La artista visual está en la mejor etapa de su carrera. En abril de 2022, se convirtió en la primera latinoamericana en ganar el León de Oro a la Trayectoria de la Bienal de Venecia, el galardón de arte contemporáneo más importante del mundo. Un mes después, expuso en el prestigioso Museo Guggenheim de Nueva York y en febrero de este año fue nombrada Miembro Honorario Extranjero de la Academia de Artes y Letras de Estados Unidos, país donde reside desde 1980.
Con su obra “Quipu Womb” (quipu vientre), una gigantesca estructura de lana roja sin hilar de ocho metros que cuelga de un anillo de metal, la poeta, pintora y cineasta Cecilia Vicuña, egresada de la Universidad de Chile, conquistó al mundo el año 2017 en Documenta 14, el encuentro de arte contemporáneo más importante del planeta.
La pieza, que representa un cordón umbilical menstrual que conecta a las madres diosas andinas con las mitologías marítimas de la antigua Grecia, tuvo tal impacto que personas de todas partes iban a ver la prestigiosa exposición en Atenas y preguntaban “dónde está la cosa roja”. Como era de esperar, el majestuoso textil se transformó en la obra más reproducida del evento en todo el orbe. Después de esta histórica presentación, la carrera de la activista fue en ascenso.
“Antes de eso, las posibilidades de que alguien en el mundo se fijara en mi arte eran definitivamente nulas. Fue el curador Dieter Roelstraete y su pareja, Abigail Winograd, quienes me escogieron. Ellos casualmente estaban visitando Brasil y justo en ese momento había una gran exposición en Río de Janeiro que ocupaba siete museos y en uno de ellos encontraron mi arte. Era una exposición donde había miles de artistas y, sin embargo, se fijaron en mi trabajo. Entonces, me buscaron y me encontraron. Dieter tomó un avión de inmediato rumbo a Chile para conocerme. Él decidió que yo pertenecía a esa muestra”, relató la poeta al sitio de la Casa de Bello.
Documenta 14 le dio a Cecilia Vicuña tanta visibilidad y renombre a nivel internacional que en menos de siete años recibió varios de los galardones más importantes que puede desear un artista. En 2019, el Ministerio de Cultura de España le entregó el Premio Velázquez a las Artes Plásticas, considerado el más relevante de los países de habla hispana, equivalente al Cervantes en Literatura. En abril de 2022, se convirtió en la primera latinoamericana en ganar el León de Oro a la Trayectoria de la Bienal de Venecia. Un mes más tarde, volvió a hacer historia: se transformó en la primera mujer latina en presentar una muestra individual en la icónica rotonda espiral del Museo Guggenheim de Nueva York. Y cerró el año con una grata noticia: la revista británica ArtReview la reconoció como una de las 100 artistas más influyentes del mundo.
“Cuando recibí el León de Oro sentí una felicidad explosiva, como si de un momento a otro te convirtieras en un cohete a la Luna. Mientras vivía esa explosión de felicidad, me di cuenta que no era solamente por mí, no era algo personal, sino que era el reconocimiento a la cultura de la que yo soy parte, a la cultura amerindia y mestiza de América, porque nosotros somos esa combinatoria imposible y radiante de culturas que están contrapuestas y que, sin embargo, saben colaborar. Para mí es un reconocimiento de toda la línea materna, paterna, todo lo que ha hecho posible mi existencia y mi arte”, destacó.
El 2023 también ha sido un año de triunfos para la artista. En febrero, fue nombrada Miembro Honorario Extranjero de la Academia de Artes y Letras de Estados Unidos, país donde reside desde 1980. “Fue algo extraordinario. No sé si en Latinoamérica, y en Chile en particular, se comprende hasta qué punto es tan poderoso el racismo y el prejuicio que existe contra todo lo que tenga que ver con Latinoamérica en el Hemisferio Norte, en particular en Estados Unidos. Entonces, un reconocimiento de la Academia de Estados Unidos a una poeta mujer latinoamericana es algo fuera de lo normal. Eso quiere decir que los libros que he publicado -siempre convencida de que nadie los lee, porque son libros de poesía, de circulación mínima- sí fueron leídos por los poetas de la Academia. Para mí fue una alegría muy profunda”, afirmó.
A su larga lista de reconocimientos se suma la distinción Doctor Honoris Causa que le entregó el pasado 3 de mayo la Universidad de Chile. La artista atesora este premio, que recibió de manos de la Rectora de la Casa de Bello, Rosa Devés, como uno de los más preciados de su carrera.
“Fue una emoción demasiado grande. Todos los que estaban presentes se dieron cuenta de que yo lloraba, porque la Universidad de Chile tiene demasiado significado para mí. No solamente fue mi alma mater, sino también la de mi abuelo, de mi padre, de mi hermano, de casi toda mi familia. Entonces, el sentido de la Universidad de Chile, como un lugar radiante y único en Latinoamérica y en el mundo, está muy profundo en mi corazón y en el de mi familia”, señaló.
Enfatizó, asimismo, que el hecho de que “la Universidad de Chile decidiera que yo podía ser honrada, para mí fue algo tan inesperado y me dio una gratitud infinita por la existencia de la Universidad, que ha sido tan perseguida. Fue desmantelada violentamente por el golpe militar y, sin embargo, sigue fuerte contra todo. Es un premio que tiene un significado ético, moral, de resistencia de la universidad pública, de resistencia de la inteligencia crítica en Chile, que ahora está tan vapuleada. Para mí es una de las felicidades más profundas que he tenido”.
La destacada cineasta recuerda con cariño su etapa de universitaria en la Casa de Bello, donde estudió Pedagogía en Artes Plásticas entre 1966 y 1971. Durante esa época escribió teatro para niños, publicó sus primeros poemas en México y fundó La Tribu No, colectivo que realizó acciones literarias en espacios públicos de Santiago. “Yo me encontré con compañeros de la provincia y eso fue hermoso, porque conocí sus mundos. Fue una experiencia muy colectiva, de mucho compartir y de mucho espíritu revolucionario. En la universidad había profesores extraordinarios, seres increíbles, por ejemplo, Sergio Ortega, los pintores Vergara Grez y Matilde Pérez, Sergio Montesinos. Muchos de los principales pintores de Chile fueron profesores míos. Esa dedicación, esa devoción, ese vivir la vida del arte tuvo un impacto profundo”, manifestó.
Cecilia Vicuña es una artista muy versátil y completa. Escribe, canta, pinta, improvisa, hace esculturas y performance. Estas diversas disciplinas las fue desarrollando de forma natural mientras crecía en una familia de escultores, escritores, poetas y músicos.
“Sucedió simplemente, yo nunca pensé que había límites entre una forma y otra. Nunca me lo planteé, ni me lo propuse. Sucedió que de pronto empezó a salir un canto, de pronto estaba escribiendo. El arte y la poesía son así, aparecen”, indicó.
Gracias a su talento, originalidad y coraje, en sus más de 50 años de trayectoria ha publicado 30 libros, que han sido traducidos a varios idiomas, y ha expuesto en reconocidos museos a nivel mundial, como la Tate de Londres, Museum of Modern Art (MoMA) y Guggenheim Museum de Nueva York, y MALBA de Buenos Aires.
De acuerdo a la artista, el éxito de su obra probablemente radica en su mensaje.
“Creo que hay una desnudez en mi trabajo, una falta de artificio en el sentido de que es de una simplicidad casi ridícula. Y ese bordear lo ridículo y lo que no es nada, a mí me parece que tiene una fuerza y una vitalidad, porque es distinto, porque no es lo frecuente, o sea, mis poemas no son trabajados, no son perfectos, son como un viento que pasó, como un perro que movió la cola. Es algo tan desarmante. Me imagino que ese es el atractivo”, expresó.
A lo largo de su carrera, Cecilia Vicuña ha destacado a través de sus obras el legado de los pueblos originarios. Su interés por el arte precolombino nació cuando apenas era una niña.
El primer elemento que hizo clic en su mente fue una serie de revistas de cómics mexicanas que llegaban a Chile y que un vendedor ambulante distribuía en bicicleta en el sector rural donde ella vivía. La edición “Vidas ejemplares”, que relataba la historia de los santos, como Teresa de Jesús, era su favorita, se la devoraba. Más tarde, cuando era adolescente, empezó a leer poesía indígena y su amor por las raíces ancestrales creció aún más.
“Una de mis tías, Rosa Vicuña, escultora, trabajaba con greda. Hacía una escultura extraordinaria, muy ancestral y, a la misma vez, abstracto geométrica. Era como una combinación entre el mundo contemporáneo y el mundo antiguo de América. Muy fabulosa. Yo pasaba metida en su taller. Ahí tenía una biblioteca de libros de arte precolombino. Entonces, cuando yo era niña en mis paredes estaban Los Beatles y cacharritos precolombinos como los grandes iconos amados por la niña adolescente”, explicó
Cuando la connotada poeta cursaba la enseñanza media leyó en una enciclopedia que el planeta corría peligro. En ese momento supo que trabajar para salvar la Tierra era lo más importante, que cualquier otra actividad que no estuviera dedicada a eso era superflua. Con este mensaje de urgencia en mente, creó en 1966, con solo 18 años, el concepto de “Lo Precario” y lo materializó en sus “basuritas”, esculturas pequeñas hechas a partir de desechos.
Desde entonces, no ha dejado de decirle al mundo, a través de su arte, que hay que poner el foco en el tema medio ambiental, porque estamos en una carrera a contrarreloj.
“Esa propensión a desaparecer de todo lo que uno es como ser humano, y de lo que uno ama: el mar, el sol, la luz, la vida de todas las plantas, de todas las criaturas es lo precario. Lo precario es lo que desaparece”, precisó.
El pasado 11 de mayo, la artista visual inauguró en el Museo Nacional de Bellas Artes su exposición “Soñar el agua. Una retrospectiva del futuro (1964 -)”. La muestra, que reúne cerca de 200 piezas pertenecientes a colecciones públicas y privadas, además de numerosos archivos, documentos y registros audiovisuales, podrá ser visitada de forma gratuita hasta el 3 de septiembre.
“El solo título indica el hecho de que Chile es uno de los primeros países que se va a quedar sin agua. Como no hay una política de Estado para defender el agua, ni tampoco una política ciudadana, yo propongo soñar el agua. Es decir, que nosotros, los que somos ciudadanos silvestres que no estamos afiliados a nada, empecemos a soñar el regreso del agua y el agua solamente va a volver cuando haya una dedicación total a plantar árboles, a plantar lo que trae agua. Esa fue una propuesta que yo le hice en el año 1971 al Presidente Salvador Allende. A Allende le pareció fascinante, pero me contestó que Chile no estaba listo. Han pasado 50 años y Chile sigue sin estar listo. Si eso era urgente en el 71, ahora es más que urgente, pero ahora es posible que ya sea demasiado tarde. Ahora todos los científicos están diciendo que hemos alcanzado el punto de no retorno, con lo cual cualquier acción que se tome ahora quizás sea demasiado tarde”, resaltó.
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