
Miguel Castillo Didier, candidato a Premio Nacional de Humanidades: “Hoy hay que apelar a la mesura”
Apasionado por la cultura griega y la música, el profesor, traductor y organista conversó con El Mostrador sobre otra de sus pasiones: las humanidades. En paralelo, habló de la importancia que tiene la traducción, acerca de sus últimos trabajos, la cultura griega y la coyuntura que vive Chile. Sobre esto último, comentó que “en este momento, desde las humanidades hay que apelar a la sophrosyne de los griegos, a la mesura y a la prudencia de todos para avanzar en pro de lo común, hacia una sociedad justa y solidaria”.
El profesor Miguel Castillo Didier estudió en tres facultades de la Universidad de Chile: la de Filosofía, la de Derecho y la de Ciencias y Artes Musicales (hoy Facultad de Artes). Pero es esencialmente un “hijo” del recordado Instituto Pedagógico, donde se inició su pasión por la cultura griega, la que solo se iguala a su pasión por la música.
Profesor, traductor, organista, biógrafo de tres grandes músicos –entre ellos, del músico mártir Jorge Peña Hen– y del poeta Kavafis, sus más de 40 libros han sido publicados en siete países y sus cerca de 300 estudios han aparecido en 16 latitudes.
-¿Qué han sido en su vida las humanidades?
-Podría decir que he dedicado mi vida a las humanidades, en cuanto las materias que he estudiado, que he enseñado y he traducido pertenecen a las disciplinas que tratan del ser humano, su cultura, y su desarrollo racional y crítico. He enseñado durante décadas griego clásico y literatura clásica, además de griego moderno y las letras neogriegas. Sin duda, estas disciplinas contribuyen al estudio de los que nos hace humanos y a desarrollar un espíritu libre y un pensamiento racional y crítico. A ello se agrega mi actividad musical y la enseñanza de la música, arte y disciplina esencialmente humanística.
-¿Qué importancia tiene para usted la traducción?
-En los actuales “dogmas” para la valorización del trabajo académico, la traducción está muy subvalorada. Pero la traducción es vital para el conocimiento; sin ella, no hay diálogo ni comunicación entre las culturas; sin ella, solo los griegos habrían conocido a Homero; solo los italianos a Dante; solo los hispanohablantes al Quijote. Sin traducción, no habría transmisión de la belleza creada por tantos escritores. Por eso he traducido del griego antiguo, del medieval y del moderno y del latín: para compartir la belleza que crearon tantos poetas. La he podido compartir con mis alumnos, con quienes han accedido a mis publicaciones y, actualmente, gracias a la internet, con miles de personas de distintas latitudes.
-¿Cuáles han sido sus últimos trabajos?
-Últimamente he dedicado dos trabajos al poeta de Alejandría: el estudio y traducción de las cartas de John Kavafis y el estudio y traducción de las cartas de Kavafis a Forster, publicados el año 2020. Después de una larga investigación, apareció el año 2021, el libro La Independencia de Grecia 1821-2021, coincidiendo con el bicentenario de aquella extraordinaria gesta, la guerra de emancipación de los griegos.
El año pasado, apareció el libro Andrés Bello y Grecia, en coedición del Centro de Estudios Griegos de la Universidad de Chile y la Asociation Internationale Andrés Bello, de Bélgica. Se analizan las variadas aristas de la relación del gran sabio con Grecia y su cultura: su conocimiento del griego; sus libros griegos; su amor y admiración por la cultura griega; su interés –hecho poco conocido– por la literatura neogriega y por la historia de los griegos modernos.
Y en este momento estoy realizando un intenso trabajo de traducción y estudio de epigramas de la Antología Palatina, pero no de los que generalmente se traducen y publican, los epigramas eróticos, sino de aquellos que nos dejan el eco de los excluidos, las mujeres, los pobres, los niños, los esclavos. Estarán todos lo epigramas de poetisas y los que mencionan y elogian a poetisas, cuyos escritos no figuran en la Antología Palatina. Esta es, como se sabe, una gran colección de epigramas, compuestos entre la época de Safo, siglo VII-VI a. C. y la centuria IX-X de nuestra era. Abarca, pues, creaciones poéticas de quince a dieciséis siglos.
-¿Qué otras áreas ha cultivado junto con su trabajo de enseñanza, traducción y estudios en torno a la cultura griega?
-Me he ocupado de temas también relacionados con la cultura helénica: las relaciones de don Andrés Bello con lo griego; la personalidad egregia de Francisco de Miranda, precursor, héroe y mártir de la Independencia hispanoamericana, quien sabía latín y griego; formó una magnífica biblioteca griega; fue el único hijo de América que visitó Grecia, cuando esta sufría bajo yugo otomano; se inspiró en la filosofía política para su proyecto de una América hispana libre y unida. Fue también mentor directo de O’Higgins.
Asimismo, me he ocupado de Sor Juana Inés de la Cruz y del abate Molina, grandes figuras de la poesía y del pensamiento y la ciencia, quienes tenían una sólida formación clásica: y he tratado de recordar la figura egregia de Rosita Renard. La otra área que he cultivado es la música, la musicología histórica y la organografía –entendida como el conocimiento, historia y estética del órgano, creado por el ingeniero griego Ctesibio, en el s. III a. C., en Alejandría–. A esta materia he dedicado cuatro libros, uno a los Órganos de Santiago y diversos artículos.
-¿Qué nos puede decir sobre la coyuntura que vive el país?
-En verdad, como lo expresa el profesor Pablo Oyarzún, “precisamente porque la suya es voluntad de saber en común de lo común y en pro de lo común, desde un comienzo pertenece a las humanidades como determinación esencial la vocación de lo público”. En este momento, desde las humanidades hay que apelar a la sophrosyne de los griegos, a la mesura y a la prudencia de todos para avanzar en pro de lo común, hacia una sociedad justa y solidaria.
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