Salinas, ex prisionero político en el campo de concentración de Chacabuco, traza una línea de tiempo sobre la sequedad del desierto Atacama, una línea de tiempo similar a las vías de los ferrocarriles que ya no circulan por ahí. Una línea que comienza antes que él, es un artista consciente de lo anterior. Como Sartre decía de Baudelaire: es de los que avanza mirando el espejo retrovisor. Este viernes 3 de septiembre se inaugura una exposición colectiva en el Centro Cultural de La Moneda, con algunas fotografías de su obra.
Comencemos con una fotografía, Patricio Salinas es fotógrafo. Una espectacular: la montaña camino a Sierra Gorda en el desierto de Atacama, rasgada por el tiempo, como olas de roca, ¿arriba sal? En la parte inferior un negro espectral en retirada. ¿El amanecer, el desierto?
Comencemos con las cifras, Salinas es sociólogo, o lo fue, o no alcanzó a serlo. Cursó estudios de sociología en la Universidad de Concepción a comienzos de 1970. La sociología estudia los fenómenos colectivos producidos por la actividad social de los seres humanos, o así se podría resumir someramente.
Sigamos con las cifras del estudiante interrumpido, las que comenzó a tomar estando cautivo en un pueblo salitrero abandonado: «La población era, como en casi la mayoría de otros campos de prisioneros, de origen obrero (40 por ciento), estudiantes (13), empleados y profesionales (31), profesores de distintos niveles (10), otras actividades (6). Casados eran alrededor de un 65 por ciento. Todas cifras aproximativas, ya que la población era fluctuante».
Estas notas y observaciones que fue escondiendo bajo el piso de madera del policlínico y otras casas, cuenta Salinas, las comenzó a tomar influido por su profesor y compañero de prisión Luis Vitale, y también influido por sus estudios, pero hoy confiesa, lo hizo como una forma de sobrevivir allí.
Otra fotografía, Salinas es fotógrafo: Distintos tonos de grises pintan la pared donde se asoman rayados con nombres propios, abajo una tina gruesa y pesada se distingue del fondo gracias al reflejo de los haces de luz que rebotan contra la pared lateral. La grifería metálica se arrastra sobre el piso. Otra tubería, de mayor envergadura, nace desde la pared y sube hasta media altura, desconectada.
En el libro «Atacama: Geometría de un cautiverio» (Saposcat), armonizan el texto y las fotografías como partes de un mismo ser. Cada una de ellas se defiende en solitario, pero la conexión hace más delicado el entendimiento. ¿El entendimiento de que? Cabría preguntarnos.
Salinas traza una línea de tiempo sobre la sequedad del desierto Atacama, una línea de tiempo similar a las vías de los ferrocarriles que ya no circulan por ahí. Una línea que comienza antes que él, es un artista consciente de lo anterior. Como Sartre decía de Baudelaire: es de los que avanza mirando el espejo retrovisor.
En sus textos titulados, «Geometría de un cautiverio» y «Una sombra inevitable» nos introduce, no sólo en su propia experiencia, o en lo fotografiado. Más bien sobrevuela la historia del lugar geográfico, la aridez del desierto y el antiguo negocio del salitre, como también la historia de crisis sociales y políticas, que han ocurrido y lo siguen haciendo en nuestra modernidad. Crisis sociales y políticas que como la nuestra lo trasladó a bordo del barco Andalién de Valparaíso a Antofagasta y luego hacia el pabellón 23 del campo de prisioneros ubicado en Chacabuco, “un ex pueblo salitrero abandonado y cercado con alambradas y campos de minas en medio del desierto de Atacama”. Salinas es el prisionero número 32.
En sus textos nos describe con detalle la explotación británica del mineral, en manos de la Lautaro Nitrate Company, describe las calles de Chacabuco en tiempos de su apogeo, sus estructuras sociales y funcionamiento, hasta su rápido declive desde los años 30 del siglo pasado, cuando de a poco fue derivando hacia el abandono a comienzos de la década del 40. «Paradójicamente, Chacabuco revivió de manera sui generis treinta años después, cuando los militares chilenos lo trasformaron en un campo de prisioneros políticos». Desde ahí la descripción sigue un curso similar. Al interior del campo se fueron formando las mismas divisiones y categorías que norman la desigualdad civil.
Salinas, pese a las prácticas y atrocidades, pese a suicidios, ejecuciones y desapariciones, toma distancia del discurso personal. Toma notas, registra los hábitos de esa comunidad forzada. Se pregunta por sus guardianes, por sus abusadores y torturadores, que tipo de seres se escondían detrás de ese cruel comportamiento. Se pregunta por los efectos de la tortura, por sus objetivos y fines, esa arma política que se utiliza para sembrar pánico y desnaturalizar a sus víctimas. Los cuales luego de sobrevivirlas caían en el recelo y desconfianza del resto de la comunidad. En su forma hay cierta familiaridad con Imre Kertés en su novela Sin destino, en la fría objetividad con que el húngaro describe su experiencia en diversos campos de concentración nazis. Y en ambos casos, el frío quema.
La explotación salitrera, su apogeo y luego su abandono, las ruinas ocupada a punta de fusil y violencia, el desierto despoblado, inhabitable, nos arroja una sensación fantasmagórica. Pensamos en un Comala donde sus habitantes no tienen existencia externa. Una existencia que solo puede ser retratada a través del silencio de las imágenes, “figuras reflexivas lingüístico-visuales que tensionadas al máximo ofrecen una interpretación de la modernidad como origen fantasmático. El sujeto pasa de la vivencia a la experiencia”.
No es coincidencia que en su trabajo anterior el fotógrafo recorriera con su cámara el camino que hizo Walter Benjamin a través de los Pirineos huyendo del nazismo. En este, Salinas afirma que fue seducido por la concepción del alemán sobre la historia, entendida como procesos abiertos y no cerrados. Esto permite al artista actuar en el pasado, con fragmentos dispersos de lo descartado, de lo no dicho, activo en el presente.
Salinas fue transferido de Chacabuco a otros campos de prisioneros. Tiempo después fue expulsado de Chile sin papeles con destino a Panamá. El azar lo llevó a Suecia en donde se convirtió en periodista mientras cuidaba de ancianos entre otros trabajos varios, los de sobrevivencia en un país extraño, en medio del zumbido de un idioma insondable. Al mismo tiempo se convertía en fotógrafo.
A finales de 1985 volvió a Chile y a Chacabuco con un pasaporte de turista extranjero. Desde ese año hasta el 2009 ha visitado numerosas veces el lugar de su cautiverio. Lo primero que hizo fue buscar sus notas escondidas, sólo recuperó algunas.
«No hay que olvidar que la memoria individual es frágil y también lo es la memoria colectiva. Al campo de prisioneros y ex oficina salitrera de Chacabuco me acerco de este modo, ni como víctima ni como un resistente a la dictadura. Simplemente he vuelto a redescubrir las ruinas olvidadas a su suerte y esos caminos que se pierden en la nada».
Las imágenes contenidas en este libro: la soledad del desierto, un teatro abandonado, maquinarias en desuso, líneas ferroviarias discontinuas, ruinas que se mimetizan con la aridez de la tierra, son el resultado de estos viajes, son la forma que encontró Salinas de mirar el pasado de su presente. Un pasado enmudecido y cohabitado por los sueños de la industria del salitre y el de la violencia de estado. Estos fragmentos dispersos son verdaderas reflexiones sobre los fracasos de nuestra civilización. Y no son vestigios de un tiempo pasado, de un tiempo hace tiempo ido, porque al fin y al cabo son de este tiempo.
Salinas es sociólogo. Es el prisionero 32. Es el cuidador de ancianos. Es periodista. Es el turista con pasaporte extranjero. Patricio Salinas es fotógrafo.
Atacama: Geometría de un Cautiverio
Patricio Salinas A.
Textos de: – Patricio Salinas A./ Manuel Vicuña/ Leonora Vicuña /Rita Ferrer
Saposcat. 155 pág.
Este viernes 3 de septiembre se inaugura una exposición colectiva en el Centro Cultural de La Moneda, con algunas fotografías de Espinosa. Son alrededor de 33 artistas que ya han sido presentados en el festival de fotografía de Landskrona en Suecia. La exposición está curada por Rodrigo Gómez Rovira y Christian Caujolle.
DESDE LA HISTORIA A HISTORIAS
UN RELATO (TENTATIVO) DE LA FOTOGRAFÍA EN CHILE
La exposición Desde la historia a historias. Un relato (tentativo) de la fotografía en Chile, contempla a una treintena de autores a través de los cuales se reflejan las motivaciones y estéticas que han caracterizado a la fotografía nacional. La variedad de temáticas, estilos y técnicas dan cuenta de la riqueza y complejidad a la hora de buscar – infructuosamente – definiciones para una “fotografía chilena”.
COORDENADAS
Desde el 3 de septiembre | 2021
Martes a domingo | 10:00 a 18:30 horas
Galería de Fotografía | Nivel -3
Entrada liberada | Aforo limitado