Tras presentarse en Cannes, el realizador chileno de 27 años, decidió competir en el #4 Festival Cortos en Grande de nuestro país, evento organizado por Fundación Viart y Balmaceda Arte Joven que lleva a las salas cinematográficas de cinco regiones, obras de corta duración de jóvenes promesas del cine nacional y extranjero.
En un plano general, Nataly, una mujer trans, abre la puerta junto a su hija de una vieja casa en un pueblo costero de Chile. A la izquierda del cuadro, una bandera chilena cuelga de la cornisa, volteada, con su estrella hacia el suelo. La toma, que compone parte de los dieciséis minutos del cortometraje “Las criaturas que se derriten bajo el sol”, no es azarosa. Transmite simbólicamente que “Chile está patas para arriba y en eso aparecen estos mundos, las disidencias, nacen movimientos sociales interesantes”, explica Diego Céspedes, su director.
Afable, cercano, aún sintiéndose en permanente rodaje, Diego habla de sus inicios en el audiovisual desclasificando que no estudió cine en la Universidad de Chile, pensando en ser director. “Siempre me gustó más lo técnico, la cámara. Pensaba que eso era hacer cine. Pero después me di cuenta que me gustaba hacer todo, también la dirección, pero todavía no sabía lo que significaba dirigir, escribir”.
El punto de inflexión sucedió cuando Alicia Scherson lo reclutó como ayudante de su cátedra por tres años. “Aprendí mucho con ella. La observaba, vi todas las pelis que nos mostraba, conocí sus gustos. Con ella me hice muy cinéfilo, hasta que en quinto año rodé mi primer corto”.
Lo tituló “El verano del león eléctrico”, obra que el 2018 ganó el Primer Premio de la Cinéfondation de Cannes, el apartado del festival dedicado a las escuelas cinematográficas. Así, con 23 años, Diego Céspedes se convirtió en el único chileno en obtener este reconocimiento.
A partir de entonces, el realizador entró en la vorágine creativa propia de la industria. “Cuando tienes una obra que podrías catalogar de exitosa, se te exige comenzar con la segunda rápido. Y ahí empecé con el desarrollo de mi largometraje, que ya lleva un proceso de cuatro años. Ha sido extenso sobre todo por temas monetarios. Comenzó a pasar el tiempo y yo decía ‘no estoy filmando nada’. Fue entonces cuando decidimos hacer un corto y realizamos las “Criaturas que se derriten bajo el sol” que, si bien no tiene relación con la película, sí nos permitió probar algunas cosas de ficción y meternos en el mundo más disidente.
– En una entrevista a EFE señalaste que no buscas usar el cine como bandera, a propósito de tu primer corto. Pero en “Las criaturas que se derriten bajo el sol”, das visibilidad al tema transgénero con dignidad y poniendo sobre la mesa algo no tan socializado como es el desamor, la violencia de género y la maternidad trans ¿Cómo llegaste a esta historia y qué fue lo que te determinó a desarrollarla?
– Esa declaración surgió por la historia de la chica que iba a casarse con el profeta de Peñalolén (argumento del primer cortometraje). Yo no me sentía, ni me siento capaz de levantar la bandera feminista y lo dije para que no pensaran que me estaba aprovechando. Yo creo mucho lo que dice Lucrecia Martel (cineasta argentina), aquello de hacer primero para que después aparezca la temática. En ese sentido no me sentía ni me siento disponible para levantar ninguna bandera. Y acá en “Las criaturas” me pasa algo parecido. Había algo que sí me interesaba explorar, que era la maternidad, según lo visto en mi familia, que está conformada por puras mujeres, muy cercanas. Luego, conocí a Paula Dinamarca, protagonista del corto y fue un match instantáneo. Primero, porque nuestras historias se parecen mucho: ambos venimos de poblaciones y por lo tanto conectamos por nuestras similitudes sociales. Segundo, ella me contó que había maternado y pensé entonces, esto es perfecto. Con eso empezamos a moldear la historia del corto que mezcla su relato con lo que yo entendí de él. Porque al final eso es el cine, decidir qué contar y cómo contarlo. Ella me habló de este terror asociado a las relaciones románticas y yo decidí plasmarlo de esta forma. Fue un trabajo muy en conjunto, en el que ella iba entregando su historia y yo la iba transformando.
– La escena en la que Nataly abre la puerta de la casa, está hecha en un plano general donde figura una bandera chilena que está con la estrella hacia abajo. Es conmovedora porque delata cierto simbolismo ¿Hay algo en relación con nuestro país que querías comunicar con esta toma?
– Sí, está cargada de simbolismo y creo que tiene que ver con un Chile que se está transformando muy rápido y encontrando una identidad. Siento que estamos un poco de cabeza, estamos intentando decir “esto es lo que realmente creemos” y nos estamos mirando y encontrando en eso.
Chile tiene una historia de represión súper fuerte, somos más tímidos y tenemos eso que viene de lo rural, de ser empleados del patrón. Es parte de nuestra cultura, pero hace poco tiempo, empezamos a mirar para arriba y a decir ‘¡ah! Creemos esto en conjunto, parece que este piensa lo mismo que yo’, y así hemos visto todos los conflictos sociales que se están generando últimamente, porque la gente está muy enojada. La derecha se polarizó, la izquierda se polarizó y estamos en una búsqueda de identidad.
La bandera hacia abajo es el símbolo de un Chile que está patas para arriba y en eso aparecen estos mundos, las disidencias, nacen movimientos sociales interesantes. Todo lo que pasó con Las Tesis y su baile que se difundió por el mundo, es muestra de un Chile en transformación y esta va a durar un par de décadas, hasta encontrar una nueva identidad.
– En el contexto social actual de feminismos y disidencias expuestas y defendidas ¿Crees necesario que el arte y el cine, en particular, instale estas temáticas?
– Sí, es necesario, pero insisto en que la temática debe venir después de la materialidad del cine. Contar nuestras propias historias hace que lleguemos a la temática. Construir desde ese espacio es mucho más orgánico, más honesto, con más colores. Pero en el cine pasa mucho que el proceso es al revés: se dice hay que hablar de esto, entonces terminamos todos hablando de lo mismo y comienza a volverse un panfleto. Y sí, se están abriendo temas que son súper interesantes, pero ahí hay que aprender a tocar lo que te mueve, a contar tu historia. Si quieres ser más político, bakán, pero hay que buscar una forma propia de ser político. Yo también cometo ese error, me incluyo dentro del grupo, porque he dicho ‘yo quiero hablar sobre las disidencias y que mi película sea la película de disidencias del año’. Pero es un error porque comenzamos a construir la bandera delante de la lucha.
– ¿Qué implicancias ha tenido para ti haber estado en Cannes tan tempranamente, más aún con buenos resultados?
– Cannes me abrió una puerta super grande, porque claro pruebas que puedes hacer algo, bien, y eso te lleva a un segundo nivel, pero con todas las letras chicas que eso conlleva: la plata y que no hay apoyo en toda la región de Latinoamérica. Porque no somos ni Europa ni Estados Unidos. Entonces se te hace más difícil, tenemos que estar siempre en función de los fondos europeos, porque allá se apoya mucho en términos de residencia y laboratorio. Pero eso implica hablar y relacionarse con ellos para recibir las ayudas. Entonces ahí empieza un diálogo nuevo, que a veces también es muy paternalista de parte de ellos, pero que es necesario para nosotros, de lo contrario no se puede subsistir.
Yo me siento super novato todavía. Aún miro para arriba. Es clave observar y analizar lo que hacen otros, los que están más metidos en la industria. Observar cómo se mueven, dónde van con sus proyectos en desarrollo, ver cómo se relacionan entre ellos y también ver cómo podemos, desde nuestra generación, cambiar ciertas cosas que están mal o que están torcidas. Esa es una batalla difícil de dar cuando uno es novato.
– Me gustaría que habláramos un poco del formato cortometraje, ya tienes dos que has circulado en importantes festivales. ¿Cuál crees que es el principal valor y garantía que ofrece este formato?
– Yo creo que los cortos son obras en sí. Normalmente se le cataloga como un intento, un ensayo, un vistazo de lo que podría ser una película, pero creo que son obras en sí mismas, que hablan de un tema en menor tiempo, y que por lo tanto tienen un alma, un corazón vivo. Pero el lugar que le da la industria siempre es uno más pequeño.
Hacer un corto te permite experimentar, probar cosas, ir y arriesgarte sin gastar tanta plata, pero no es tanto un laboratorio. Es súper pensado y eso es bueno. Hay gente que hace cortometrajes impecables, que sabe perfectamente lo que está haciendo, cómo quiere que termine y lo que quiere causar.
– Teniendo en cuenta eso, Cortos en Grande es el único festival que se realiza en cinco regiones para difundir únicamente el formato del cortometraje. “Las criaturas…” está compitiendo. ¿Qué valor le das a este certamen, considerando que estuviste con este corto en Cannes, con excelente recepción?
– Los cortometrajes no tienen mucha visibilidad, entonces es muy bueno que este festival ponga un foco especial en eso y que no se lo coman los largometrajes. ¡Porque hay muchos cortos muy buenos! y la experiencia que te queda puede ser tan o más enriquecedora que un largo, de repente.
– ¿Qué esperas dejar o legar a los espectadores de tu corto?
– No estoy tan seguro, hoy. Me gusta mucho que la gente se emocione y pueda empatizar con personajes que antes, no. Me pasaba que me gustaba mucho que empatizaran con la historia de Paula y su propia maternidad, cuando eso antes era impensado.
Eso habla de un nuevo pensamiento de mujeres CIS que se han acercado a la Paula o a mí y nos han dicho que se han reconectado con la maternidad y reflexionado en torno a ella, pero no desde el cuerpo de una mujer, sino desde el cuerpo de una mujer trans. Eso habla de que el mundo está cambiando y esa interacción con la audiencia es super interesante, es algo que trajo este corto y que me gustaría seguir explorando en mi largo.
– ¿Nos puedes adelantar un poco qué historia abordarás en tu largometraje y cómo ha sido el proceso de producción?
– Estamos iniciando el casting, ajustando las versiones del guión y levantando el financiamiento que nos falta. Ha sido un proceso bastante largo, como es para todos en la región, porque en Latinoamérica funcionamos bastante parecido. Cineastas de México hasta Chile demoramos unos cuatro o cinco años en sacar un largo, levantarlo, desarrollarlo, hacer la preproducción, etc.
La historia es la de un pueblo minero en el norte de Chile de los años 80, en el que habitan solo hombres y un grupo de travestis, mujeres trans y transformistas que están ahí, supuestamente, para darles placer. De pronto, llega al pueblo una enfermedad que empieza a matar a muchos y como explicación, se dice que ésta se provoca cuando un hombre se enamora de otro, a través de la mirada. Pero en realidad, no quieren admitir que es porque tienen sexo entre ellos. Entonces empiezan a culpar a la única chica que está en el lugar, cuando lo cierto es que esta enfermedad se está viviendo en todo el mundo.