De acuerdo al último reporte del estudio de Lancet Countdown Sudamérica, el país lidera este ranking con 240 muertes por millón de habitantes. Karla Yohannessen, académica de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile aborda este problema que no solo provoca la pérdida de vidas humanas, sino que, además, se traduce en costos económicos para el Estado y en el deterioro considerable de la calidad de vida de las personas y de la flora, fauna y el suelo. Los efectos en la salud pública que genera la mala calidad del aire son negativos y van desde el fallecimiento a edad temprana, hasta contribuir con el cambio climático. Esto, sumado a enfermedades respiratorias, circulatorias, cáncer y alteraciones en la función cardiovascular, provoca un impacto sustantivo en los gastos de salud, además de influir en el desempeño laboral y escolar por los síntomas asociados.
Un estudio detectó que Chile es el país de Sudamérica con más muertes por contaminación ambiental.
De acuerdo al último reporte del estudio de Lancet Countdown Sudamérica, Chile y Perú son las naciones con mayor tasa de mortalidad prematura atribuible a la exposición sistemática a la contaminación del aire, siendo el país quien lidera este ranking con 240 muertes por millón de habitantes.
“Más allá de la mortalidad prematura, la contaminación del aire conduce indirectamente a pérdidas económicas adicionales, incluso a través del aumento de la morbilidad, la reducción de la capacidad laboral o la interrupción económica de las medidas de control de la exposición”, advierte Karla Yohannessen, académica del Programa de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile.
Según el reporte, “la quema de combustibles fósiles no sólo contribuye al incremento de las concentraciones de gases del efecto invernadero (GHG, sigas en inglés), sino también conllevan a niveles tóxicos de polución en el aire que respiran las personas. En Sudamérica, la exposición a material particulado al aire libre (PM2.5) causó 37.000 muertes sólo en 2020”.
Agrega que en Sudamérica los países con mayor tasas de mortalidad atribuible va la exposición a PM2.5 son Chile y Perú, con 230 y 176 muertes por millón.
“El costo monetizado por muerte prematura debido a la contaminación del aire en Sudamérica fue equivalente al ingreso promedio de 2,9 millones de personas”, agrega el informe.
Los efectos en la salud pública que genera la mala calidad del aire son negativos y van desde el fallecimiento a edad temprana, hasta contribuir con el cambio climático. Esto, sumado a enfermedades respiratorias, circulatorias, cáncer y alteraciones en la función cardiovascular, provoca un impacto sustantivo en los gastos de salud, además de influir en el desempeño laboral y escolar por los síntomas asociados.
El reporte además señala que los residentes urbanos son generalmente los más expuestos a la contaminación del aire, debido a las emisiones de fuentes fijas y móviles, como las fuentes de generación eléctrica, el transporte, la quema de basura y la agricultura.
“Asimismo, la calidad del aire puede empeorar por el alza de temperaturas, lo que subraya la urgencia de responder a estos desafíos a medida que el planeta se calienta”, indica.
“En Chile, las principales fuentes de contaminación del aire son los medios de transporte, las actividades industriales y la calefacción de las viviendas mediante combustión de leña. Aquí es importante mencionar que estas fuentes funcionan a través de la quema de combustibles fósiles que emiten dióxido de carbono (CO2), que es el principal gas de efecto invernadero, y -por lo tanto- controlar la emisión desde estas fuentes permitiría mejorar la calidad del aire y reducir la emisión de gases de efecto invernadero, responsables por el cambio climático”, señala la experta de la Casa de Bello.
Actualmente, el país cuenta con normativas primarias de calidad del aire, a través de las que se busca proteger la salud de la población de los efectos de la contaminación. Sin embargo, los estándares que contienen responden a acuerdos que se relacionan con los objetivos de salud, desarrollo y productivos de cada Estado, por lo que, muchas veces, son insuficientes para cumplir su fin.
“En este sentido, los estándares de calidad del aire en Chile no son muy exigentes, si los comparamos con lo que propone la Organización Mundial de la Salud en sus guías de calidad del aire. A esto podemos sumarle que en la mayoría de las estaciones de monitoreo no se cumplen nuestros estándares actuales de MP2,5, tanto diarios como anuales”, comenta la salubrista.
Los desafíos en esta materia van más allá de lo evidente, que sería reducir las emisiones al máximo con el cierre de industrias o el cambio a tecnologías de muy baja emisión; el uso de combustibles más sustentables y reducir o evitar el uso de transporte privado. Aquí, la docente enfatiza en la necesidad de un enfoque preventivo y plantea que “otro gran desafío es el abordaje de las inequidades en la distribución de los contaminantes, donde habitualmente son las zonas de menor nivel socioeconómico las más expuestas a la contaminación y, al mismo tiempo, son las que tienen menor acceso a atención de salud oportuna y a una alimentación saludable, lo que conlleva a que estos subgrupos poblacionales soporten la mayor carga de efectos en la salud y la calidad de vida”.
Según el informe, “es importante destacar que como la polución y el cambio climático comparten fuentes comunes de emisiones, las medidas eficientes de mitigación climática pueden tener beneficios directos en la salud por mejoras del aire de corto y largo plazo, lo cual contribuye a salvar cada año millones de vidas y reducir sustancialmente los costos por enfermedades”.
Por eso el reporte señala que “en cuanto al sector energético, la mitigación también puede proveer co beneficios sustanciales e inmediatos”.
Consultada sobre este punto, Karla Yohannessen destaca que “la mitigación efectiva de los contaminantes del aire, incluyendo los gases de efecto invernadero, requiere la acción coordinada de múltiples actores, incluidos los gobiernos nacionales y locales, el sector privado, las organizaciones internacionales, la academia y los miembros de la comunidad, lo cual tendría efectos importantes e inmediatos para la salud de la población, al mismo tiempo de evitar peores impactos futuros del cambio climático en la salud y la sociedad”.
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