Aunque sus adherentes proyecten lo contrario, y pese a que no sea necesario talar arboles para fabricar billetes ni tampoco fundir metales para acuñar monedas, las criptomonedas en su conjunto –con pocas excepciones– están lejos de ser ecológicas. Según un estudio de la Universidad de Cambridge, la red de Bitcoin –la criptodivisa más popular del mundo–, consume cada año tanta electricidad como países enteros, con energía que proviene en gran parte de centrales térmicas a carbón o a gas. En tanto, otro estudio de Scientific Reports afirma que el costo medioambiental del proceso tecnológico por el que se obtiene la famosa criptomoneda es similar al de la industria cárnica e incluso se acercaría al de la producción de petróleo. Por esta razón, y mientras el Banco Central de Chile evalúa la creación de una moneda digital propia, hay quienes consideran que la criptominería es otro peligro para el planeta.
Partamos de la base que sustenta la red de criptomonedas: los mineros, que no son como los 33 de la mina San José. Los actuales criptomineros pasaron de ser fanáticos de la tecnología a verdaderos empresarios, con miles de computadores en galpones o «granjas» cada vez más grandes. Y todos esos aparatos están conectados en simultáneo haciendo complejas operaciones matemáticas durante horas.
Saber cuánta electricidad consume la red de criptomonedas y lo que contamina es, en la práctica, bastante complejo, ya que –aunque su precio es un dato público y personalidades como Elon Musk o Kim Kardashian hagan referencias a su utilización– se sabe poco sobre la ubicación exacta de los mineros, cuántos son y qué tipo de máquinas usan. Incluso, buena parte de los estudios que existen sobre el consumo energético y el impacto ambiental de las criptomonedas arrojan resultados disímiles. Sin embargo, el Centro de Finanzas Alternativas de la Universidad de Cambridge (CCAF, por sus siglas en inglés) ha desarrollado uno de los estudios más fiables y reconocidos por los criptoentusiastas del mundo, aunque solo se basa en Bitcoin.
En su estimación, que se actualiza cada 24 horas, el estudio de Cambridge determina que el consumo total anual de electricidad de la red de Bitcoin es –mientras se escribe esta nota– de unos 106.5 terawatts hora (TWh) y se ubica en el lugar 33 del ranking mundial, por debajo de toda Holanda (116.27 TWh) y por encima de países como Kazajistán (92.13 TWh), Filipinas (90.92 TWh) y Chile —que se encuentra en el lugar 39 del listado con 82.22 TWh—.
O sea que si Bitcoin fuera un país, estaría entre los que más consumen electricidad, sin contar el gasto energético de la fabricación de los computadores que se utilizan y las toneladas de desechos electrónicos que se generan.
«Una sola planta puede consumir lo equivalente a un barrio de 20 mil viviendas o más, las máquinas en promedio tienen una vida útil de 1.30 años», sostiene el abogado y coordinador de proyectos sobre tecnopolítica y democracia de la organización paraguaya Tedic, Leonardo Gómez.
Respecto del origen de esa energía, según el estudio de Cambridge, el 37,6% de la electricidad utilizada por mineros de Bitcoin proviene de fuentes renovables, mientras que el 62,4% corresponde a combustibles fósiles. Esta cifra no coincide con la que proporciona el Consejo de Minería Bitcoin –foro mundial de empresas de la industria– (BMC, por sus siglas en inglés), que establece que el 59% de la electricidad usada en la industria procede de fuentes sostenibles.
Si bien Bitcoin no es precisamente amigable con el planeta, el BMC sostiene que «el uso de energía de las criptomonedas es una característica y no un error, ya que proporciona una seguridad de red tremenda, y al proporcionar un foro de divulgación voluntaria, los mineros pueden decidir compartir sus fuentes de energía, con la esperanza de promover la transparencia».
Esta visión es compartida por Guillermo Torrealba, CEO de Buda.com, quien defiende que, por ejemplo, las criptomonedas prácticamente no utilizan otra cosa fuera de electricidad, la que a su vez se usa para asegurar la contabilidad de la red.
«Bitcoin no requiere de millones de personas trabajando, edificios, camiones de seguridad, cajeros ni bóvedas. Solo requiere de computadores que encriptan la información histórica para que sea virtualmente imposible engañar al sistema», asegura. Y agrega que la industria de las criptomonedas «no requiere estar ubicada donde yacen metales bajo tierra». En cambio, «se ubica donde la electricidad es más barata», apunta el CEO de uno de los sitios de compra y venta de criptomonedas con base en Santiago de Chile.
Torrealba sostiene que «Bitcoin no solo consume una fracción de la electricidad que consume la banca, sino que, desde el punto de vista de la ciberseguridad, es miles de veces más segura y consume más energía renovable que la banca tradicional”. Así, para el máximo ejecutivo de Buda, “por mucho que se intente convencer de lo contrario, Bitcoin es medioambientalmente una extraordinaria noticia para el mundo».
Las criptmonedas «sin duda reemplazarán al dinero tradicional, al menos en algunas dimensiones», sentenció.
Uno de los críticos es el economista y decano de la Facultad de Economía y Negocios (FEN) de la Universidad de Chile, José De Gregorio, quien plantea en su informe «Una Mirada Escéptica y los Desafíos a la Industria Financiera y Banca Central» que, junto a su elevado consumo de energía, las criptomonedas «no son monedas, son certificados respaldados por monedas tradicionales y tienen los riesgos que al no ser reguladas no se puede proteger a los usuarios de fallas en el proveedor».
«Se ha argumentado que la minería de Bitcoin usa menos energía que otras industrias. De acuerdo a Galaxy Digital, la minería de Bitcoin usaría menos de la mitad del uso de la industria bancaria. Sin embargo, la estimación relevante debería ser el consumo de energía por unidad de valor agregado. En Estados Unidos la industria financiera es en torno al 7% del PIB, en cambio si el Bitcoin es un activo financiero sin valor intrínseco su valor agregado sería muy bajo, probablemente cero. En consecuencia la razón de uso de energía a valor agregado tendería a infinito. Al menos, sería difícil encontrar a alguien que se atreviese a afirmar que en alguna mínima fracción el valor agregado de las criptomonedas se acerca al PIB de Suecia».
De Gregorio, ex presidente del Banco Central, dice que un problema más complejo de los criptoactivos es su anonimato, «lo que se presta para que sean vehículos de todo tipo de actividades delictuales y eso ciertamente reduce su beneficio social».
El también triministro de Economía, Minería y Energía durante el primer año de la administración del presidente Ricardo Lagos, reconoce que «muchos partidarios de las criptomonedas argumentan que una gran cantidad de delitos se financian en efectivo» y que «la industria financiera está atravesando muchos cambios producto del uso de tecnología». El académico destaca que los avances tecnológicos «aumentan la competencia y mejoran la eficiencia, lo que contribuye a la inclusión financiera». Pero, al mismo tiempo, «aparecen nuevos riesgos».
«Seguramente aparecerán muchos desarrollos nuevos y positivos, como será el uso de inteligencia artificial o uso de computadores más poderosos. Pero debe haber regulación que, protegiendo la integridad del sistema y, abriendo mayores espacios de competencia, mitigue sus riesgos», advirtió el decano de la FEN.
Desde el Ministerio de Energía, el subsecretario de la cartera, Julio Maturana, explica que, «dado que el minado de criptomonedas es una actividad no regulada, no existen parámetros respecto a su consumo real en el país y, por lo tanto, no hay proyecciones energéticas de largo plazo respecto a esa actividad en particular”.
Pero, pese a que no tienen una postura zanjada como ministerio respecto a este tema, el subsecretario reconoce que hay dos visiones claras a nivel académico e internacional. «Una que considera a la minería de criptomonedas como una actividad intensiva en energía, por el consumo eléctrico del equipamiento computacional asociado; y la otra postura dice que no es así, pues considera que el sistema financiero (que las criptomonedas pretenden reemplazar) es mucho más intensivo en energía, pues debe alimentar a todo un sistema bancario (edificios, sucursales, etc.)».
«Es una actividad que se está monitoreando en caso de que se regulase, tanto por los aspectos de su intensidad energética como por aspectos de calidad y seguridad del servicio eléctrico», puntualizó el titular de la Subsecretaría de Energía.
Una respuesta similar entregaron desde el Ministerio de Medio Ambiente, la cartera explicó que no tenían datos sobre el impacto ambiental de la criptominería, de modo que, no podían emitir una opinión fundamentada.
La consultora en tecnologías, feminismo y justicia social y ex directora de incidencia en Derechos Digitales América Latina, Paz Peña, menciona que el uso de energía en una matriz energética que no se basa en energía limpia va en la dirección opuesta a la que se necesita para combatir la crisis climática y si bien hay algunos intentos de que las granjas de criptomineria se alimente de energía limpia hay casos donde de igual forma hay un efecto negativo en las comunidades.
«Muchas granjas de criptomineria buscan alimentarse de energía limpia, pero eso no significa que no generen grandes impactos en el medioambiente: en El Salvador por ejemplo hay comunidades que se oponen a la instalación de plantas fotovoltaicas para la criptomineria porque significa talar hectáreas de árboles que afectarán el ciclo de agua de sus comunidades. En Paraguay hay una polémica general cuando las granjas se alimentan de energía hídrica en un país que incrementa sus ciclos de sequía», sostiene Peña.
Según un estudio publicado el 29 de septiembre de 2022 en la revista Scientific Reports y consignado por EFE, el costo medioambiental de la minería de Bitcoin –el proceso tecnológico por el que se obtiene la famosa criptomoneda– es similar al de la industria de la carne.
Esto supone cerca de un 35 % de su valor de mercado entre 2016 y 2021. Por comparación, la industria de la carne tuvo un costo medioambiental del 33 % de su valor de mercado durante el mismo período, mientras que el de la producción de petróleo o gas natural superó el 40 %.
Para calcularlo, los investigadores compararon las estimaciones del daño económico causado por las emisiones contaminantes que produce la minería de Bitcoin con el valor de mercado de la criptomoneda, que era de unos 960.000 millones de dólares a finales de 2021.
Los autores midieron el impacto medioambiental de la minería de Bitcoin de acuerdo a dos criterios: si su precio de mercado supera el costo económico de sus daños medioambientales y si su impacto climático ha crecido con el tiempo.
En el primer campo, los investigadores vieron que, en 2020, cada dólar estadounidense en Bitcoin produjo 1,56 dólares de daños medioambientales.
En el segundo, observaron un claro aumento de los costos climáticos de la minería de Bitcoin, que pasó de emitir 0,9 toneladas de gases contaminantes por moneda en 2016 a 113 toneladas en 2021.
Los autores confían en que estos datos sirvan de acicate para que los legisladores de todo el mundo aprueben medidas para regular el minado de criptomonedas.
Cristóbal Pereira, CEO de la academia Colledge y de la firma LatAmTech Finance, afirma que las criptomonedas no son perjudiciales para el medio ambiente per se, ya que «cuentan con diferentes maneras de procesar y confirmar transacciones que no requieren de un uso excesivo de energía». Esto, en referencia a la última actualización del archirrival del Bitcoin: Ethereum y su criptomoneda Ether.
Tal vez con conceptos como «cadena de bloques» o «minería», las cosas se complican. Y cuando el tema del momento es The Merge o «la fusión» de Ethereum, considerada como la mayor revolución de las criptomonedas en los últimos años, el desafío por entender qué está pasando se vuelve más complejo. Sin embargo, no es tan complicado como parece.
En septiembre recién pasado se concretó una operación de alto riesgo que, si fallaba, podría haber implicado que mucha gente perdiera su dinero en cuestión de segundos. Pero funcionó exitosamente, según dijo el cofundador de Ethereum, Vitalik Buterin, en una publicación de Twitter citada por BBC Mundo.
¿De qué se trata? Ethereum –una de las mayores plataformas para hacer transacciones digitales– cambió su forma de funcionar, reduciendo su alto consumo de energía casi en su totalidad, según sostienen los que administran este sistema.
Pereira, que hace poco lideró un encuentro internacional realizado en Santiago sobre esta tecnología, recalca que «existen más de 21 mil criptomonedas (según coinmarketcap.com), de las cuales la más importante por capitalización es Bitcoin, con un 39,5% de representación sobre el total de capitalización de mercado de criptomonedas, y actualmente es la que más consume energía para el registro de transacciones, ya que la forma de registro de transacciones se basa en complejos cálculos matemáticos que deben realizar computadoras especializadas que requieren de un consumo importante de energía; este procesamiento se llama ‘prueba de trabajo'».
Confirma que Ethereum, segunda criptomoneda de mayor capitalización, recientemente cambió la forma de registro de sus transacciones de prueba de trabajo a una llamada «prueba de participación», que permitió disminuir en un 99,5% el consumo de energía.
A juicio del CEO de Colledge, el problema se debe solucionar a nivel de generación de energía y no de consumo. «Nosotros como personas consumimos energía que nos provee una industria dedicada a generarla, y esa generación es la que debe buscar la forma más amigable con el medio ambiente posible».
Afirma que los mineros de Bitcoin o de otras criptomonedas que siguen utilizando el procesamiento de transacciones de «prueba de trabajo» se conectan a las mismas fuentes de energía que se conectan todos, pero incluso hay muchos que buscan las fuentes más amigables con el medio ambiente.
«No me parece que el desarrollo de los criptoactivos y las criptomonedas terminen por reemplazar el sistema financiero tradicional, lo veremos convivir como una alternativa que tendrán las personas para poder utilizar libremente», proyecta Cristóbal Pereira, precisando que «en algunos países será más usado, principalmente aquellos cuyos habitantes tienen complicaciones económicas por los gobiernos que los rigen, mientras que otros lo usarán como forma de mejorar procesos para sus clientes, ofrecer mejores servicios e integrarse».
«El sistema financiero tradicional ya se está integrando hacia las criptomonedas, como lo podemos ver con los principales bancos en Estados Unidos que ya permiten el uso de Bitcoin y otras criptomonedas, o bien empresas que invierten en Bitcoin como parte de su administración de la tesorería, o países como El Salvador que tienen a Bitcoin como una moneda de curso legal al igual que el dólar norteamericano. Veo más una integración y alternativa al sistema económico y financiero tradicional, más que un reemplazo a largo plazo», concluye el experto.
Cabe mencionar que lo que ha ocurrido es que la red Ethereum hizo una actualización de software que transforma radicalmente la forma en que funciona. A ese cambio se le llamó The Merge o «la fusión». Se trata de la actualización de software más ambiciosa del mundo criptográfico hasta la fecha, que reemplaza a las computadoras hambrientas de electricidad, que se usaban para crear y ordenar transacciones, con un sistema más eficiente en el uso de la energía.
Ethereum es actualmente el hogar de unas 3.500 aplicaciones descentralizadas activas, que van desde intercambios comerciales hasta juegos y manejo de miles de millones de dólares en criptografía. Esta red de datos puede ser utilizada por cualquier empresa o persona para crear cualquier tecnología digital. Permite la programación de los llamados «contratos inteligentes» o la creación de criptodivisas como el Ether.
Como sabemos, no hay leyes que protejan a los consumidores que transan con criptomonedas, porque no intervienen los bancos centrales ni los bancos comerciales de ningún país. Y al no haber regulación, los que invierten en estos activos de altísimo riesgo lo hacen dispuestos a asumir las consecuencias.
Con «la fusión» desaparece la tradicional creación de nuevos Ether, es decir, la «minería» del Ether. Ahora, en cambio, el Ether funciona con un sistema llamado «prueba de participación», en el que los inversores depositan o «participan» con una cierta cantidad de monedas digitales en una red compartida, que les permite ser parte de un sorteo.
Luego, cada vez que ocurre una transacción, se selecciona a un participante del sorteo para que verifique el intercambio y reciba nuevas monedas. Esto reduce los costos energéticos al eliminar a las poderosas computadoras que competían por resolver rompecabezas.
Los partidarios de este sistema afirman que es más igualitario que la minería, porque su barrera de acceso es más baja; en otras palabras, un «participante» no tiene que ser propietario de una flota de computadoras costosas para poder contribuir.
En cambio, los detractores aseguran que este nuevo sistema perpetúa la desigualdad, porque solo las personas que tienen suficientes recursos para participar en ese proceso podrán obtener los beneficios.
Los participantes deben aportar 32 Ether (o alrededor de US$54.000) para ingresar a la lotería y ganar recompensas.
Por eso los críticos argumentan que los participantes que tienen más Ether conseguirán más dinero. Eso podría causar con el tiempo un colapso del sistema.
Si bien en Chile no hay cifras oficiales sobre las granjas de criptominería en la región si hay antecedentes, países como Argentina y Paraguay son ejemplos donde esta actividad ha abierto nuevos debates a nivel ambiental, económico y gubernamental.
En Paraguay las primeras granjas llegaron en 2009 y poco a poco se empezaron a masificar, sin embargo, desde que China –y por efecto dominó otros países asiáticos– prohibió en 2019 las transacciones digitales, grandes inversionistas comenzaron a migrar a países donde la energía es más barata, como es el caso de Paraguay.
Estas empresas se instalaron principalmente en la localidad de Villarica al sur del país debido a que en esa zona, a diferencia del resto del país, la empresa privada Compañia de Luz y Fuerza (Clyfza) distribuye la electricidad a un precio menor al mercado. De esta forma, por el bajo costo de la energía se transformó en el destino perfecto para las empresas transnacionales frente a la prohibición de las criptomonedas en Asia.
«Cuando veíamos que se estaban instalando vimos que se estaba haciendo en un escenario de total desregularización y antes de que haya una discusión profunda sobre las implicancias ambientales, energéticas, económicas, en el mundo del trabajo, el impacto que podría tener en garantizar servicios básicos eléctricos en los territorios o la sobrecarga que generarían y el destino de los desechos esto se empezó a instalar de forma masiva», relata Leonardo Gómez de la organización paraguaya Tedic.
Ante este fenómeno, la Administración Nacional de Electricidad (ANDE), el organismo estatal que distribuye la electricidad en Paraguay, comenzó a congelar las carpetas de solicitud de venta de energía de Clyfza porque declaraban una cantidad importante de energía. Frente a esto, en julio de 2021, los criptomineros impulsaron un proyecto de ley para garantizar la demanda de energía que tiene que comprar a la ANDE.
El proyecto de ley «que regula la industria y comercialización de activos virtuales-criptoactivos» fue aprobado por la Cámara de Diputados y Senadores, sin embargo, el poder ejecutivo presentó un veto al proyecto, de modo que actualmente se encuentra en tramitación en la Cámara de Diputados.
Leonardo Gómez sostiene que la principal crítica es que el proyecto fue aprobado en tiempo récord y por ende favorece exclusivamente a grupos empresariales, «sin pensar en el territorio en que se instalan y sin pensar las consecuencias», afirma.
«Lo que termina pasando es que es solamente una ley a medida y es algo que no queremos, si es que va haber una legislación que sea escuchando a las múltiples partes interesadas y que aborde la mayor cantidad de perspectivas, que tenga el proceso de difusión necesaria», expresa.
El debate en Paraguay refleja la complejidad y el impacto que tienen estas nuevas formas de negocios a nivel mundial, es más, la Comisión Europea en pleno proceso de articulación de medidas para reducir el consumo energético emitió un comunicado que baraja imponer restricciones a la minería de Bitcoin.
En el texto subrayan que el gasto de energía de las criptomonedas se ha duplicado en dos años y ya representa el 0,4% del consumo mundial de electricidad. Si bien, la medida responde a una necesidad económica también plantean el desarrollo de un informe para 2025 que incluya una descripción del impacto ambiental y climático de las nuevas tecnologías en el mercado de criptoactivos.
Con miras a la digitalización de los pagos, cabe mencionar que el Banco Central de Chile está promoviendo el análisis y debate a nivel nacional sobre los desafíos y oportunidades de emitir una Moneda Digital de Banca Central (MDBC) en Chile. Esta iniciativa comenzó con la publicación de un primer informe, en el cual se recaban los antecedentes esenciales en este ámbito.
El informe del emisor presenta una evaluación preliminar respecto de los potenciales beneficios y desafíos asociados a la emisión de Monedas Digitales de Banco Central (MDBC), pese a que no contempla el gasto energético en esta primera instancia.
En ese sentido, Paz Peña, expresa que el Banco Central no debe tomar una decisión meramente económica sin considerar costos ambientales y también que en el proceso sean consultados todos los actores involucrados.
«Primero, hay que evaluar el impacto que tiene respecto al uso de energía y la matriz energética con que se alimenta la criptomineria. Segundo, hay que evaluar la mitigación de todos los otros impactos que produce al ambiente. Y poner esto en el mix de la decisión que tome. Esto tiene que ser un proceso de consulta transparente, más amplio socialmente, no solo a nivel privado y gubernamental, sino también a nivel de academia y sociedad civil. Es importante que nuestro país tome una decisión respecto al uso de las criptomonedas que se base en evidencia científica independiente sobre su impacto ambiental», opina Peña, consultora independiente y activista en materia de tecnologías, género y justicia social.
En opinión del Banco Central de Chile, la emisión de una MDBC minorista podría contribuir a maximizar los beneficios de las transformaciones tecnológicas y, al mismo tiempo, mitigar los riesgos asociados a estas. No obstante, todavía no existe información suficiente para tomar una decisión definitiva respecto de la emisión de una MDBC, por lo que, junto con la publicación de dicho informe, se iniciará un proceso de diálogo y consultas con distintos agentes interesados de los sectores público y privado.
Se espera que el resultado de este diálogo se publique en un nuevo reporte hacia finales de este año.