Una tarea prioritaria es la urgente necesidad de descentralizar recursos y dar una justa atención a las editoriales que desde los territorios y con gran compromiso y esfuerzo se esmeran en fomentar la cultura, incentivar la lectura y el libro, rescatando la historia e identidad local, los paisajes, la ciencia, la cultura y, en general, la sorprendente y rica diversidad de nuestro país.
La invitación cursada a Chile por la Feria del Libro de Frankfurt ha generado interesantes reflexiones sobre el tema, en el cual inevitablemente debe considerarse la dimensión regional y la situación que arrastran hace años las editoriales universitarias regionales.
Es conveniente que las editoriales chilenas participen en ferias internacionales del libro, proyectando así, nuestro arte, cultura, historia, ciencia, política, medio ambiente y otras dimensiones que nos caracterizan como país. Pero el debate por la feria de Frankfurt evidencia la escasez de fondos destinados a la cultura y la delicada situación que viven las editoriales de regiones, tanto universitarias como independientes.
La producción editorial chilena desde 2015 se mantiene estable en alrededor de 8.000 títulos. El 60% de ellos, con una tirada promedio de 1 a 500 ejemplares, reflejando un bajo rango de producción. El tamaño de nuestro mercado y los costos asociados de impresión y distribución dificultan a la mayor parte de la población el acceso a los libros.
La industria editorial es parte del centralismo que afecta a otras actividades de la vida nacional y que, como efecto acumulativo, dificultan un proceso de desarrollo armónico y equitativo. En efecto, de acuerdo al Informe Estadístico ISBN Chile 2022, en el periodo 2015-2022 de un total de 62.060 títulos sólo el 18.7% fue registrado en regiones fuera de la Metropolitana.
Este centralismo implica que, como ocurre con muchas políticas públicas, la producción editorial chilena reflejaría visiones e intereses que no siempre se condicen con los de las comunidades territoriales. Lo anterior, hace que en gran medida recaiga en las editoriales universitarias regionales la labor de identificar, valorar y proyectar los talentos y realidades que nos caracterizan como un país diverso y que, no siempre son reconocidos por actores públicos y privados radicados en la capital.
Las universidades regionales han hecho un gran aporte al desarrollo integral de sus comunidades y territorios, lo que justifica que sean las instituciones nacionales más valoradas, como lo indican diversos estudios de opinión y percepción ciudadana.
Uno de sus grandes aportes fue la creación de sus editoriales que han sido fundamentales para descentralizar la producción editorial. En los últimos años de los títulos editados por todas las universidades chilenas, de ellos alrededor del 38% fueron producidos por las regionales, constituyéndose en este como en otras áreas, en agentes de descentralización.
Las universidades, en particular las de regiones, enfrentan una compleja realidad económica que en muchos casos las ha obligado a dolorosas medidas de austeridad, como la reducción de gastos operacionales y exoneración de funcionarios (as) y académicos (as). Sus editoriales también han enfrentado fuertes ajustes en sus presupuestos, lo que les ha dificultado asistir a ferias y tener una menor producción de libros.
Por lo indicado, es positivo que la Feria Internacional del Libro de Frankfurt haya abierto una reflexión sobre el tema, cuyo tratamiento y políticas públicas derivadas deben compatibilizar varias dimensiones.
Una tarea prioritaria es la urgente necesidad de descentralizar recursos y dar una justa atención a las editoriales que desde los territorios y con gran compromiso y esfuerzo se esmeran en fomentar la cultura, incentivar la lectura y el libro, rescatando la historia e identidad local, los paisajes, la ciencia, la cultura y, en general, la sorprendente y rica diversidad de nuestro país.
Esto es justamente lo que hacen las universidades regionales y que Chile busca proyectar en ferias nacionales e internacionales.