La vida del periodista, abogado, diplomático y dibujante ha estado marcada por la constante curiosidad por lo que ocurre y cómo se relaciona el mundo. En esta entrevista con El Mostrador, José “Pepe” Rodríguez Elizondo comenta sobre su interés por las relaciones exteriores que nace desde su infancia, su trabajo como periodista en la destacada revista peruana “Caretas” y su impresión acerca de la evolución del periodismo en los últimos años. También, aborda la importancia de la Convención Constitucional para que se realicen cambios sustanciales en el país. «Mi esperanza humilde es que los convencionales no tomen como modelo a los malos políticos, consoliden su talante democrático y se autoimpongan el cariño a nuestro país. Eso que antes se llamaba patriotismo», expresó.
José Rodríguez Elizondo es un hombre inquieto por el saber: es abogado, diplomático, escritor, periodista, dibujante y académico y este año el Ministerio de Educación le otorgó el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales.
Oriundo de Santiago, estudió derecho en la Universidad de Chile, donde además es docente desde 1993 y actualmente director del Programa de Relaciones Internacionales. Sin embargo, su carrera es tremendamente variada. Según relató, su interés viene desde la infancia y el incentivo de sus padres.
“Lo veo como un reciclado de mi curiosidad de infante, con incentivo y ejemplo de mis padres. Ella era muy buena dibujante y él un gran autodidacta. Gracias a esa dupla –con variables de época–, sigo siendo un colegial caricaturista que escribe sobre todo lo que le interesa y que instintivamente se alejó de lo que Ortega llamaba ‘barbarie del especialismo'», explicó Rodríguez Elizondo.
A sus 84 años tiene un extenso currículo marcado por una vida con viajes y como testigo de importantes hitos históricos del siglo XX. José Rodríguez Elizondo es miembro de la Academia de Ciencias Sociales y ha publicado treinta libros, entre novelas y memorias, así como de historia y política exterior.
Además, a lo largo de su carrera ha recibido importantes reconocimientos, como el Premio Rey de España 1984 a la mejor labor informativa, por sus trabajos en la revista peruana Caretas y como corresponsal del diario español El País. También el Premio América del Ateneo de Madrid, 1989, por el ensayo Crisis de la izquierda en América Latina; y el Premio Internacional por la Paz, 1992, del Ayuntamiento de Zaragoza, por sus ensayos sobre derechos humanos.
Durante la Unidad Popular, Rodríguez Elizondo ejerció como abogado en la Contraloría General y comenzó a escribir para algunos diarios, no obstante, debido a la dictadura debió partir al exilio, primero a Alemania y luego al Perú. El columnista cuenta que su interés por desarrollarse en distintos ámbitos lo ayudó en el exterior.
“La buena noticia es que esa polivalencia me abrió espacios en el exterior, cuando partí al exilio. La mala noticia es que en Chile la diversidad no les simpatiza a los profesionales verticales”, manifestó.
En 1990 volvió a Chile y desarrolló una carrera ligada a la diplomacia como director de informaciones de la ONU en España y, luego, como director de Asuntos Culturales e Información del Ministerio de Relaciones Exteriores y como embajador de Israel.
Según relata, su interés por distintos lugares y los viajes también viene de su infancia, debido a sus referencias literarias.
“Viene de la fragua de la infancia. Cuando consumía mosqueteros franceses con Dumas, piratas asiáticos con Salgari, fantasmas norteamericanos con Allan Poe y sacerdotisas egipcias con Rider Haggard. Luego, como adicto a la ciencia ficción, el planeta me quedó chico y eso cuajó en la realidad de los viajeros y la vida en otras sociedades. Creo que comencé a cerrar el circuito con mi experiencia como desexiliado –categoría de Benedetti– con deberes de embajador”, relató.
Al momento del exilio, José Rodríguez Elizondo llegó a Alemania en plena Guerra Fría, por lo que Berlín se encontraba dividido entre la República Democrática Alemana y la República Federal de Alemania. Tres años después de su arribo al país europeo, partió a Perú.
“Viví como exiliado en la extinta RDA y, tras una ‘fuga técnica’, me reinventé en el Perú. En este país viví una inédita transición a la democracia, con la coexistencia de una dictadura militar y una Asamblea Constituyente democráticamente elegida”, comentó.
En el país vecino comenzó a trabajar como periodista, donde entrevistó a personajes importantes a nivel mundial y las guerras de Centroamérica. Además, trabajó “como informador de la ONU y viví su mejor etapa: Premio Nobel para los Cascos Azules y Premio Príncipe de Asturias para mi jefe, Javier Pérez de Cuéllar”, relató el Premio Nacional.
Sus aventuras lo inspiraron a escribir gran parte de sus libros. Dentro de sus últimos títulos publicados se encuentran Las crisis vecinales del gobierno de Lagos (2006), Chile-Perú: el siglo que vivimos en peligro (2004), Chile: un caso de subdesarrollo exitoso (2002), El Papa y sus hermanos judíos (2000) y El Neruda que yo conocí (1999).
“Los curiosos a veces tenemos aventuras y topamos con procesos cuya historicidad asumimos a posteriori. Si me recopilo, estuve en Vietnam en guerra, bajo bombardeos y recorriendo la ruta de Ho Chi Minh. Viví el proceso de Allende como actor de reparto y el 11 de septiembre me dieron por muerto. Incluso tuve misa de difuntos”, agregó.
Dentro del periodismo, José Rodríguez Elizondo trabajó en la revista peruana Caretas, reconocida por su labor en el periodismo de investigación. La publicación fue fundada en 1950 por Doris Gibson, destacada feminista, y el periodista Paco Igartua.
El abogado y periodista destacó que Caretas “durante más de medio siglo fijó la agenda informativa, fue clausurada ene veces durante las dictaduras, formó a los mejores periodistas del país y su nivel de contactos era de nivel máximo”.
En la revista coexistió junto con importantes periodistas y escritores, como Fernando Ampuero, Gustavo Gorriti, Mario Vargas Llosa, Luis Alberto Sánchez y Manuel D’Ornellas; reporteros gráficos y dibujantes de excelencia internacional, como Fernando Yovera, Oscar Medrano y Pepe Manchego.
De los años en que estuvo en Caretas, Rodríguez Elizondo destacó: “Aprendí a distinguir la información de la opinión, a entrevistar para extraer información y no para ‘ganarle’ al entrevistado y a entender, en síntesis, que el periodista no es noticia”.
Como testigo del periodismo del siglo XX y XXI, es crítico: “Por una parte, la experiencia del 73 instaló la advertencia contra el periodista ideologizado. Hoy se asume que los militantes con manejo de medios subordinan la búsqueda de la verdad a sus devociones políticas. Pero, por otra parte, la revolución tecnológica trajo un problema nuevo. La expectativa de un mundo informado sobre todo, en tiempo real, con editores responsables y noticias de veracidad contrastable en casa, comenzó a chocar con la información espontaneísta de las redes sociales”.
Además, agregó que “el financiamiento publicitario se fue desplazando hacia la información online y todo indica que los medios tradicionales asumieron la alternativa clásica: ‘Si no puedes vencerlos, únete a ellos’. Las primeras señales fueron la desaparición de las revistas y la conversión o coexistencia del diario papel con el diario electrónico ya estructurado. El resultado, hasta el momento, me parece demasiado funcional a la regresión cultural”.
Finalmente, en relación con el proceso constituyente actual, el columnista recalcó la importancia de la Convención Constitucional como «posibilidad de cambios sustanciales».
«Como ‘extremista de centro’, yo espero cambios que fijen un sistema con plataforma democrática apernada. Una que permita debatir y defender posiciones contradictorias, con el límite de velar por la integridad de la plataforma misma. Esto supone una renovación drástica de los actores incumbentes», manifestó.
«Mi esperanza humilde es que los convencionales no tomen como modelo a los malos políticos, consoliden su talante democrático y se autoimpongan el cariño a nuestro país. Eso que antes se llamaba patriotismo», sentenció.