Cunde la desazón por expectativas no cumplidas al cabo de un año y medio de mandato. Mientras tanto se multiplican los errores que ponen en cuestionamiento la existencia misma del Ministerio de las Culturas. “Yo creo que al final el problema es que tenemos un ministerio y aquí nadie sabe políticas públicas en términos de cultura, porque todos confunden las políticas públicas con la administración de los fondos que existen en este momento y están asignados”, afirma Arturo Duclós, presidente de Crea Imagen.
Un fantasma recorre el mundo de la cultura. Es el fantasma del malestar. Un malestar con un gobierno del cual se esperaba más para cultura, sobre todo dado que lo preside un hombre al que, por ejemplo, le gusta citar a sus poetas favoritos, como Enrique Lihn, en sus discursos públicos.
Un año y medio después de la asunción del Presidente Gabriel Boric, ya van dos ministros en Cultura (Julieta Brodsky y Jaime de Aguirre), el presupuesto sigue mínimo y habiendo paros por la precariedad laboral.
Tampoco se siente que haya habido un cambio sustancial en la valoración de la cultura por parte del nuevo gobierno, como lo ilustran varios acontecimientos.
“Francamente, nunca me hice mayor expectativa sobre lo que pasaría en el ámbito de la cultura bajo la administración de Gabriel Boric, pues transversalmente los gobiernos del último medio siglo han mostrado que el tema no les importa. El impresentable 0,44% del presupuesto destinado al sector vale más que mil palabras y más que cualquier imagen”, analiza David Hevia, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile (SECH).
“La gestión ha sido mala. No ha cumplido ni las más mínimas expectativas sembradas durante la campaña. El malestar es extendido. No le pueden echar la culpa a ningún evento en particular. Lo han hecho mal”, apunta y dispara el escritor Óscar Contardo.
Desde luego que Boric había despertado expectativas. Un ejemplo data de septiembre del 2021, cuando el Observatorio del Libro y la Lectura envió una carta a la candidata y los candidatos presidenciales para solicitar la incorporación de la cultura, el libro y la lectura en los respectivos programas de gobierno, que hasta ese momento ninguno tenía incorporado.
El único candidato que en ese entonces respondió formalmente la carta fue el ahora Presidente Boric, quien mencionó que “tenemos que abrir la discusión no sólo en torno al momento que vivimos, sino también al lugar que pueden tener las culturas, el libro y la lectura en esta construcción colectiva del Chile que queremos”.
“Por lo tanto, las expectativas eran positivas, dado que fue el único de los candidatos presidenciales que demostró un interés formal en nuestro sector editorial”, recuerda María Paz Morales, presidenta de la Asociación de Editores de Chile.
Las expectativas, entonces, tenían que ver con el programa de cultura propuesto por este gobierno, “pero sobre todo con sentir que por primera vez se entendía que la cultura no pasa únicamente por ‘atender los artistas’ sino ante todo, por diversos espacios del desarrollo de la sociedad”, complementa Tehani Steiger, productora de cine, gestora cultural y presidenta de AdCultura.
Un ejemplo ilustrativo del desencuentro entre el Ejecutivo y el mundo cultural ocurrió, y pasó inadvertido, el año pasado, en la entrega del premio Margot Loyola, que apunta a mantener vigente la figura y el legado de la maestra y folklorista , en septiembre pasado.
Usualmente el galardón se entrega en La Moneda. Durante la pandemia se trasladó Biblioteca Nacional y Palacio Pereira, siempre con el compromiso de retomar su lugar original: Palacio de la Moneda. Sin embargo, en esta ocasión se trasladó al Centro Cultural de La Moneda, específicamente la Cineteca.
Una fuente recuerda que el día anterior, no había ninguna autoridad confirmada a la ceremonia, ni siquiera la ministra Brodsky. La recién asumida ministra de la Secretaria General de la Presidencia Ana Lya Uriarte tuvo que pedir que fueran las autoridades a la premiación.
No fue lo único.
“Llamó la atención que la ministra habló solo de los Premios Nacionales de Arte mención música y no se refirió a los galardonados del Premio nacional Margot Loyola, los cuales eran el centro del reconocimiento de la actividad. La omisión fue ampliamente comentada por los participantes y galardonados”, recuerda una fuente ligada al galardón, la Academia Nacional de Cultura Tradicional Margot Loyola.
Los herederos de la folclorista se sintieron ofendidos. Tras la ceremonia, pidieron audiencia con la ministra, sin éxito, y fueron derivados a las subsecretarias del Patrimonio, primero Paulina Soto y luego Carolina Pérez. Sus planteamientos: “la falta de interés por parte de las autoridades por la cultura tradicional y popular, así como la falta de compromiso de las autoridades ministeriales y de gobierno con un Decreto Supremo que valoriza las memorias, usos, costumbres y lenguajes que identifican a distintas comunidades de Chile”.
“Son cosas que de repente hacen y producen como un desencaje en los artistas respecto a decir, oye, aquí tenemos un Presidente muy preocupado por el mundo de la cultura, pero tenemos un ministerio que no está como en esa sintonía”, comenta el presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, Alejandro Bernales.
Los ecos del malestar se reflejan, a su vez, en el Ministerio de las Culturas. En un año y medio lleva dos ministros, pero los problemas de gestión también están más abajo. Como muestra un botón: la región de Los Ríos no tiene un seremi hace cinco meses. Lo denunció la semana pasada el diputado socialista de la zona Marcos Ilabaca en la Cámara Baja.
El propio ministerio viene sufriendo un mes de paro. Dicha movilización además tiene un pariente “menor”, también altamente simbólico: la huelga de ya tres meses que suma el emblemático Ballet Folclórico Nacional (BAFONA), dependiente del Departamento de Ciudadanía Cultural.
Sus integrantes entre otros piden cosas tan elementales como derecho al descanso y trabajar en un lugar que cumpla con las condiciones mínimas para mantener a un grupo de personas trabajando.
“Estamos reclamando la igualdad ante la ley hace muchísimo tiempo. Lamentablemente el ministro Jaime de Aguirre fue el que llegó justamente cuando nosotros comenzamos el paro, si no me equivoco una semana después, y no nos quiso recibir por muchísimo tiempo. Tuvimos que ir a la Comisión de la Cámara de Diputados, a la Comisión de Cultura, para exponer desde ahí, para que la subsecretaria recién nos recibiera en su oficina. La última reunión que tuvimos ni siquiera se nos quiere reconocer el derecho que tenemos a la homologación con nuestros pares”, se queja una miembro del ballet.
Una opción es que el nuevo gobierno desconocía el estado del ministerio antes de asumir. Un funcionario cuenta que la subsecretaria de las Culturas, Andrea Gutiérrez, recorrió los pisos de una sede de y fue testigo de la precariedad que los funcionarios enfrentan diariamente.
“Escasez de personal, la desigualdad salarial (nivelaciones), los malos olores emanados de las cañerías del edificio -este fue un inmueble heredado del Ministerio de Desarrollo Social-, las cajas acumuladas por no contar con una bodega, la falta de orgánica ministerial y la lista suma y sigue. Las promesas realizadas hacen más de un año no han cambiado la situación, y los funcionarios hemos tenido que presenciar cómo llegan asesores con sueldos exorbitantes, mientras continuamos relegados al final de la fila, en constante postergación”, dice.
“Es posible que las dificultades para instalar el Ministerio con todo lo que ello implica -organigrama, planta, recursos- esté llegando a un punto crítico. Prueba de ello es el paro de funcionarios”, analiza Bárbara Negrón, directora del Observatorio de Políticas Culturales (OPC).
En ambos casos uno de los reclamo centrales es por la precariedad laboral, una de las maldiciones del mundo cultural.
La crisis es tal que, tras la última oferta del gobierno, un sindicato, Anfucultura, con 450 socios entre los aproximadamente 900 funcionarios, bajó la movilización, mientras el otro, Anfucap, de 250 adherentes, sigue en paro y se reunirá esta martes con la subsecretaria Andrea Gutiérrez para ver cómo avanzar.
“Yo creo que al final el problema es que tenemos un ministerio y aquí nadie sabe políticas públicas en términos de cultura, porque todos confunden las políticas públicas con la administración de los fondos que existen en este momento y están asignados”, afirma Arturo Duclós, presidente de Crea Imagen.
“Aquí lo que falta, yo pienso, es un intelectual de peso que pueda hacer efectivamente una propuesta y que esta propuesta persevere y se traspase a través del tiempo porque el gran problema que tenemos hoy día dentro del presidencialismo es que finalmente está todo concentrado en el Presidente y en el Ejecutivo. Y los ministros son como una especie de monigotes, porque han pasado uno u otro”.
Otro síntoma del problema de gestión se vio durante el mandato de Julieta Brodsky, cuando no se presentó un solo proyecto legislativo para el sector.
La falta de propuestas legislativas “no es buena señal, sobre todo considerando que el programa de gobierno tiene muchas promesas de proyectos de ley”, afirma Bárbara Negrón.
Al menos en el ámbito legislativo, la ministra estuvo prácticamente ausente.
Ella “con nosotros generó una sensación de bastante lejanía”, afirma el presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados.
“Mucha lejanía con la comisión y mucho desinterés por el rol colegislativo del ministerio. Eso se grafica en que no se ingresaron proyectos de ley bajo su gestión en un año y el ministerio francamente no participaba de la comisión, o sea, no asistían ni la subsecretaria, ni la ministra a abordar algunos proyectos que estaban discutiendo que eran mociones parlamentarias, solo asistían cuando nosotros las invitábamos a tratar temas puntuales que fueron muy pocas veces”, revela Bernales.
Admite que esto cambió con el ministro De Aguirre.
“Yo le pedí ser más activo en la Comisión, dado la falencia que encontrábamos de esta desconexión que existía entre el Ministerio y la Comisión de las Culturas. Nosotros hemos visto un rol mucho más activo del ministro, de hecho yo creo que ha ido más que la ministra Brodsky a la Comisión, ha estado pendiente de nuestras demandas y sí participan mucho más las subsecretarias, mucho, mucho más que antes”, reconoce.
Bajo Boric, otro de los bochornos del ministerio se ha concentrado en el mundo del libro. Tragicómico para un Presidente que el año pasado había realizado una sorpresiva visita a la Primavera del Libro.
Primero ocurrió la polémica en torno a la poeta Gladys González, designada jefa del Fondo del Libro y la Lectura, en julio del año 2022. En un hecho inédito, su equipo completo la denunció por malos tratos. Se le inició un sumario, debió irse de licencia y luego salir del cargo. Su salida implicó las dificultades que pueden imaginarse para la implementación del Política Nacional de la Lectura y el Libro 2021-2026, que recién pudo anunciarse en abril pasado, casi un año después.
Pero González no salió del ministerio: tal como reveló el propio De Aguirre en mayo pasado, el sumario en su contra se cerró y González fue enviada al Centro de Documentación del Departamento de Ciudadanía.
Paralelamente, a eso se suma que el año pasado el Consejo del Libro prácticamente no funcionó, en parte porque no habían ratificado a los consejeros faltantes.
“El equipo del libro fue desmantelado, cuatro de las personas con más experiencia se fueron”, lamenta una fuente del mundo literario.
González fue reemplazada por Claudia Toro, pero los problemas no terminaron. Bajo su mandato ocurrió la polémica designación a dedo de la comitiva a viajar a la Feria del Libro de Buenos Aires, que debió subsanarse con una convocatoria abierta. La guinda de la torta fue el rechazo a ser país invitado en la Feria de Frankfurt, la principal del mundo.
En esto último, “nunca conocimos la opinión del consejo del libro, lo que colabora a pensar en la poca incidencia que este consejo tuvo en las estrategias para ese importante sector de la cultura”, analiza Steiger.
Para Morales, algunos de estos episodios se arrastran hace un tiempo y no dan señales claras de un liderazgo que pueda convocar a todos los sectores de la cultura, y en particular el sector del libro. “Existe un desconocimiento de la industria editorial, de su aporte e importancia del rol social, cultural y económico que cumple”, lamenta.
Aún así, Toro sigue al mando.
El gobierno tiene, por cierto, defensores, también en el mundo de la cultura. Los principales argumentos van por el lado de una institucionalidad reciente y que no ha pasado suficiente tiempo para una evaluación. Eso opina Mario Rojas, presidente de la Unión Nacional de Artistas (UNA), que se reunió con De Aguirre poco después de asumir.
“Creo que aun es temprano para hacer una evaluación critica de la gestión del sector cultural por parte del gobierno del Presidente Boric”, asegura Rojas.
“Nos encontramos frente a una institucionalidad cuya instalación no concluye aun. Cuando se aprobó la creación del nuevo Ministerio se establecieron una serie de compromisos que aseguraran el soporte humano a la nueva institución. Durante el gobierno de Sebastián Piñera esos compromisos no se cumplieron y el nuevo gobierno ha tenido que enfrentar ese retraso que se ha reflejado por ejemplo en la molestia de los funcionarios y el paro que conocimos hace unas semanas”, afirma.
Y sin embargo, la propia existencia del propio ministerio es cuestionada por más de uno. Lo hizo en los pasados días Ascanio Cavallo en una columna. Y coinciden otros, como el artista visual y académico Pablo Chiuminatto.
“Desde el primer proyecto de esta cartera señalé públicamente que se creaba una entidad que generaría una forma de dependencia del Estado que resultaría atrofiante. Implicaba, por una parte, la sobredeterminación de los gobiernos de turno en la programación, la producción y la creación por medio de subvenciones. Un ente que evitaba desde su concepción la manifestación del mayor enemigo de la fantasía de pureza de las artes, tan propia de algunas corrientes intelectuales: el tan temido mercado”, expresa.
“La pregunta es: ¿cuánto tiempo más creemos que la cultura en Chile puede sobrevivir sin que exista un modelo de valoración y de comercialización no estatal que la promueva y que le permita sobrevivir más allá del propio ministerio?”.
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