomos suelen citar.
Sería algo muy espectacular de ver; el evento sería visible a la luz del día.
La última supernova que se observó en la Vía Láctea, nuestra galaxia, fue la estrella Kepler, observada en 1604. Los registros de los astrónomos de la época dicen que fue visible durante el día por más de tres semanas.
El informe del equipo investigativo de Miguel Montargès se publicó en la revista especializada Nature.