El estudio se concentró en el último milenio, y además, abordó el recambio de la vegetación y las perturbaciones antropogénicas ocurridas en la zona.
Una reconstrucción de precipitación basada en el polen hallado en basureros de roedores fósiles, recuperados de dos sitios cerca de Laguna Roja e Isluga, en las tierras altas de la Región de Arica y Parinacota, fue el trabajo desarrollado en la investigación “Variabilidad de las precipitaciones, recambio de la vegetación y perturbaciones antropogénicas durante el último milenio en las tierras altas de Atacama en el norte de Chile (19°S)”, informó el centro científico CEAZA.
En el estudio, publicado en la revista científica The Holocene, participaron los investigadores del Centro Científico CEAZA, Andrés Zamora-Allendes, y Antonio Maldonado (investigador titular de los laboratorios de Paleoclimatología y Paleoecología).
“Estos basureros de roedores fósiles son depósitos formados con los deshechos de los roedores, en general, con muchas fecas y orina, pero entremedio, también contienen muchos otros materiales, como restos vegetales, algunos insectos, entre otros restos biológicos”, explica Maldonado.
La investigación tuvo como contexto la historia de la variabilidad hidroclimática (variación que tiene el clima, específicamente referido al agua) durante el Holoceno tardío en el Altiplano chileno, que ofrece información sobre los efectos de la precipitación y los humanos en los ecosistemas, en un área adyacente a una de las regiones más áridas del mundo.
Sin embargo, la comprensión de los efectos de la variabilidad de la precipitación regional, en relación con los factores de estrés ecológicos locales, aún no se ha resuelto por completo, y por ello, esta investigación pretende aportar información al respecto.
“La conclusión de este estudio, es que los cambios en la vegetación (distribución y diversidad) registrados a partir de este trabajo, habían sido un fenómeno regional (no exclusivamente local)”, comenta al respecto Maldonado, quien añade también que este fenómeno “habría estado dado por cambios en los montos de precipitaciones asociadas al ‘monzón sudamericano’, el cual trae lluvias a la zona, principalmente en la época de verano. Particularmente, los periodos de mayor humedad pueden haber estado ligados a una condición tipo La Niña, que en la zona genera un reforzamiento de las precipitaciones asociadas al ‘monzón sudamericano’”.
Respecto al lugar donde se obtuvieron los basureros de roedores fósiles para este estudio, se encontraron en cuevas o aleros de roca ubicados en lugares con muy poca intervención humana, bastante remotos, entre los 3500 y 3900 m de altitud.
“La investigación muestra tres periodos con mayores montos de precipitaciones que en la actualidad, en el lapso de los últimos 1200 años; estos ocurrieron entre 1155-1130, 865-670 y 215-180 años atrás. Y la investigación concluye que no hay indicios claros de cambios ambientales inducidos por la acción humana, y creemos que esto puede darse por la ubicación de los sitios de muestreos”, sostiene el científico.
En comparación al actual proceso de aridización que enfrenta el país, y especialmente la Región de Coquimbo, Maldonado afirma que el sistema natural (incluido el clima), siempre está cambiando, y sólo depende de la escala temporal que se mire.
“Han habido procesos de desertización en la zona asociados, solamente, al sistema natural en el pasado, en el cual las sociedades humanas tuvieron que adaptarse”, explica.
“Sin embargo, el actual proceso de aridización que estamos viviendo tiene un componente antropogénico muy importante, creo que eso es innegable a estas alturas. Y particularmente, en la Región de Coquimbo, además del aumento de temperaturas y disminución de precipitaciones, está el cambio de uso del suelo y el cómo se usa el agua, factores que también aportan a la desertificación”, precisa el investigador.
Y en cuanto a lo que pueda ocurrir en el futuro, Maldonado afirma que no se puede afirmar que tan prontamente la región vuelva a renovar y/o aumentar su vegetación, dejando atrás la aridización a causa de algún cambio climático.
“Me encantaría decir que prontamente, pero la verdad no creo que ocurra muy pronto. Probablemente, en algún momento de la historia de la Tierra esto va a ocurrir, pero no creo que nosotros ni nuestros hijo o nietos lo lleguen a ver. De ocurrir, posiblemente suceda en cientos a miles de años más adelante”, concluye.
Cabe mencionar que la investigación fue liderada por Alejandra I Domic, de la Pennsylvania State University, Estados Unidos; y contó con la participación de María Eugenia de Porras del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (ambas, ex Post doctorantes del CEAZA); José M. Capriles de la Pennsylvania State University, Estados Unidos; Andrés Zamora-Allendes del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas, CEAZA); Sarah J. Ivory de la Pennsylvania State University, Estados Unidos; y Antonio Maldonado, del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas, CEAZA.
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