En nuestro país, la televisión vegeta en una trayectoria sin rumbo claro, desprovista de misión social, embretada en el escenario de la banalidad, la intrascendencia y la porfiada promoción de figuras aburridamente convencionales. En este sentido, lo que está viviendo el intrépido y creativo periodista chileno en tierras mexicanas, al recibir los mencionados reconocimientos y homenajes, es una versión actualizada del ya legendario y bien consolidado “pago de Chile”, esa mezcla de reticencia y mezquindad, no desprovista de una inconfesada dosis de envidia, tan asentada en nuestra mentalidad criolla, que nos inhibe de celebrar a los nuestros como se merecen.
Hace unos años, el conocido periodista chileno Jorge Said concibió y desarrolló la serie televisiva «Buscando a Dios», intentando generar contenidos audiovisuales que junto con ser interesantes y atractivos, tocaran aspectos y motivaciones de la vida humana universales, que interpelan a todos los hombres en todo tiempo y en cualquier parte del mundo.
Sin duda la nostalgia de trascendencia, de asidero en un inescrutable más allá, y en un ser que le confiera fundamento y sentido a la existencia, pertenecen a esa esfera de motivaciones. El anhelo íntimo, recoleto, siempre actual de la creatura humana por vincularse, conectarse, religarse con el Creador, es por cierto un motivo o un acicate que anida firmemente arraigado en el corazón de todos los seres humanos.
Pues bien, esta serie de televisión, que indaga en estas tendencias, las pesquisa, intenta explicarlas y las registra en clave audiovisual, con sentido estético y narrativo, en los lugares más remotos del mundo, a través de las manifestaciones religiosas y de espiritualidad con que los distintos pueblos asumen su condición de peregrinos y caminan esperanzados hacia el encuentro con sus divinidades, se ha emitido en estos años primero a través de Canal 13 y desde el 2020 por la señal internacional History Channel 2, en toda Latinoamérica.
Si bien en Chile nunca fue programada en un horario que facilitara la llegada de estos contenidos a los más amplios segmentos de público, sino que se mantuvo los sábados de madrugada, en la más criteriosa parrilla de la señal internacional ha ocupado franjas horarias que potenciaron su exhibición e hicieron de esta singular producción cultural un auténtico éxito en todo el continente, incluso en el inmenso espacio geográfico de Brasil, para cuya audiencia se tradujo prolijamente.
Así, la idea original de Said de desarrollar contenidos televisivos esencialmente anti banales, ajenos a la vulgaridad, ha logrado traducirse en una serie de alto impacto que aúna la buena entretención que busca el público, con la entrega de episodios que agregan conocimiento, muestran experiencias y estimulan el pensamiento, la curiosidad, la conversación.
Es decir, una propuesta televisiva ya no de calidad, puesto que este es un concepto pretencioso, demasiado manido y de significación difícilmente delimitable, sino simplemente televisión interesante, entretenida y formativa a la vez, con contenido que respeta a las audiencias y levanta el espíritu, y también, por cierto, con estándares de realización técnica compatibles con las grandes cadenas mundiales. En el campo de la entretención y de la cultura, el público no puede seguir siendo visto por las estaciones como una muchedumbre amorfa e ignorante, que responde a estímulos casi instintivos, cuyo desarrollo mental equivale al de un niño de diez o doce años.
Uno de los resultados destacables de este enorme esfuerzo de producción, es que el documentalista y realizador de la serie, Jorge Said, ha sido reconocido este jueves por la Fundación Honoris Causa Internacional de México, en vinculación institucional con la Universidad Santander, con el otorgamiento del grado de Doctor Honoris Causa en Ciencias Sociales, y este viernes se le entregará en la ciudad de Guadalajara la Medalla Iberoamericana, en el marco de un concierto organizado en su honor denominado Ópera con Causa.
El documentalista chileno recibirá este reconocimiento “por su gran trayectoria como agente de cambio y por su conocimiento en el ámbito del periodismo internacional y el estudio del ser humano”. Además será objeto de una serie de homenajes y foros que se realizarán en su honor en la Ciudad de México, en el Estado de Querétaro y en Jalisco, junto con el destacado artista japonés Etsuro Sotoo, escultor oficial de la Sagrada Familia de Barcelona, cumbre arquitectónica del maestro catalán Antoni Gaudí.
Estos logros han sido posibles no sólo porque la serie de televisión «Buscando a Dios» ha conseguido capturar el interés y emocionar a millones de personas en nuestro continente, sino también porque en otras latitudes de nuestra América Latina, en naciones que tienen mayor consideración por la cultura y la elevación del nivel de las audiencias, se valora y aprecia el trabajo bien hecho y no se tienen complejos para destacarlo, reconocerlo y colocarlo como ejemplo a seguir para la sociedad.
En nuestro país, en cambio, la televisión vegeta en una trayectoria sin rumbo claro, desprovista de misión social, embretada en el escenario de la banalidad, la intrascendencia y la porfiada promoción de figuras aburridamente convencionales. En este sentido, lo que está viviendo el intrépido y creativo periodista chileno en tierras mexicanas, al recibir los mencionados reconocimientos y homenajes, es una versión actualizada del ya legendario y bien consolidado “pago de Chile”, esa mezcla de reticencia y mezquindad, no desprovista de una inconfesada dosis de envidia, tan asentada en nuestra mentalidad criolla, que nos inhibe de celebrar a los nuestros como se merecen.