En Chile, cada 36 horas se depositan relaves mineros equivalentes a un cerro Santa Lucía, es decir, cerca de 2.572.263 toneladas. Hay más de 700 en todo el país y más de un 20% se encuentra abandonado. Sus amenazas provienen de un eventual derrumbe –como el que a raíz de un sismo causó centenares de muertos en 1965 en la zona central–, además del polvillo que liberan, con minerales como arsénico, cianuro, cobre, zinc, cromo y plomo, causantes de enfermedades que van desde el cáncer a problemas dermatológicos, pulmonares y respiratorios, entre otros. Un nuevo proyecto acaba de iniciar un monitoreo de algunos de ellos, usando matemáticas e inteligencia artificial.
Una advertencia sobre los depósitos de relaves mineros sin dueño ni control realizaron especialistas en el tema.
Es necesario “pensar cómo se gestionarán los depósitos que no tienen un dueño y que son anteriores a la legislación, allí tenemos un espacio nebuloso que debería cubrir la política pública”, alertó Iván Ojeda, investigador del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres y académico del Departamento de Economía de la Universidad Católica del Norte (UCN).
Ojeda acotó que, si bien hay una normativa adecuada, actualmente falta más control por parte del Estado.
“Se requiere de mayor cantidad de fiscalizadores y mayor voluntad de realizar constantemente fiscalizaciones. También pensar alternativas donde las comunidades o el mundo de la investigación puedan realizar denuncias y control”, respecto a lo cual “un ecosistema con mayor cantidad de actores co-controlando es probablemente el mayor desafío”.
Según datos del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin), hay 762 depósitos a lo largo de Chile. Un análisis detallado de las cifras muestra que 472 de ellos se encuentran inactivos (61,7 %), 173 abandonados (22,86 %), 111 activos (14,8 %) y 6 están en fase de construcción (0,66%).
Por regiones se encuentran en Tarapacá (2), Antofagasta (52), Atacama (173), Coquimbo (389), Valparaíso (80), Metropolitana (26), O’Higgins (19), Maule (6) y Carlos Ibáñez del Campo (9).
Según la Universidad de Chile, solo 23 depósitos de los activos cuentan con instrumentación para el monitoreo de su comportamiento geotécnico y ninguno de los catalogados como abandonados e inactivos (85,7 % del total de los depósitos de todo el país, distribuidos en 65 comunas) cuenta con algún sistema de vigilancia o control. Además, estos depósitos abandonados e inactivos son antiguos y, por lo tanto, no están sometidos a las regulaciones vigentes a esta fecha.
En Chile, cada 36 horas se depositan relaves mineros equivalentes a un cerro Santa Lucía, es decir, cerca de 2.572.263 toneladas. De acuerdo con las estimaciones del Ministerio de Minería, para el año 2026 se producirán más de 915 millones de toneladas al año, lo que significa un aumento de un 74% en la generación de relaves en comparación con las cifras de 2014.
Asimismo, el Plan Nacional de Depósitos de Relaves del Ministerio de Minería busca establecer directrices, programas y herramientas que, por una parte, aborden las problemáticas del pasado, como es el caso de las faenas y depósitos abandonados, pero también abarque los nuevos desafíos de la minería, avanzando a una industria más segura y sostenible ambientalmente.
Según la definición de Sernageomin, el relave es un sólido finamente molido, que se descarta en operaciones mineras. Se trata de desechos que se deben depositar “de forma segura y ambientalmente responsable”, de acuerdo con la norma.
Además, indica que eventualmente el relave contiene minerales contaminantes que, sobre ciertas concentraciones, pueden ser considerados tóxicos para el ser humano, como arsénico, cianuro, cobre, zinc, cromo y plomo.
En Chile los relaves se rigen por el Decreto Supremo N° 248 de 2007, un reglamento para la aprobación de proyectos de diseño, construcción, operación y cierre de los depósitos de relaves.
Hay varios estudios sobre el impacto de estos en la salud humana. En 2016, un estudio de investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile confirmó los efectos de relaves mineros en la salud de escolares de Chañaral.
“Entre los resultados encontramos relación entre los niveles de material particulado fino exterior (MP2.5) y cambios en la función pulmonar, especialmente en la capacidad vital forzada que se manifiestan 4, 12, y 24 horas después de la exposición, lo que habla de los efectos acumulativos del MP”, detalló entonces un investigador.
Además del material particulado, el equipo de investigación midió metales en el polvo sedimentado de los recintos escolares, encontrando elevados niveles de cobre, zinc, arsénico y plomo. En el caso del cobre, la concentración superó los estándares internacionales.
Para el investigador Iván Ojeda, lo ocurrido en Chañaral es un ejemplo de las amenazas que significan los relaves, en este caso, por la mera existencia de ciertos depósitos y por la exposición de la población a metales pesados.
Al respecto, “se ha documentado que puede producir cáncer, problemas pulmonares y respiratorios, dermatológicos, entre otros”.
Otro tipo de amenaza es la ruptura o fallas en infraestructura, lo cual deviene en contaminaciones de agua y en algunos casos destrucción de villas e, incluso, pérdida de vidas humanas.
“Una de las principales amenazas de los relaves en Chile es que colapsen, como lo hizo el relave El Soldado en 1965 y Las Palmas en 2010. Ambos relaves colapsaron por terremotos, y costaron la vida de cientos de personas. En estaciones muy lluviosas y/o con grandes aluviones, también existe riesgo de colapso, por lo que muchas veces al tranque de relave le abren las compuertas de los mismos, dejando correr el agua mezclada con relaves, lo que contamina y tiene impactos directos en la salud de las personas, animales y medioambiente”, advierte Raimundo Gómez, director de Fundación Relaves.
Agrega que en relaves abandonados, inactivos y/o que ya están secos en su superficie, se produce contaminación atmosférica por erosión del viento, trasladando estos contaminantes hacia lugares aledaños y afectando la salud de la población, flora y fauna.
Asimismo, al no tener ningún tipo de protección entre los suelos y donde se deposita el relave, los metales tóxicos van percolando e infiltrándose lentamente hacia las napas subterráneas de agua.
“Por otro lado, los accidentes ambientales relacionados a roturas de ductos de desechos tóxicos de la minería se producen en nuestro país más seguido de lo que parece. Lo peor, es que se derraman en cuencas de ríos, quebradas o territorios nacionales que quedan sin protección. Y se mantiene un patrón: se rompe el ducto, se derraman litros incalculables de desechos, y luego aparece la empresa responsable declarando públicamente que ‘no hay daño ambiental ni a las personas’. ¿Se pueden prevenir estos hechos?”, se pregunta.
Por su parte, Sernageomin concede que las principales amenazas que representan los depósitos de relaves tienen relación con la estabilidad física y química.
“Una inestabilidad física o química puede afectar al medio ambiente y comunidades que se encuentran cercanas, ya sea por contaminación de las aguas circundantes o por una falla en la estructura del depósito. Dado lo anterior, es la importancia que tiene para el Servicio que estos operen de forma correcta de acuerdo con el diseño aprobado, y razón por la cual está actuando en diferentes frentes, que van desde la fiscalización en terreno de la estructura, como en proyectos como Programa Tranque y proyectos de monitoreo satelital”, señala un vocero del organismo.
Sin embargo, lo cierto es que ya ha habido desastres vinculados a estas estructuras. En el caso de Chile, un ejemplo es la “tragedia de El Soldado”, ocurrida el 28 de marzo de 1965, tras un terremoto con epicentro en el sector de La Ligua.
Debido al movimiento sísmico, los dos tranques de relaves que acumulaban los desechos tóxicos generados por la minera colapsaron sobre el campamento minero El Cobre. Los relaves mineros continuaron su avance por el valle, llegando a la zona urbana de El Melón. Se cree que fallecieron unas 500 personas.
Otros ejemplos son más recientes, como la ruptura de la presa de relaves en Mount Polley, Canadá, el año 2014, y la presa de Brumadinho en Brasil, el 2019. Este último causó oficialmente 60 muertes, aunque según pobladores los fallecidos fueron más de 300.
“En general, los depósitos presentan amenazas de contaminación a la población y al ecosistema y, además, la posibilidad de que puedan fallar o ceder y generar aludes con contenido tóxico, capaces de destruir poblados. Por eso es necesario un monitoreo constante”, apunta Ojeda.
Por esta razón, para Iván Ojeda el monitoreo activo de los depósitos es “urgente, necesario y prioritario”.
El académico advierte que, actualmente, la base de datos oficial de Sernageomin “posee un número importante de información en blanco, es decir, que no se sabe”.
“Existe registro de que existe el depósito, pero no tenemos conocimiento respecto a su tamaño, dueño, fechas de apertura, o estado físico o químico”, detalla.
“Los impactos son considerables y también los riesgos que generan. En este sentido, la única posibilidad de generar medidas anticipatorias es reduciendo la incertidumbre respecto a su estado, y ampliando las herramientas de monitoreo”, advierte.
El director de Fundación Relaves comparte este diagnóstico.
“El monitoreo de relaves en Chile es muy importante por varias razones. En primer lugar, sabemos que somos un país sísmico, por lo que la estabilidad física de estos residuos es clave para que no colapsen, como ya ha ocurrido en Chile en el desastre de Las Palmas en 2010 y en El Soldado en la década del 60, que costó la vida de cientos de personas”, afirma.
Además, agrega que muchos de estos relaves están cerca de comunidades, pueblos e, incluso, dentro de las mismas ciudades, por lo que el monitoreo químico –saber qué elementos contaminantes y metales pesados contienen– también es necesario para saber cómo afectan a la salud de las personas y medioambiente.
Gómez además plantea que para un monitoreo real es necesario hacer un nuevo catastro nacional, ya que los catastros oficiales que existen a la fecha no son específicos, cambian en cuanto a cantidad de relaves, y la categoría que más se repite es “sin información”, cuestiona.
Un vocero a Sernageomin reconoce que los depósitos de relaves son estructuras complejas, que, si son construidos u operados de forma incorrecta o no cumplen con el diseño aprobado, pueden afectar a las comunidades cercanas.
“Dado lo anterior, es que la importancia del monitoreo radica en asegurar que las variables de construcción y operacionales sean las aprobadas por los organismos públicos, y de esta forma los depósitos de relaves sean estructuras estables física y químicamente, especialmente cuando están sometidos a eventos tales como sismos y lluvias intensas”, afirma.
Añade que, en la gran minería, la tendencia es que algunos de estos parámetros críticos sean monitoreados en tiempo real, para que se puedan detectar anomalías de forma temprana y, de esta forma, poder corregir desviaciones operacionales manteniendo siempre los parámetros de diseño.
Dentro del marco del monitoreo y la importancia que tiene tanto para las comunidades como para el aseguramiento de la estabilidad de la instalación, Sernageomin participa en el Programa Tranque, que consiste en una plataforma al interior del Servicio que recibe información de la inspección operacional de los depósitos de relaves, y generará alertas cuando se detecten eventos gatilladores de fallas tales como sismos o lluvias intensas, o se identifiquen desviaciones con respecto al diseño aprobado. Dicha plataforma permitirá tener un rol más preventivo que reactivo y mejorar los recursos de fiscalización que tiene el organismo.
Por otro lado, el Servicio Nacional de Geología y Minería de Chile se encuentra participando en un conjunto de iniciativas que busca fomentar el monitoreo remoto de los depósitos de relaves, ocupando tecnologías satelitales.
Las medidas necesarias para reducir la peligrosidad de los depósitos de relaves tienen relación con varias aristas, que incluyen: el monitoreo constante de las variables que pueden afectar su estabilidad durante todo su ciclo de vida, vale decir, construcción, operación y cierre; sistemas de gobernanza adecuados que respondan a la complejidad de la instalación; una interacción constante entre las empresas con las comunidades cercanas.
Para el monitoreo de las instalaciones, Sernageomin participa en todas las etapas. Al inicio del proyecto participa en la aprobación del diseño para asegurar que la estructura sea estable, especialmente ante eventos sísmicos y lluvias. Durante la construcción y operación, lo hace mediante fiscalización activa del cumplimiento del diseño y de las variables de control operacional. Finalmente, participa aprobando y asegurando el cumplimiento de los compromisos de cierre de la instalación.
En cuanto a la interacción constante entre las empresas con las comunidades cercanas, mencionada anteriormente, la empresa debe participar en el desarrollo de planes de emergencia comunales, donde se brinde información del riesgo que representan los depósitos de relaves, y dé a conocer planes de acción necesarios frente a algún tipo de falla. Estos planes de emergencia son visados por el Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), donde Sernageomin actúa como un organismo asesor en su aprobación.
Sin embargo, para la Fundación Relaves lo que falta es una reforma legal.
“En primer lugar, se requiere una ley para los cientos de relaves abandonados de nuestro país. Desde el 2011 hacia adelante, existe la Ley de Cierre de Faenas Mineras. Sin embargo, desde el 2011 hacia atrás, no existe ninguna regulación ni ley para los cientos de relaves abandonados. Es decir, nadie se hace cargo y siguen contaminando el medioambiente y a las personas. Hoy, es imperativo definir quién se hará responsable de estos pasivos”, recalca Gómez.
“Tampoco tenemos, al 2023, una norma de suelo en Chile. De esta manera, como país no podemos determinar cuándo un suelo está contaminado y cuándo no”, remata.
En el marco de esta problemática, comenzó un proyecto de monitoreo de relaves, liderado por el académico Jorge Amaya, de la Universidad de Chile.
Su equipo se centrará en 13 depósitos: siete en la Región de Atacama, 5 en la Región de Valparaíso y 1 en la Región Metropolitana.
Varios de ellos están cerca de zonas urbanas, algunos pequeños de 2 hectáreas, otros de más de 120 ha.
El objetivo central es desarrollar un sistema de monitoreo e indicadores de riesgo de falla de depósitos de relaves inactivos y abandonados, basado en el procesamiento de información satelital y otras variables medibles.
Se busca, mediante este proyecto, poner a disposición del Estado de Chile un conjunto de herramientas de bajo costo que permitirán reducir los riesgos, para la población y el medio ambiente, asociados a la existencia de estos pasivos ambientales, según Amaya.
Esto incluye desarrollar e implementar una metodología para la construcción de indicadores de riesgo, basada en el uso de información satelital del programa Copernicus de la Unión Europea, cuyo Centro Regional está alojado en el Centro de Modelamiento Matemático de la Universidad de Chile. Además, aspiramos a generar un plan estratégico de manejo eficiente y sustentable de los depósitos inactivos o abandonados.
Se trata de un proyecto de dos años, con financiamiento del Ministerio de Ciencia, a través del Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico (Fondef) y el apoyo técnico del Servicio Nacional de Geología y Minería (Sernageomin) y la Subsecretaría de Minería.
Estas dos entidades aportan personal del área, quienes se coordinan con la Universidad de Chile, a través del Centro de Modelamiento Matemático (CMM) y del Advanced Mining Technology Center (AMTC), todo en un ambiente de trabajo multidisciplinario de matemáticos, ingenieros y otros investigadores.
“Eso es algo muy positivo y eficiente cuando se trata de aportar a las políticas públicas en áreas relevantes para la sociedad”, destaca Amaya.
Finalmente, Ojeda subraya que uno de los desafíos importantes en el tema es vincular a la ciudadanía y sus conocimientos en una gobernanza y planificación respecto a los relaves.
“Esto considera también una capacidad organizativa desde el Estado, y una responsabilidad corporativa desde las empresas para construir espacios reales donde la población este convocada”, afirma el investigador y académico.
“Hace falta poder pensar un modelo social y político para la gestión de estas infraestructuras, probablemente esta dimensión ha sido una de las más descuidadas y relevantes”, puntualiza.
Y aunque celebra que se haya puesto en marcha el Plan Nacional de Depósitos de Relaves, alerta que su avance ha sido lento y “es un gran desafío que pueda avanzar con rapidez. Insisto que debe incluir variables sociales, generalmente descuidadas en esta discusión”, enfatiza.
“Sin una base regulatoria que incorpore una ley para relaves abandonados, o ley PAM (pasivos ambientales mineros) y norma de suelo, el problema de los relaves será cada vez mayor”, sostiene por su parte el director de la Fundación Relaves.
“No olvidemos que el año 2020 se generaron más de 537 millones de toneladas de relaves en nuestro país, y las proyecciones que entrega la industria indican que la cantidad de pasivos generados se triplicará anualmente al año 2030. A esto se suma que somos uno de los pocos países del mundo que aún tira relaves directamente al mar”, advierte.
Para él, en este contexto, las comunidades es poco lo que pueden hacer “frente a esta constante inacción del Estado y los privados en esta materia”.
“Es desmedido e injusto que los beneficios en cuanto a minería sean casi únicamente para los privados y los daños perpetuos sean asumidos por el medio ambiente, la sociedad chilena y las comunidades cercanas a los proyectos”, concluye.
Para saber más de lo que está pasando en el mundo de la ciencia y la cultura, súmate a nuestra comunidad Cultívate, el Newsletter de El Mostrador sobre estos temas. Inscríbete gratis AQUÍ