El arquitecto y académico Genaro Cuadros, de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, resta dramatismo a un posible cambio de nombre. «En todas partes del mundo los nombres cambian, los lugares se resignifican y su valor patrimonial mutan de acuerdo a las preocupaciones que las sociedades tienen», comenta. Por su parte, para el historiador Vólker Gutiérrez, presidente de Cultura Mapocho, está claro que la plaza no puede conservar su nombre actual. «Debe cambiarse el nombre por otro que cumpla con varios criterios, como participación ciudadana, por ejemplo», expresó. «Somos cambio y permanencia. Las estatuas públicas -y otros elementos urbanos- suelen ser cambiadas de ubicación por diferentes razones: en el primer gobierno de Piñera se cambió de lugar la escultura homenaje a Carrera; la estatua a Portales no ha estado siempre en el mismo lugar… Esto es, el cambio de localización de una escultura pública no es nuevo y no dejará de ocurrir», remata. «Los monumentos, el arte y los espacios públicos que tenemos nos dicen quienes somos a nosotros mismos, y también al resto del mundo. Después de tan larga historia de exclusión de pueblos importantísimos, como los originarios, y de las mujeres, que somos la mitad de la población, un espacio tan emblemático requiere un trabajo artístico, diverso múltiple, y una participación muy completa, para llegar a algo bello, que refleja el mosaico que somos el pueblo de Chile. Indígenas, migrantes, descendientes, recién llegados», expresa la canadiense Lake Sagaris, miembro del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS) de la UC.
La noticia de la salida definitiva de la estatua del general Manuel Baquedano de la Plaza Italia reinstaló el debate sobre qué nombre y significa debe tener la Plaza Baquedano –también conocida como Italia o de la Dignidad.
No se trata sólo de si una plaza -y la estación de Metro homónima- puede tener el nombre de una persona cuya estatua ya no está allí, sino que el espacio tenga un simbolismo de aceptación transversal y no sea un lugar de división, como ocurrió con un espacio que era históricamente cuestionado como tal desde antes del estallido de 2019, con múltiples proyectos de modernización que no se materializaron.
«La ciudad necesita que recuperemos Plaza Italia como un lugar importante de encuentro ciudadano. El proyecto de Alameda-Providencia que estamos revitalizando conjuntamente con el gobierno ya contemplaba un rediseño de la plaza y mover la estatua de Baquedano a uno de los costados, así que con o sin estatua tenemos que resignificar el lugar y hacer un rediseño que la ponga en valor y la recupere para la ciudad», expresó el gobernador de la Región Metropolitana, Claudio Orrego.
La subsecretaria del Patrimonio Cultural, María Paulina Soto, informó que el monumento ha sido restaurado en su parte central y en marzo del 2022 el Consejo de Monumento Nacionales recibió la solicitud de parte del Ejército de Chile para ser trasladado temporalmente a su Museo Histórico y a los patios centrales.
«El Consejo de Monumentos Nacionales ha respondido con mucha disponibilidad para colaborar en la elaboración de esta petición que requiere de algunas determinaciones técnicas por las cuales el Ejército está obligado a entregar. El Consejo va ayudar, la secretaria técnica esta disponible a completar ese formulario para poder proceder en su momento entonces a esta autorización», agregó.
La estatua fue inaugurada en 1928, durante la dictadura del general Carlos Ibáñez del Campo.
Resultó gravemente dañada a partir del estallido social del 18 de octubre de 2019, en el marco de los ataques que recibieron monumentos en todo el país, especialmente aquellos vinculados a la colonización española o la acción militar del Estado chileno.
Baquedano participó en la Guerra del Pacífico y también en la así llamada «Pacificación de la Araucanía» contra los mapuches. En marzo de 2021, su estatua fue retirada por el Ejército de Chile.
El arquitecto y académico Genaro Cuadros, de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, resta dramatismo a un posible cambio de nombre.
«En todas partes del mundo los nombres cambian, los lugares se resignifican y su valor patrimonial mutan de acuerdo a las preocupaciones que las sociedades tienen», comenta.
A su juicio hay una oportunidad para resignificar el espacio en un proceso participativo y con tiempo. Por ejemplo, para él la estatua de Baquedano incluso puede ubicarse en algún otro sector de la plaza, pero lo central es un rediseño que incluya resolver el tema de circulación vial, peatonal y comercio ambulante, entre otros.
Eso junto con incorporar el concepto «dignidad» en su acepción más propositiva -desligada de la violencia- como hecho histórico que dio inicio al proceso constituyente, sin perder de vista un posible memorial que recuerde a las personas que perdieron la vida en el lugar en los enfrentamientos con Carabineros -como Cristian Valdebenito o Abel Acuña- o a quienes sufrieron mutilaciones oculares, como el estudiante Gustavo Gatica.
Por su parte, para el historiador Vólker Gutiérrez, presidente de Cultura Mapocho, está claro que la plaza no puede conservar su nombre actual.
«Debe cambiarse el nombre por otro que cumpla con varios criterios, como participación ciudadana, por ejemplo», expresó.
«En lo personal me gusta el nombre ‘Dignidad’, pues hace alusión a un valor necesario de enaltecer y porque los cambios que vivimos actualmente en Chile se vinculan a lo expresado mayoritariamente por la gente en octubre del 2019», agregó.
En cuanto a la estatua, manifiesta:
«Somos cambio y permanencia. Las estatuas públicas -y otros elementos urbanos- suelen ser cambiadas de ubicación por diferentes razones: en el primer gobierno de Piñera se cambió de lugar la escultura homenaje a Carrera; la estatua a Portales no ha estado siempre en el mismo lugar… Esto es, el cambio de localización de una escultura pública no es nuevo y no dejará de ocurrir», remata.
El académico destaca que el daño a la plaza -o nodo- Italia-Baquedano-Dignidad fue por el uso intenso en medio de manifestaciones masivas y prolongadas, y por la acción represiva también, pero también que ese nodo -de la plaza- era cuestionado desde antes de 18-O por varias razones.
«En el centro de la plaza puede haber un símbolo concreto, material, o puede no haber nada, una explanada simplemente. Respecto a símbolos materiales se han propuesto figuras históricas -como nuestros poetas premio Nobel- hasta la figura del perro Matapacos… Lo importante es que si se decide poner un homenaje material, sea a una figura significativa, como un animal -cóndor-, un árbol -canelo-, un accidente geográfico -la cordillera, el mar-… Y si es a un personaje -que represente una idea- debe ser a alguien transversal y que condense valores democráticos y populares, como Violeta Parra».
La canadiense Lake Sagaris, miembro del Centro de Desarrollo Urbano Sustentable (CEDEUS) de la UC, señala que el lugar requiere un rediseño, en el marco de la inclusión de sectores históricamente postergados que fueron claves de la estallido social, como las mujeres y los pueblos originarios.
«Los monumentos, el arte y los espacios públicos que tenemos nos dicen quienes somos a nosotros mismos, y también al resto del mundo. Después de tan larga historia de exclusión de pueblos importantísimos, como los originarios, y de las mujeres, que somos la mitad de la población, un espacio tan emblemático requiere un trabajo artístico, diverso múltiple, y una participación muy completa, para llegar a algo bello, que refleja el mosaico que somos el pueblo de Chile. Indígenas, migrantes, descendientes, recién llegados», expresa.
Para Sagaris la plaza además tiene problemas arquitectónicos propiamente tales. Por ejemplo, critica la cantidad de pistas que hay que cruzar para llegar desde el barrio Bellavista a los paraderos y el Metro, sin espacio suficiente ni tiempo adecuado en los semáforos, que tomen en cuenta a «caminantes, especialmente niñes, mayores, personas con discapacidad».
«Es un lugar donde se encuentra toda la ciudad, buena parte del mundo. Que represente valores humanos, inclusivos, una ciudad que realmente cuida y pone la vida y la convivencia en primer lugar, en vez de autos».
Finalmente, Sagaris además apunta al tema de la seguridad, ya sea vial, de género, delictual, y alerta que no debe haber nunca más políticas de desarrollo urbano que solo se enfocan lo comercial.
«Es la mezcla con residentes que nos da espacios urbanos seguros, 24 horas al día, 7 días la semana. Las políticas de generar economías locales que dependen del alcohol y las adicciones como la base de su ‘desarrollo’, que eliminan hogares por lo inivivible o la destrucción física de edificios incluso patrimoniales, nos está haciendo mucho daño, a la belleza que necesitamos todo ser humano, al patrimonio, pero también a la seguridad urbana», concluye.