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«Los hiperbóreos», la nueva apuesta de León y Cociña que incluye muestra y set de filmación sobre el Chile mitológico CULTURA

«Los hiperbóreos», la nueva apuesta de León y Cociña que incluye muestra y set de filmación sobre el Chile mitológico

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Marco Fajardo Caballero
Por : Marco Fajardo Caballero Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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La exposición estará abierta al público desde este miércoles y es una nueva iniciativa que se basa en la experiencia de su anterior película, «La Casa Lobo», premiada en la Berlinale y filmada en alrededor de quince centros de exhibición de distinto tipo, museos, galerías y centros culturales. «Nuestra experiencia haciendo eso cambió nuestra manera de pensar las exposiciones. Nos prometimos nunca más hacer una muestra que sea una simple disposición de objetos o videos, sino siempre hacer exposiciones vivas, que funcionen como un taller de artista, como una escuela o como una kermés de colegio. Desde que empezamos a trabajar juntos, hemos ido mezclando prácticas de las artes visuales, del cine y la animación. En general, tenemos un gran proyecto audiovisual, y alrededor van creciendo instalaciones, pinturas, esculturas y otros», puntualiza León. «Para nosotros, las obras y las exposiciones no son, sino que acontecen, ocurren», agrega Cociña.


Una experiencia que transforma la Galería de Artes Visuales del Centro Cultural Matucana 100 en un gran set de filmación de un largometraje, donde las audiencias podrán presenciar el rodaje y participar de maneras inesperadas, se abrirá al público este miércoles.

Se trata de Los hiperbóreos, la última creación de la dupla artística conformada por Cristóbal León y Joaquín Cociña, conocidos por sus creaciones y películas, como La Casa Lobo, premiada en el Festival de Cine de Berlín en 2018.

«La muestra en M100 es una exposición de artes visuales que acoge la filmación de una película, tal como hicimos antes con La Casa Lobo«, explica León.

«Siempre estuvo en nuestros planes filmar esta nueva película en un espacio de artes visuales y siempre nos imaginamos el Galpón de Matucana 100 como el espacio ideal para hacerlo, no solo porque el espacio es gigantesco y bello, sino también por el gran profesionalismo de todo el equipo. Postulamos y nos adjudicamos un Fondart para hacer esta muestra», cuenta.

Cociña complementa diciendo que desde hace algunos años se han ido ido enamorando de la idea de entender las exposiciones no como una muestra de obras, sino como activaciones de espacios.

«La manera más natural para nosotros de hacer esto es trasladar nuestro lugar de trabajo y convertirlo en un taller abierto. Los hiperbóreos es la versión más grande que hemos hecho de ese sistema de trabajo», afirma.

Exposiciones vivas

Su anterior película, La Casa Lobo, fue filmada en alrededor de quince centros de exhibición de distinto tipo, museos, galerías y centros culturales. La escena final de hecho la hicieron en Matucana 100.

«Nuestra experiencia haciendo eso cambió nuestra manera de pensar las exposiciones. Nos prometimos nunca más hacer una muestra que sea una simple disposición de objetos o videos, sino siempre hacer exposiciones vivas, que funcionen como un taller de artista, como una escuela o como una kermés de colegio. Desde que empezamos a trabajar juntos, hemos ido mezclando prácticas de las artes visuales, del cine y la animación. En general, tenemos un gran proyecto audiovisual, y alrededor van creciendo instalaciones, pinturas, esculturas y otros», dice León.

«Para nosotros, las obras y las exposiciones no son, sino que acontecen, ocurren», agrega Cociña.

«La vida de una obra en el taller es muy distinta a la vida de una obra en los lugares de exhibición. De alguna manera no existe una obra de arte sin su contexto. Esta sensación de que las obras de arte –como el teatro– existen en la medida que ocurren, tiene su versión más reconocible en las instalaciones o en las performances, pero para nosotros es más un programa o idea de hacer exposiciones que estén vivas y que cambien. Debido a que estamos con Cristóbal tanto en el mundo de la artes visuales como en el del cine, la idea de hacer un rodaje-exposición es una forma bastante natural de aplicar la idea de una exposición viva», remata.

Participación del público

En cuanto a la participación del público, León detalla que la primera instancia de interacción ya está ocurriendo a través de un taller que realizaron en el mismo espacio, y en el que convocaron gente para que les ayudara a construir las escenografías de la película.

«El taller oficialmente ya concluyó, pero la gente sigue viniendo a trabajar. Yo personalmente no tengo una idea clara de cómo será la interacción. La gran lección de la experiencia de La Casa Lobo es que la interacción es impredecible. Nunca lo planificamos, pero para La Casa Lobo hubo muchos visitantes de las exposiciones que se convirtieron en animadores de la película, algunos que animaron cinco minutos, otros que se quedaron tres meses trabajando y aprendiendo con nosotros. Para Los hiperbóreos, creo que lo iremos descubriendo», asegura.

«Debido a que la exposición es también nuestro taller y nuestro set de grabación, pasamos mucho tiempo ahí», complementa Cociña.

«Una cosa linda que pasa con esto es que muchas personas, el equipo completo que trabaja, se transforma en guía y mediador de la exposición. Nos gusta esa manera de vivir nuestras exposiciones y creemos que es una manera bella de vivir como audiencia o público una exposición», destaca.

La película

Consultados sobre la película, León adelanta que es un intento de recreación del proceso creativo y de la producción de otra película, que filmaron hace algunos años y que nunca pudieron terminar, pues les robaron las cintas de celuloide.

«Esta nueva película es un acto de invocación de esa otra película perdida. La película gira bastante en torno a procesos creativos. Así como la exposición exhibe el proceso de filmación de una película, la película en sí habla sobre procesos de escritura y de fabricación de ficciones», afirma.

«Por otro lado, es un intento de construir nuestro propio Chile mitólogico, mezclando personajes de la historia chilena reciente y elementos inspirados en el Miguel Serrano, poeta delirante, diplomático chileno y exponente del llamado hitlerismo esotérico. El nombre Los hiperbóreos viene justamente del esoterismo nazi, que a su vez lo toma prestado de la mitología griega. Los hiperbóreos eran seres semidivinos que habitaban al norte de Grecia. Los esotéricos nazis interpretaron a los alemanes como los hiperbóreos. Como decía, esto llegó a nosotros vía Miguel Serrano, que es un personaje en la película», grafica.

El filme cuenta con la participación de la actriz Antonia Giesen que, en palabras de Cociña, se va metiendo en una película mientras la va narrando, en un punto se transforma en una policía que trabaja en una versión de Chile en que hay una inteligencia artificial llamada Jaime Guzmán, que dirige el país.

«Antonia policía debe encontrar una película perdida y en ese proceso comienza a descubrir un mundo escondido dentro de una realidad virtual vinculada a los nazis», remata.

Desafíos de filmación

Finalmente, en cuando a los desafíos de la filmación, León estima que el principal inconveniente es cómo lidiar con el ruido y las conversaciones del público en vivo, «que obviamente no es la situación ideal cuando uno filma una película».

«Nuestro plan es incluir ese sonido como parte de la película. Yo creo que el gran desafío será nuestra inexperiencia dirigiendo actores, pues esta película no es de animación, o no exclusivamente de animación, sino que la protagonista es una actriz: Antonia Giesen. Será un desafío y una experiencia de aprendizaje para nosotros como directores. Esto implica además que el rodaje será acotado en el tiempo y sin muchos espacios de divagación e improvisación, que es la manera en que nosotros estamos acostumbrados a producir en nuestro trabajo de animación stop-motion«, comenta.

Cociña admite que todo este rodaje y exposición le produce grados de incertidumbre muy grandes.

«Es una sensación muy compleja y muy fascinante. Creo que ‘vértigo’ es la palabra más adecuada. Es una sensación que en mi experiencia produce obras muy inesperadas. Por otro lado, el Galpón y el Centro Cultural Matucana 100 son bastante perfectos para trabajar. De alguna manera, es como si estuviéramos en un Chile distópico de 1920 o 40, en que el cine se produjera de manera industrial. Es muy divertido estar produciendo de esa manera, con lógica de set y entendiendo toda la creación de la película desde la lógica de lo construido desde cero», concluye.

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