«Las proyecciones que estimamos para que las extracciones sean efectivas rondan en los 15 a 20 años. Hoy es un mercado incipiente que aún debe resolver muchos aspectos de operación, pero que tiene un interés vertiginoso de todo el mundo», subraya Sebastián Jaraquemada, director de la entidad. «La minería chilena tiene un amplio conocimiento en el desarrollo de minería subterránea, sin duda necesaria en el espacio, ya que las variaciones de temperatura en superficie son demasiado elevadas, a diferencia de las temperaturas que se pudieran generar al interior de un cuerpo celeste, con menor variación».
La importancia de la astrominería y el aporte que puede realizar Chile fue destacado por el director de la Agencia Chilena del Espacio (Achide), Sebastián Jaraquemada, en una entrevista con El Mostrador.
Jaraquemada expuso sobre el tema en la charla «Astrominería, ¿es posible?» este jueves en el Planetario de la Universidad de Santiago.
«Hoy Chile, como país minero, puede aportar tremendamente en desarrollar equipos de la astrominería y que ayuden también a los problemas que nos aquejan: agua, relaves, emisiones, entre otros; no obstante, en lo particular, la minería chilena tiene un amplio conocimiento en el desarrollo de minería subterránea, sin duda necesaria en el espacio, ya que las variaciones de temperatura en superficie son demasiado elevadas, a diferencia de las temperaturas que se pudieran generar al interior de un cuerpo celeste, con menor variación», dijo Jaquemada a El Mostrador.
Jaraquemada define la minería como la extracción de minerales desde cualquier cuerpo del espacio ultraterrestre con motivo de investigación o de alguna actividad potencialmente económica.
La historia remonta a 1969 con el primer alunizaje del hombre en la luna, de donde se extrajeron muestras del suelo lunar para su análisis. Hoy en día existen diversos proyectos que han buscado obtener muestras de minerales espaciales, tales como el proyecto Hayabusa (operado por la Agencia Espacial Japonesa Jaxa en 2001), quien logró retornar a nuestro planeta con 5,1 gr. de material, explica el especialista.
Dentro de las investigaciones de laboratorio, se determino que los materiales obtenidos del asteroide Itokawa (de tipo S) fueron “condritas”, vale decir, meteoritos que poseen minerales con capacidad de sintetizar, en disolución acuosa y en presencia de formamida, compuestos orgánicos claves en la química prebiótica (fibras vegetales especializadas), además de olivino, piroxeno, plagioclasa y sulfuro de hierro.
Posteriormente han existido proyectos como “Rosseta” (de la Agencia Espacial Europea – ESA en 2004) que falló en su extracción de muestra; el “Oxiris Rex” (operado por NASA en 2016) que logró extraer mineral del asteroide Bennu y que hoy este satélite viene de retorno a nuestro planeta; y el Hayabusa 2 (operado por la Agencia Espacial Japonesa Jaxa en 2014) que obtuvo 5.5 gr. de material del asteroide Ryugu (de tipo C), que ya llegó a nuestro planeta y que en la actualidad se está investigando.
Respecto a los lugares a explotar, Jaraquemada explica que desde el punto de vista del negocio astrominero, los lugares principales para explotar se encuentran en el cinturón de asteroides, ya que es en este sector de nuestro sistema solar en donde se pueden lograr obtener la mayor cantidad de asteroides y cometas en cuanto a volumen, con diversos minerales en mayor concentración.
«El obtener minerales de cuerpos celestes también es una opción, siempre y cuando los volúmenes de mineral sean interesantes y además su extracción no afecte aspectos relevantes de estado que pudieran impactar a nuestro planeta», agrega.
Jaraquemada asegura que, en general, los materiales mas buscados por las empresas que ya se han creado para el mercado astrominero (además de algunas agencias espaciales), tienen relación a metales de mayor escasez en la tierra: platino, cobalto, oro, plata, manganeso, titanio, uranio e incluso algunas tierras raras.
«Su utilidad puede tener dos factores, en el espacio y en nuestro planeta: en el espacio se podrían utilizar para equipos de generación de energía, como por ejemplo baterías -debemos recordar que no existen ferreterías en el espacio que solucionen rápidamente un problema y por tanto, si existieran asentamientos humanos, sin duda que deben existir nuevas opciones de funcionalidad con materiales extraídos desde el espacio-. En nuestro planeta en tanto, se pueden utilizar en los procesos ya conocidos de la industria, aunque posiblemente con valores que distorsionen el mercado».
En cuanto a los métodos de extracción, el especialista señala que la extracción de minerales se debe realizar con equipos comandados a distancia, debiendo utilizar diversas metodologías, dependiendo el tipo de material a extraer y la profundidad en la que se encuentre.
En los proyectos ya ejecutados y mencionados anteriormente, han utilizado hidrogeno para despejar la zona de obtención de material (Oxiris Rex), en Hayabusa utilizaron una carga explosiva que creo un cráter y con ello pudieron extraer material del interior de ese cráter.
«En general, mi impresión es que los sistemas de extracción deberán ser sistemas mecánicos rotativos que sean de materiales de alta dureza y resistencia y sean movidos con energía nuclear -para mayor duración de la operación-. También se podría utilizar la minería óptica, en casos particulares», comenta.
Respecto a los valores involucrados, según un estudio del MIT, el costo por una misión que identifique y devuelva un asteroide de 500 toneladas a la orbita terrestre baja es de aproximadamente 2.600 millones de dólares (sin considerar los costos para desarrollar la infraestructura necesaria para procesar los materiales en el asteroide).
No obstante, si éste fuese de platino, podría tener un valor de venta de mas de 100.000 millones de dólares (38 veces más que el costo), dice Jaraquemada.
«Aún así, los beneficios de este proceso no son solo económicos, los avances que estos procesos pueden resultar en tremendos beneficios para nuestro planeta: computación cuántica -que entrega mayor seguridad-, inteligencia artificial, comando a distancia -ayudando a sistemas médicos-, comunicación, entre muchos otros», afirma.
«Las proyecciones que estimamos para que las extracciones sean efectivas rondan en los 15 a 20 años. Hoy es un mercado incipiente que aún debe resolver muchos aspectos de operación, pero que tiene un interés vertiginoso de todo el mundo», subraya.
Una carrera en la cual, sin duda, Chile debe participar.
«El desarrollo de nuevos equipos para lograr extraer minerales del espacio puede traer tremendos beneficios para la minera local y mundial. En el espacio casi no hay agua, y en los lugares en donde se ha encontrado es en bajos niveles y en estado criogénico, por tanto los procesos de operación deberán crear procesos que no utilicen agua…¿y si ellos ayuda a disminuir el uso del agua en los actuales procesos mineros terrestres?. Lo mismo sucede con el desarrollo tecnológico. Hoy las agencias espaciales están requiriendo de avances tecnológicos en la computación cuántica, si eso resulta, se podría aplicar a todos los mercados del mundo: financieros, médicos, mineros, etc., permitiendo mayor seguridad de los datos y menor tiempo de respuesta de los equipos computacionales», reflexiona el especialista.
«Para que esta actividad se desarrolle en Chile debe existir convicción. Esta en primera instancia es impulsada por el nuevo Instituto Chileno de Astrominería, que busca atraer el interés de empresas y proveedores mineros en participar de desarrollo de prototipos que permitan extraer minerales desde el espacio, pero con una mirada terrestre, que permita también apoyar sus procesos mineros», afirma.
Para él, una Agencia Espacial sin duda que podría ayudar para poder concretar convenios de colaboración con entidades de otros países, «pero creo más relevante que exista el interés de las empresas para innovar y entregar un producto que sirva tanto para la extracción de minerales en el espacio como para la ayuda de nuevas tecnologías para sus procesos mineros y la humanidad en general».