La cinta que relata la historia de un anciano enfermo que debe abandonar el campo para quedar al cuidado de su hija en una pequeña urbe, pero además toca temas como el padre ausente y la vejez, e incluso la precariedad laboral tan extendida en Chile. La cinta se exhibe este jueves en el CEINA, donde además habrá un conversatorio con el realizador.
Una película sencilla, sin grandes ambiciones, pero con un gran personaje, temas contundentes y diálogos de gran naturalidad es «Cada uno tiene su cada uno», del director Alexis Donoso.
Estrenada en el 28º FICValdivia (2021) con toques de humor y drama, está película narra la historia de Vicencio, un viejo de campo, medio punk y bueno para el trago, quien tras sufrir un paro cardíaco, empieza a convivir con su hija y su nieto, a quienes no ve hace años, en la creciente ciudad de Rancagua.
La película tendrá una función con cine foro es este jueves a las 19:00 horas en el Centro Arte Alameda – Sala Ceina (Arturo Prat 33, Metro Universidad de Chile), donde el público tendrá la oportunidad de conversar con el realizador. Además habrá otra función el domingo a las 17:45 horas en el mismo lugar.
«Cada uno tiene su cada uno» es el debut en el largometraje de Donoso, quien conoce bien Rancagua porque ha vivido allí la mayor parte de su vida, aunque hoy resida en Santiago Centro.
El artista es realizador cinematográfico con mención en Dirección de Fotografía titulado en la Universidad Arcis, con especialización en Puesta en Escena en la EICTV, Cuba. Como director y guionista ha trabajado en proyectos de televisión como Historias de Barrios y Mire Gancho, en proyectos web como A Buen Entendedor y en cortometrajes como El legado del héroe, entre otros.
«Esta película surge por el malestar que me producen los gritos de las máquinas y las ganas que tenía de habitar una casa con patio donde pudiera escuchar los pájaros al atardecer», comenta.
«También por una frustración de no poder volver al pasado y su reinvención desde el presente, esa nostalgia del futuro. Por mi gusto por los Saicos y su música arrebatada. Por cierto miedo a vivir una vejez solitaria y mi torpe adaptación a la prisa citadina. Y por el encanto de un cine cotidiano con momentos de humor austero que quería realizar».
A esto se sumó la llegada de un nuevo vecino al barrio de sus padres en Rancagua, un anciano que al poco tiempo tenía el mejor jardín en muchas cuadras.
«Yo siempre lo veía ahí sentado tranquilamente por horas, lo que me sorprendía mucho. Nos comenzamos a saludar y luego iniciamos una amistad, Tata Meme lo llamaban. Ahí me contó que venía del campo y que su hija lo había llevado a vivir a Rancagua con ella porque estaba bastante enfermo. También me comentó que regularmente debía tratarse en Santiago, situación que detestaba», recuerda.
Y aunque «Tata Meme» murió hace unos meses, su recuerdo y sus conversaciones, junto a otras ideas y obsesiones, dieron origen a “Cada uno tiene su cada uno”.
Consultado sobre la escritura del guión, que destaca por la naturalidad de sus diálogos, Donoso dice que generalmente al momento de escribir se sitúa desde un lugar muy cotidiano, con el tiempo y las distracciones que a veces este lugar conlleva, y cree que eso puede ayudar a cierta naturalidad.
«También rara vez cuando escribo abordó un conflicto directamente, sino más bien los personajes lo rodean o este se termina por esconder bien ante la necesidad de la escena. Es algo muy chileno por lo demás eso de no enfrentar las cosas directamente», afirma.
«Creo también que esa naturalidad a la que hace referencia se debe a que la película no cae en el drama e intensidad que se suele observar en gran parte del cine, no hay grandilocuencia, sino una cotidianeidad que hace sentir los diálogos bastante cercanos».
Otra característica del film es situar el conflicto en una ciudad pequeña, que en esto caso es Rancagua pero podría ser cualquiera en el mundo.
«He vivido la mayoría del tiempo en Rancagua, que tiene zonas de campo bastante cerca, y si bien creo que la película no entra en un mundo particularmente rancagüino, si rescata la vivencia de habitar una ciudad pequeña, que es muy distinto al hacerlo en una grande», afirma Donoso.
«Por ejemplo en Rancagua es muy fácil encontrar una plaza donde no haya nadie o muy poca gente, incluso por el centro, eso en Santiago solo sucede en las comunas que están más cerca de la periferia. Solo esa posibilidad te da una forma de habitar y de percibir muy distinta».
Para el director, la película hace referencia a Rancagua por cierto temor, no muy bien fundado, de que la ciudad creciera desmedidamente.
«En un tiempo muy breve vi como en terrenos baldíos donde jugaba de pequeño se construyeron edificios y supermercados, pensé que Rancagua se iba a volver una ciudad más ruidosa y agitada con la llegada de mucha gente, pero afortunadamente la cosa no avanzó. Al parecer Rancagua es una ciudad muy fome para vivir, y bien que así lo sea. En las grandes ciudades es más difícil detenerse, darle el espacio al aburrimiento, hay como una necesidad de estímulos, lo cual es peligroso porque se terminan desbordados por deseos e impulsos de dudoso origen».
Actualmente el cineasta está viviendo en Santiago centro, y hace más de un año que llevan construyendo un gran edificio a unos pocos metros de su hogar, de forma que durante el día ni siquiera sale al balcón por la cantidad de ruidos, en una situación que califica de «lamentable».
«Rancagua es una zona intermedia, entre la gran ciudad y un pueblo de campo, un lugar donde a mí me hacía más sentido que ocurriera la película. En regiones también se vive una centralización, la cual crea sus propias problemáticas».
Son varios temas los que Donoso quiso abordar en su film: por un lado, el conflicto campo-ciudad, y por otro, la vejez.
«Uno de los temas es el conflicto que pasa a menudo en las ciudades cercanas al campo, cuando la gente acostumbrada a vivir en un ambiente más natural, debe por algún motivo irse a la ciudad, la cual tiene un ritmo totalmente distinto. Hay una dicotomía entre urbanidad y ruralidad, donde el primero suele comerse al segundo, y no solo a través de nuevas construcciones, sino también mediante la imposición de un ritmo de vida y de nuevos valores#», reflexiona.
Para Donoso, la ciudad se idealiza como símbolo de progreso y destino para desarrollarse individualmente, pero no necesariamente en ella está el camino que garantiza la felicidad.
El director cita como ejemplo el personaje de Aurora -la hija que debe acoger a su padre ausente-, quien se refugia en la intensidad de su trabajo para evitar caer en una depresión causada por sus deteriorados lazos familiares.
«¿Quién le podría exigir que se enfocara en otra cosa que no sea su trabajo, si debe saber conseguir el dinero para vivir ella y su hijo? Estas son las interrogantes que busca generar esta película, reflejar esas exigencias implícitas del sistema que a veces hacen que nos sintamos apesadumbrados, disminuyendo la capacidad de goce en la vida», analiza.
Otro tema es la vejez, pero no desde la mirada condescendiente de ver a los adultos mayores como personas solitarias que requieren compañía, sino más desde una perspectiva que cuestiona en cómo se llega a esa edad, «en las acciones que hacemos y que determina nuestra forma de vivir nuestra última etapa».
«Si bien creo que en muchos casos falta apoyo, afecto y recursos para generar un buen vivir en los adultos mayores, la película evita caer en una visión compasiva, más bien crea preguntas sobre la responsabilidad que puede tener una persona en llegar de manera solitaria a esa edad, y en que quizás a veces ya es demasiado tarde para arreglar las cosas, o la mejor manera de hacerlo es renunciando a un posible cambio».
En la cinta, además, la ausencia del padre es una constante: el protagonista fue un padre ausente, y el padre del chico tampoco aparece. ¿A qué se debe eso?
«La figura del padre ausente es muy potente en Chile, que sumado al desamparo del Estado subsidiario provoca una gran dificultad a la hora de sacar a los cabros chicos adelante. Y ahí es donde entra esta cadena de esfuerzo y sacrificio con que tanta gente se llena la boca, la madre que se saca la cresta por sus hijos y se le ensalza como ciudadana ejemplar, pero pasando por alto esa sobrecarga que provoca malestares físicos o mentales, ese deterioro que genera el estrés constante».
Para Donoso, sacar a una de las figuras paternas (en el caso de la película el padre como sucede generalmente), desarticula totalmente el tejido familiar y social, creando la necesidad de encontrar nuevos métodos de sobrevivencia.
«Es una problemática muy vigente, es cosa de ver todo el revuelo que se armó con los papitos corazón y el retiro del 10% de la AFP».
También hay alusiones sutiles a la precariedad: la hora médica en un mes más para el padre, o el contrato laboral que Aurora nunca termina de firmar.
«Porque creo que hay una costumbre de la precariedad que muchas veces nos imposibilita a vivir tranquilos. Esperar que nos hagan un contrato para trabajar tranquilos, o que te den una pronta hora al médico, permite un vivir mejor, la dignidad que tanto se habló en el estallido», opina el realizador.
«En Chile aún no se otorgan las condiciones mínimas para poder vivir bien, está muy internalizada la idea de que el esfuerzo crea las posibilidades de ese vivir mejor, y ese esfuerzo no es el mismo para todos, depende mucho de la cuna donde naciste. Y no hablamos de un esfuerzo para conseguir un auto mejor o poder viajar, sino para cosas básicas como poder acceder a la salud».
Para él, son detalles que están por detrás que justifican también el ritmo de los personajes, por ejemplo el personaje de Aurora, la madre e hija que se hace cargo de todo, que no tiene tiempo para detenerse y decantar la situación que tiene con su padre.
La película además se destaca por la gran naturalidad en la actuación de sus protagonistas.
«Creo que hace más de una década se han logrado varias películas con actuaciones naturales (en el cine chileno). Aunque quizás en esta película se siente así porque no aborda las situaciones desde una intensidad, o desde un drama, sino desde una liviandad que le da la cotidianeidad. Los problemas no se enfrentan directamente, esa práctica chilena de dejar que las cosas queden por debajo, ocultarlas y evadirlas, quizás por eso sientes esa naturalidad».
El director además destaca el mérito que tienen los actores Leonardo Pizarro, Nicolás Rojas y Roma Monasterio, quienes lograron una gran química entre ellos, aunque el primero se «roba la película». ¿Cómo lo eligió para el protagónico?
«De una manera muy fortuita. Esta película se financió con un fondo audiovisual de cortometraje -que sumado a aportes propios nos permitió hacer este largometraje- y para conseguirlo tuvimos que realizar una maqueta audiovisual. Recuerdo que quedaban como tres días para el cierre de las postulaciones al fondo y solo teníamos una casita de campo -que es la que sale en la película-, pero ningún actor ¡ninguno! Afortunadamente Gerardinne Severino, directora de arte de la película, estaba en un seminario de gestión cultural en Rancagua y conoció a Leonardo en esa instancia, me mandó una foto de él escribiéndome algo así como “ese caballero dijo que le gusta actuar” y ante el poco tiempo que teníamos no nos regodeamos y lo invitamos a participar. El problema fue coordinar los tiempos porque Leo estaba con mucho trabajo, y la única posibilidad era grabar en su hora de almuerzo y menos mal que la casita de campo quedaba cerca de su lugar de trabajo, fue un hecho muy afortunado. Así que con Gerardinne y Juan Ramírez, que después fue parte del equipo de foto, sumado a Leo grabamos esa maqueta como en una hora y media aproximadamente -todo muy precario-. Así que con Leo nos conocimos el mismo día de la grabación de la maqueta, y me gustó mucho su presencia en cámara y su entrega, iba a todas y contagia buena onda. Eso sí Leo es muy distinto al personaje de la película, es de mucha energía y movimiento a la hora de expresarse, así que eso lo trabajamos bastante posteriormente, básicamente fuimos reduciendo esa expresividad y que con pequeños gestos pudiera comunicarse y expresar su sentir. Leo tiene un rostro fascinante, y a veces con una mirada o una pequeña mueca logra mucho. Él antes de participar en esta película creo que solo había participado en un cortometraje como actor secundario, así que fue todo un desafío».