El siguiente texto es un adelanto del libro “Fantasmas de la CIA”, del periodista Carlos Basso, que llegará a las librerías el próximo 1 de agosto. En septiembre de 1970 en la Casa Blanca una reunión entre el presidente de Estados Unidos Richard Nixon y el jefe de la CIA sellaron el destino de Chile: había que evitar a cualquier costo que el socialista Salvador Allende llegara a la presidencia del país. Para ellos, decidieron crear una fuerza especial y enviaron a dos agentes que hablaban español, tenían una nutrida experiencia en espionaje y habían participado en varias operaciones de ese tipo. Henry Hecksher y David Atlee Phillips.
Tengo desplegado en mi computador, a toda pantalla, la foto de un galán de cine de los años cincuenta. Es una foto en blanco y negro, tomada de una revista Ecran del año 1953, fechada en la segunda semana de febrero, para ser más exactos.
La imagen es un fantasma de otras épocas, no solo porque Ecran era una revista de papel especializada en cine y televisión o porque la foto no es más que una composición de píxeles de distintos colores y, por ende, no existe de manera física, sino porque lo que muestra es un reflejo de un mundo que era blanco o negro, un mundo en el cual todos estaban alineados con los rusos o con los estadounidenses, un mundo donde se estaba a favor de Eisenhower o Stalin, un mundo donde los peces más chicos no tenían ninguna otra opción que nadar al abrigo de los más grandes.
Volvamos a la imagen. En ella se ve a un treintañero delgado, con pantalón de vestir oscuro, chaqueta clara y humita negra, que exuda seguridad en sí mismo. Tiene el pie izquierdo apoyado en una silla y con esa misma mano (cuyo codo reposa sobre la rodilla) sujeta el auricular de un teléfono antiguo, de aquellos que tenían cable. El pelo, que parece rubio, está peinado hacia atrás de forma impecable y en la comisura de su labio izquierdo se dibuja una mueca entre socarrona y seductora, semejante a la de Dean Martin, una especie de sello de ironía y superioridad que lo acompañó toda su vida.
Su nombre era David Atlee Phillips. No obstante, no se trataba de una estrella de los estudios Universal o Metro Goldwyn Meyer, de un sucesor de Clark Gable o Jimmy Stewart, sino del «nuevo galán del cine chileno», como lo calificaban en Ecran.
Quien redactó la nota (cuyo nombre no figura en ella) contaba que Phillips, de origen estadounidense, era el gerente del South Pacific Mail, diario de habla inglesa que se publicó primero en Valparaíso y luego en Santiago, y que lo había conocido en un cóctel ofrecido a la prensa por el primer secretario de la Embajada de Estados Unidos en Chile, Allan Stewart.
El o la redactora describía a Phillips como «un muchacho alto, rubio, de ojos claros y con evidente apostura de galán de cine». Basta mirarlo en las fotografías para coincidir con aquella apreciación. El texto agregaba que debutaría en el cine chileno con una película llamada en ese momento “El vendedor de recuerdos”, dirigida por el belga Pierre Chenal, aunque cuando se estrenó finalmente, en mayo de 1954, terminó llamándose de otro modo: “Confesión al amanecer”.
Se trata de una cinta que, por lo poco que sabemos de ella (pues es una de las tantas películas realizadas en Chile de las que nadie tiene copia alguna), contenía tres historias. Una de ellas era la relativa a la leyenda de las tres Pascualas, una leyenda clásica en Concepción, que relata que a fines del siglo XVIII un sujeto muy apuesto, pero a quien nadie conocía, enamoró en forma separada a las tres hijas de la familia Pascual, las cuales solían lavar ropa a orillas de la laguna hoy conocida como «Las Tres Pascualas».
Indefectiblemente cada una de ellas cayó rendida a sus pies, convencida de que el recién llegado adonis se casaría con ella. Sin embargo, no tardaron en darse cuenta de lo que sucedía y al comprender que las tres estaban enamoradas de un amor imposible decidieron suicidarse juntas (dice el mito), introduciéndose hasta el fondo de la laguna, hoy flanqueada por la avenida Paicaví.
Además de esta historia, la película incluía otra llamada «La veta del diablo», relativa a la maldición que recaía sobre un codicioso anciano que encontraba una mina de oro, y una tercera bautizada como «La desconocida», acerca de un marino que se enamoraba de una mujer que resultaba ser parte de la tripulación de El Caleuche, el mítico barco fantasma que navega por los mares chilotes, repleto de espectros que pasan sus noches en un fantasmal festín eterno.
Por supuesto, Phillips no interpretaba a alguno de aquellos seres deformes ni al hombre mayor, sino al recién llegado que llevaba al suicidio a las jóvenes Pascual.
Aunque en el texto de Ecran se explicaba que «Chenal buscaba un galán con cara bien gringa para Las Tres Pascualas» y que Phillips resultó contratado porque, como él mismo lo decía, «más gringo que yo es difícil», la verdad es que el norteamericano, quien se presentaba como periodista, tenía varios antecedentes actorales: antes de la Segunda Guerra Mundial y luego de abandonar la universidad había trabajado en algunas obras menores de Broadway, hasta que consiguió unirse al elenco estable de la obra Junior Miss, con la cual recorrió Estados Unidos por más de un año.
Sin embargo, a fines de 1941 fue reclutado por las Fuerzas Armadas y un par de semanas después estaba sentado en la torreta artillada de un bombardero B-24. Luego de su experiencia en Europa (de la cual hablaremos más adelante) regresó a Nueva York y se integró nuevamente a una compañía de teatro, con la que realizó dos giras, llevando a distintas ciudades las obras You Can’t Take it With You y The Man Who Came to Dinner. Al mismo tiempo comenzó a escribir teatro, convencido de que la actuación no era lo suyo, sino que, más bien, su talento estaba en la creación de guiones.
De hecho, si se lo busca en Film Affinity u otros sitios web sobre cine, aparece en casi todas las fichas relativas a la película como actor y guionista, pues escribió los diálogos de La veta del diablo junto a María Elena Gertner.
Sobre su papel en la producción, Ecran detallaba que, con un «agringado castellano» contó que: «soy un ingeniero gringo que, por asuntos de trabajo, llego a la región en que viven las tres hermanas. Ellas no conocen otro hombre que su padre inválido y una tras otra se enamoran del extranjero. Para las muchachas aquel hombre representa el Amor, con mayúscula, mientras que para mí no significan más allá de una nueva aventura. Una triple aventura…».
Quien redactaba dicho artículo cuenta que en el filme Phillips protagonizaba «violentas escenas de amor con las tres muchachas», lo que lo habría hecho ponerse colorado. La película se filmó en los estudios de Chile Films y la estrella central era Florence Marly (pareja de Chenal) y, además de Phillips, actuaron en ella dos norteamericanos: Stanley Burke y Arthur Gaston.
En otra edición de la misma revista es posible ver una pequeña foto donde se aprecia a Arthur Gaston, vestido de frac, al lado de Florence Marly. Ella lleva el pelo platinado y luce un vestido de noche y guantes, muy elegante. Muy cerca de ella la observa Gaston, de rostro anguloso y pelo oscuro.
No tenemos ningún dato concreto acerca de Burke, pero sí de Gaston, quien llegó a ser coronel de la Fuerza Aérea de Estados Unidos y murió en 2010 en Rochester (Nueva York). En 1953, cuando actuó en la película chilena de la cual hoy no tenemos ni rastros, desempeñaba el cargo de agregado aéreo de Estados Unidos en la embajada de ese país en Chile.
En otras palabras, era un diplomático, al menos en el papel, pero sabiendo lo que sabemos hoy, es más que plausible dudar de que ese haya sido su trabajo real, pues al menos Phillips fue uno de los más importantes agentes que alguna vez tuvo la Central Intelligence Agency (CIA), una figura esencial no solo en casi todo lo que sucedió en Chile entre 1950 y 1973 —y que se perdió el estreno de la película que protagonizó, debido a que por esas fechas ya no estaba en en el país—, sino que participaba en la operación PBSucess, el código con el cual se designó en la CIA al derrocamiento del presidente Jacobo Árbenz, en Guatemala.
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David Atlee Phillips, que ese era el nombre completo de nuestro primer personaje, nació el 31 de octubre de 1922 en Fort Worth, Texas, parte del área metropolitana de Dallas. Según su hoja de vida en la CIA, estudió drama en el College de William & Mary (al otro lado del país, cerca de Washington D.C.) entre 1940 y 1941, para retornar ese año a su ciudad natal, donde siguió estudiando lo mismo en la Texas Christian University.
Pero los estudios no eran lo suyo, por lo que su rendimiento académico fue pésimo. Finalmente desistió de continuar y comenzó a desempeñarse en diversos oficios, entre ellos la venta de tumbas para un cementerio local. No obstante, ya tenía claro que su apostura física podía tener un alto valor en los escenarios y se fue a Nueva York, con el objetivo de convertirse en un actor de Broadway.
Como ya está relatado, consiguió integrarse a algunas producciones, hasta que a fines de 1942 se enlistó en la Fuerza Aérea. En su undécimo vuelo sobre Europa su avión fue derribado en cielos austriacos, pero Phillips y los demás tripulantes lograron saltar en paracaídas, solo para ser detenidos por los alemanes. Pasó un año en una prisión nazi, de la cual logró escapar finalmente.
De regreso en Nueva York, volvió a probar suerte en varios teatros menores del Midtown Manhattan y consiguió roles secundarios en dos obras, pero como él mismo dice en su autobiografía, The Night Watch, su talento era «modesto». A consecuencia de ello decidió convertirse en locutor de avisos radiales. Sin embargo, tampoco tuvo éxito. Perseverante, se propuso, como siempre había querido, escribir guiones, pero la fortuna le volvió a ser esquiva.
Ya terminada la guerra, le pidió a su novia (Helen Hausch, quien era azafata) que se casaran. Phillips había leído una enciclopedia en la cual se indicaba que en Chile era posible practicar esquí y luego ir a la playa en el mismo día, algo que a los veintitantos años de ambos les pareció el mejor plan del mundo, por lo cual la pareja decidió moverse hacia el sur del mundo, acicateada, además, por la idea de que era un país con un costo de vida muy bajo.
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