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“Luz en Berlín” de Patricia Cerda: una chilena en el ocaso y caída del Muro CULTURA|OPINIÓN

“Luz en Berlín” de Patricia Cerda: una chilena en el ocaso y caída del Muro

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José Miguel Ruiz
Por : José Miguel Ruiz Escritor, poeta y profesor de Castellano (UC). Ha publicado, entre otros libros, “El balde en el pozo” (poesía, 1994), “Cuentos de Paula y Carolina” (narrativa, 2011) y “Gramática de nuestra lengua” (2010). Mención Honrosa en los Juegos Literarios Gabriela Mistral de la I. Municipalidad de Santiago, 1975. Primer Premio en el Concurso de Poesía de la P. Universidad Católica de Chile, 1979. Premio Municipal de Arte, Mención Literatura, de la I. Municipalidad de San Antonio (1998).
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Un libro arraigado en historias íntimas y otras universales (las diferencias entre la RDA y la RFA; la caída del Muro de Berlín; el testimonio de quienes vivieron la separación obligada; la memoria de los muertos que intentaron cruzar la barrera; la reunificación de Alemania; el juicio al jerarca de la RDA, Erich Honecker, sus entretelones a través de la ficción de algo que si no sucedió tal cual, es como pudo ser o lo podemos imaginar; su estadía en calidad de huésped en la embajada chilena en Rusia; también la presencia de la dictadura militar chilena y sus secuelas en el destino de muchos.


Cuando vi por primera vez el título en la portada de esta obra, me imaginé que algo luminoso ocurría en aquella gran ciudad; pero al tomar el volumen, hojearlo, supe que se trataba de la historia de una chilena, Luz Vidal, en los tiempos del ocaso y caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana. Una testigo directa de aquellos acontecimientos. Me interesó mucho más el libro, cuya lectura fue una inmersión en la vida de Alemania y de Luz.

La protagonista, joven de Concepción, radicada en Santiago por sus estudios, accede a una beca para doctorarse en la prestigiosa Universidad Libre de Berlín. En Santiago, vive con su amiga Helena en un pequeño departamento en un buen barrio, frecuentando en aquellos tiempos –todavía de dictadura– los lugares que fueron reductos de la cultura, como el Goethe Institut, donde encuentra la información que la llevará a postular a la beca.

La llegada a ese mundo nuevo en Berlín es la que podemos imaginar en una joven universitaria con ansias de conocer, plena de expectativas, con un sueño cumplido, pero también con la incerteza y los temores ante lo desconocido. Luz se va adentrando en la vida de la gran urbe: es la mirada de alguien que viene de la dictadura militar chilena, y se encuentra con la historia de Alemania: el Muro que separa la RDA de la RFA, con todo lo que ese significa no solo en la división de Berlín, sino respecto de los sistemas políticos de uno y otro lado del Muro.

Víctor, un amigo de Concepción, le pide que le envíe comentarios para la Radio Bío-Bío de esa ciudad, sobre todo en relación a cómo sienten los berlineses ese muro, su posterior caída, la situación de quienes intentaron cruzarlo, cómo después aquellos de Alemania Oriental cruzan hacia Alemania Federal. Luz se ve inmersa en una historia compleja, el fin de la Guerra Fría, líderes como Boris Yeltsin, Gorbachov, Helmut Kohl, y lo que ocurre en ese país. Se ha convertido en una periodista, corresponsal que debe estar atenta a la realidad política.

Ella se sabe testigo de un gran hecho histórico. Por otro lado, la vida cotidiana. Los amigos, el amor, la sensualidad, otros chilenos en Berlín. Una mujer antes de su viaje, al escuchar que ella viajaría a Alemania, la aborda y le pide que lleve una carta a un hijo del que no sabe nada hace muchos años, exiliado desde 1974. Tal vez pueda encontrarlo en Berlín y entregarle esa carta: “Menos mal que Macarena me habló aquella vez en el bus. Nunca sabemos por qué camino llegará lo que nos hace bien” (p. 185).

Luz nos permite adentramos en la historia de Alemania, a veces como una cronista, pero también en una más íntima: la de personas comunes y corrientes y sus avatares, quienes decidieron estar allá: Arturo, mexicano; Regla, cubana, quien tiene su propio drama, relacionada con la Stasi, el servicio de inteligencia de la RDA. Relaciones que florecen, otras que se derrumban, las de quienes viven en “ciudad extranjera”, sus momentos sublimes en el Primer Mundo, o las decepciones, la soledad, la nostalgia del lugar natal, de los seres en el “lejano país”, pero también la atracción que les produce ese no sé qué de esa ciudad cosmopolita y única. Berlín que es historia, extensión y belleza.

Un libro arraigado en historias íntimas y otras universales (las diferencias entre la RDA y la RFA; la caída del Muro de Berlín; el testimonio de quienes vivieron la separación obligada; la memoria de los muertos que intentaron cruzar la barrera; la reunificación de Alemania; el juicio al jerarca de la RDA, Erich Honecker, sus entretelones a través de la ficción de algo que si no sucedió tal cual, es como pudo ser o lo podemos imaginar; su estadía en calidad de huésped en la embajada chilena en Rusia; también la presencia de la dictadura militar chilena y sus secuelas en el destino de muchos), un libro narrado con sencillez, cercanía, como si estuviéramos escuchando a alguien que nos cuenta en persona qué vio, qué vivió, cómo fue aquel país, aquella ciudad a la que un día quiso ir con todas las esperanzas de una joven que quiere doctorarse y vivir la experiencia de una compleja Europa en los tiempos de la Guerra Fría.

Una amigable, apasionada y bella novela, aunque los avatares históricos ni la cotidiana humanidad, no siempre lo sean. Una mirada testimonial a la historia y a la condición humana.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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