Este monólogo de Claudio Santana es sobre «la instalación del sujeto enfrentado a un mundo que lo supera, un sujeto humano que sobrevive en una escala no humana, intentando no perder su identidad ni su cuerpo (para el caso, son lo mismo) y que vislumbra la necesidad de detenerse en el precario equilibrio de un barranco, en el delicado instante de las decisiones radicales».
La relación de las personas con su medio ambiente se ha manifestado con el tema central de la ciencia, la filosofía y el arte. Es, probablemente, el tema más recurrente como cuestionamiento en la humanidad, el motor que moviliza el avance o retroceso de las sociedades y que constituye la búsqueda de respuesta que ha originado sistemas de organización políticos, sociales, religiosos, artísticos.
“Barranco”, el monólogo que ha presentado Claudio Santana como su nuevo trabajo, manifiesta como esencia de creación, ese cuestionamiento. Se trata de un espectáculo que propicia una lectura social desde el ámbito particular de la vivencia privada, una lectura de la sociedad y de los contenidos políticos que últimamente recorren a Chile, desde la mirada del sujeto emisor del discurso, con sus vivencias, sus especulaciones, sus emociones.
En este sentido, la dramaturgia se conforma como un trabajo fuerte y delicado al mismo tiempo, una conjunción raras veces vista. Por una parte, los textos exponen el dolor, la frustración y, ciertamente, las heridas del personaje hablante, para luego ampliar esos insumos a los procesos sociales vividos en el último tiempo, pero del mismo modo, tras la virulencia y dolor, el texto deja traslucir la fragilidad, la incertidumbre, la necesidad de amor.
Por otra parte, la actuación de Claudio Santana da cuenta de una preparación sólida en diversos aspectos. Por supuesto, su corporalidad permanece al límite siempre, su tiempo en escena está jugado por un precario equilibrio de tensiones y distensiones en el que, físicamente, asistimos a los procesos emocionales, racionales y discursivos de su personaje… es posible que -dado el estilo del monólogo- el autor y director (Santana mismo) no estuviera muy de acuerdo con la afirmación de que se trata de un personaje lo que hace, pero lo cierto es que, por mucho que se articule la obra como un acontecimiento y que el discurso provenga de él, lo que sucede es una construcción semiótica donde Santana se mima a sí mismo.
La dirección de la obra es, entonces, de un doble valor, puesto que Claudio Santana se dirige a sí mismo, de manera que la puesta en escena se convierte en un lenguaje superpuesto de signos y más signos que se desenvuelven de forma obsesiva, enmarañada, y en la que las distintas capas semióticas del trabajo logran configurarse como una totalidad compleja, pero que cuenta una emoción; se trata, hasta cierto punto, de un espectáculo en el que más se desarrolla un concepto que lo que se cuenta una historia.
“Barranco” es un trabajo que pone el dedo en la llaga en torno a la soledad, la instalación del sujeto enfrentado a un mundo que lo supera, un sujeto humano que sobrevive en una escala no humana, intentando no perder su identidad ni su cuerpo (para el caso, son lo mismo) y que vislumbra la necesidad de detenerse en el precario equilibrio de un barranco, en el delicado instante de las decisiones radicales. Es un montaje que vale la pena ver y que seguirá presentándose próximamente, tanto en la región Metropolitana como en la V región.