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Filósofa francesa Barbara Stiegler: «El COVID nos dejó un mundo aun más autoritario y desigual» CULTURA

Filósofa francesa Barbara Stiegler: «El COVID nos dejó un mundo aun más autoritario y desigual»

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Emilia Aparicio
Por : Emilia Aparicio Periodista El Mostrador
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La profesora de filosofía política en la Universidad Montaigne de Burdeos, Francia, y vicepresidenta del Comité de Ética del Hospital Universitario de la misma ciudad, fue parte de la mesa redonda «Democracia: ¿Cada vez más?», que se llevó a cabo el sábado recién pasado en el Centro Cultural La Moneda. La filósofa gala conversó con El Mostrador sobre la relación entre la pandemia y el neoliberalismo: «Para el neoliberalismo esta fue una oportunidad de reinventarse, produciendo un discurso sobre la vida y la muerte aun más invasivo que el que conocíamos hasta entonces. La innovación biomédica (vacunas de ARN) y la innovación digital (el trabajo a distancia y el ‘código QR’) se han impuesto como única salida, potenciando las ganancias de los multimillonarios. Los servicios públicos continuaron su descenso a los infiernos, cada vez con más austeridad», señaló.


El resguardo de la democracia y su futuro es un debate al que siempre se acude, en parte porque está en la memoria colectiva de los países latinoamericanos y también por las constantes inestabilidades políticas que surgen a raíz de distintos factores económicos, políticos y sociales. En 2020 varios derechos individuales se restringieron en Chile debido a la crisis sanitaria. Justamente, sobre la democracia es que la filósofa francesa Barbara Stiegler expuso este sábado 21 de enero, en la mesa redonda «Democracia: ¿Cada vez más?», durante la Noche de las Ideas, un conjunto de charlas que realiza el Instituto Francés de Chile junto a Santiago a Mil.

Stiegler es profesora de filosofía política en la Universidad Montaigne de Burdeos y vicepresidenta del Comité de Ética del Hospital Universitario de dicha ciudad. Sus primeros trabajos se centraron en Nietzsche y la relación entre la biología y el cuerpo. Como teórica sobre el neoliberalismo, destaca sus fuentes evolutivas por las que la especie humana debe aprender a vivir en un nuevo entorno y adaptarse mediante políticas de salud y educación dirigidas por expertos.

Este martes 17 de enero presentó su libro Hay que adaptarse (Il faut s’adapter) publicado recientemente en español.

Si bien parece lejano, en 2020, debido a la emergencia sanitaria, se dispusieron distintas obligaciones permitidas por el Estado de Excepción Constitucional: toque de queda, uso obligatorio de mascarilla, cordones sanitarios, permisos de desplazamientos, entre otras medidas de restricción de los derechos de las personas.

En 2021, Stiegler publicó De la democracia en pandemia: salud, investigación, educación, libro donde –a partir de las reflexiones del editor de la revista médica inglesa Lancet, Richard Horton– señala que, en relación con el COVID-19, no se debería hablar de pandemia sino de sindemia. Es decir, la concentración de brotes de enfermedades en una población, las que interactúan con las circunstancias sociales, políticas y económicas de tal población durante un periodo y un lugar determinados.

«Su argumento es que el COVID es una enfermedad que en los países desarrollados, donde prevalecen las enfermedades crónicas o polipatológicas relacionadas con el envejecimiento, que tocan sobre todo a las personas más vulnerables y pobres, las políticas que se pusieron en marcha no tomaron en cuenta estos factores sociales. Al agitar el imaginario de la ‘pandemia’ –una enfermedad mortal que como la peste afectaría a todo el mundo por igual, pero ese no era para nada el caso con el COVID–, los estados jugaron con el miedo para poner en marcha políticas autoritarias e ineficaces», explica a El Mostrador.

En tal sentido, sostiene que «como muchas otras epidemias, el COVID es una epidemia de difusión mundial. En ese sentido sí se trata de una pandemia. Pero nada justifica las destrucciones que estas políticas engendraron. Esto demuestra la importancia del poder de las palabras. Hablar de ‘pandemia’ permitió tomar el poder de las sociedades. Si se hubiese insistido en los aspectos sindémicos del COVID, por el contrario, hubiese obligado a los Estados a hacerse responsables de la lucha contra las desigualdades y el mantenimiento de los servicios públicos».

Democracia sanitaria

La filósofa sostiene que durante la crisis sanitaria no se respetó la democracia sanitaria, la cual –según señala– es una reivindicación que nació en otra pandemia mundial: la del Sida.

«En los años 1980, los pacientes empezaron a estructurarse en asociaciones y a imponerse como un nuevo poder en la salud. Mejor, ellos impusieron la idea de que el saber medical no podía venir solamente del cerebro de los expertos en medicina sino que solo se podían elaborar con la participación de todos: cuidadores y pacientes», detalla.

En Francia, esta reivindicación de la salud pública produjo la creación de una ley el 4 de marzo de 2002, que consigna a la democracia sanitaria como una prioridad de la salud pública. Sin embargo, la investigadora afirma que desde el inicio de la pandemia esto no se tomó en cuenta.

«El hecho de que esta disposición legislativa estuvo totalmente pisoteada por la gestión francesa del COVID, es un doble síntoma de la fragilidad de nuestro modelo actual de democracia sanitaria, que fue fundada exclusivamente por comunidades interesadas en ella. ¿Y cómo estas comunidades de pacientes podían hacer escuchar sus voces si estábamos decretados todos como pacientes y hasta todos amenazados de muerte?», cuestiona.

Al respecto, manifiesta que «para el discurso dominante es cada vez más claro que la democracia no puede enfrentar las crisis. La crisis ecológica, sanitaria y también la guerra exige un poder autoritario, un puño de jefe. Y en esa visión, el conocimiento debe concentrarse en manos de quienes tienen el poder. Estos últimos se presentan, como en las grandes horas del régimen soviético, como los que sostienen la verdad. Cualquier voz crítica o discordante es declarada ‘conspiradora’. La historia de la democracia sanitaria me fascina porque refleja la historia reciente de nuestra democracia. ¿Cómo y por qué tal idea, la democracia, presentada en los años 80 y 90 como el fin de la historia, ahora es atacada por todos lados por las clases dominantes?», plantea.

La pandemia y el neoliberalismo

Al consultarle sobre si la gestión de la pandemia es un síntoma de quiebre del neoliberalismo, Stiegler afirma que «contrariamente a lo que nos anunciaban las ingenuas ensoñaciones sobre ‘el mundo del después’, el COVID nos ha dejado un mundo aun más autoritario y desigual».

«Para el neoliberalismo esta fue una oportunidad de reinventarse, produciendo un discurso sobre la vida y la muerte aun más invasivo que el que conocíamos hasta entonces. La innovación biomédica (vacunas de ARN) y la innovación digital (el trabajo a distancia y el ‘código QR’) se han impuesto como única salida, potenciando las ganancias de los multimillonarios. Los servicios públicos continuaron su descenso a los infiernos, cada vez con más austeridad», agrega.

En ese sentido, sostiene que «esto demuestra que ningún virus o evento climático puede librarnos del neoliberalismo. Al contrario. Solo la interpretación política de la crisis ecológica y sanitaria, con una reflexión real sobre un gobierno democrático de la vida, y las movilizaciones sociales y políticas vivas y fuertes, podrían darnos un atisbo del fin de este régimen autoritario».

Movimientos sociales

En 2018, cuando comenzaron las manifestaciones de los «chalecos amarillos» en Francia, Barbara Stiegler dejó atrás su prudencia académica para unirse a los gilet jaunes y marchar con los trabajadores de la salud en defensa de los hospitales públicos.

A cinco años de las masivas protestas, la académica señala que los movimientos sociales se vieron «brutalmente congelados por el COVID, pero que pueden recomenzar en cualquier momento».

«Como ocurre con la democracia sanitaria, la única solución para que estos movimientos se mantengan en el tiempo es que abandonen la lógica estrictamente individual o corporativista (la de las comunidades vinculadas a un estatus o una identidad), para virar hacia un análisis propiamente político de las cuestione, que implica deliberar juntos sobre lo que queremos colectivamente. Sin embargo, ¿cómo salir de ella cuando la mayoría de los movimientos progresistas conocen una sola palanca: la lucha por el derecho a la diferencia, por la defensa de las identidades y de las comunidades dominadas? En un mundo así, todo se difracta en pequeñas diferencias, incluso en competencia entre las víctimas. El objetivo común de un futuro común parece imposible», opina.

Por último, en relación con los partidos políticos de izquierda en el mundo, Stiegler menciona que la urgencia es «reflexionar seriamente en las condiciones de la democracia y nuestra relación colectiva al saber y la verdad. ¿Qué se dice como verdadero? ¿Cómo se elabora un conocimiento sólido y cómo este es el punto de partida para una decisión legítima y válida para todos? Si los movimientos de izquierda no quieren participar en la desintegración de la sociedad de los grupos de interés, esas son las preguntas urgentes que hay que enfrentar», recalca.

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