“El exilio es algo muy universal. Lo que vivieron los hijos de los exiliados chilenos lo viven hoy millones de refugiados en el mundo. Los padres de los niños chilenos eran todos muy jóvenes cuando tuvieron que abandonar su país. Sus carreras acababan de empezar cuando tuvieron que dejarlo todo atrás. Sus hijos siempre estaban ahí, pero nunca en primer plano. En nuestra película, se les da voz propia, no como representantes de la oposición a Pinochet, sino como afectados indirectos”, señala Thomas Grimm. Su película documental “9/11 Santiago – Escape from Pinochet” será exhibida en el canal germano ARD el mismo 11 de septiembre. Asimismo, el Goethe-Institut Chile proyectará la cinta el 20 de septiembre a las 20:00 horas en la Cineteca Nacional, seguida de un coloquio con el director y algunos de los protagonistas.
Desde hace tres décadas, Thomas Grimm realiza películas de motivación biográfica e histórica que documentan la realidad bajo la premisa de la “memoria como responsabilidad”.
Su nuevo documental, 9/11 Santiago – Escape from Pinochet, retrata los destinos de la segunda generación de exiliados chilenos.
Habiendo huido con sus padres a la República Federal de Alemania (RFA) y a la República Democrática Alemana (RDA) siendo niños, tuvieron que enfrentarse a preguntas sobre su propia identidad a una edad temprana: ¿Quién soy, dónde me siento en casa, cómo deben transmitirse los recuerdos, cuáles de las historias de terror y huida de sus padres deben transmitirse, qué debe conservarse y qué debe superarse, cuáles son las razones para quedarse en Alemania o regresar a Chile?
El Goethe-Institut Chile proyectará la película de Grimm el 20 de septiembre, a las 20:00 horas, en la Cineteca Nacional, seguida de un coloquio con el director y algunos de los protagonistas.
Grimm es director de cine y escritor. Estudió Filosofía y Estética en la Universidad Humboldt de Berlín. Desde 1989 dirige la productora cinematográfica Zeitzeugen TV, con la que ha estrenado un gran número de documentales históricos contemporáneos. Sus películas más conocidas relacionadas con Chile son Roberto, el nieto de Erich Honecker (90 min., 2013) y El escape – El último viaje de los Honeckers (90 min., 2019). El libro El último Ciudadano de la RDA, la historia de vida de Roberto Yáñez y su familia en la RDA, fue publicado por Insel/Suhrkamp Verlag en 2018.
-Thomas Grimm, usted hizo una película sobre los hijos de chilenos exiliados y su crecimiento en Alemania. El factor decisivo para su huida fue el golpe militar, la toma del poder por Pinochet y la represión que la acompañó, que afectó especialmente a los partidarios del anterior Presidente, Salvador Allende. ¿De dónde viene el interés de un cineasta alemán por Chile?
-A principios de los 2000, empecé a trabajar en el cine sobre la familia Honecker. Como saben, Erich Honecker, antiguo Jefe de Estado de la RDA, huyó a la embajada chilena en Moscú tras el colapso de la Unión Soviética a finales de 1991. Tras ser juzgado por un tribunal alemán, en 1993 se exilió voluntariamente en Santiago junto a su esposa Margot y su hija Sonja. A través de este rodaje conocí a Carlos Puccio, que había estudiado cámara de director en la academia de cine “Konrad Wolf” de Potsdam, y, a través de esta colaboración, a muchos otros chilenos que estuvieron exiliados en Alemania Occidental y Oriental o que aún viven allí. Por desgracia, Carlos falleció prematuramente en 2014. Ya entonces deliraba con la idea de hacer una película extensa sobre los niños exiliados, pues este tema ya lo había descubierto por sí mismo artísticamente en sus películas de estudiante a finales de los años ochenta.
-Algunos de los exiliados vinieron a Alemania Occidental, otros a la RDA. ¿Cómo se decidió quién vino a qué Alemania?
-Por lo que sé, los partidos chilenos tomaron las decisiones al respecto. Los países socialistas, especialmente la RDA, ofrecían un clima favorable a la dirección de los partidos de izquierda chilenos. Como organización política, los funcionarios del partido, en los llamados “Estados hermanos” en particular, recibían apoyo, no solo financiero. Resulta interesante que en la RDA no existiera hasta entonces una legislación propiamente dicha al respecto, a diferencia de la RFA, donde el derecho de asilo ya estaba consagrado en la Ley Fundamental. Ya había personas que habían huido de la represión desde Grecia o España a la RDA, pero con los cerca de 2 mil refugiados procedentes de Chile hubo que crear una nueva situación jurídica con bastante rapidez. La inmigración chilena fue una especie de prueba para ver hasta qué punto se podía permitir que un grupo de exiliados más numeroso se autogobernara en su propia organización política. Así surgió la oficina “Chile antifascista” (CHAF), una autoorganización que más tarde sirvió de modelo para el CNA (Congreso Nacional Africano) y la SWAPO (Organización Popular del África Sudoccidental) en la RDA, entre otros.
-¿Podría identificar diferencias entre los que crecieron en Alemania Oriental durante un tiempo y los que vivieron en la RFA durante otro?
-No hay diferencias en los elementos básicos: aprender el idioma, enfrentarse al inicio de la pubertad, separarse de los padres y sus continuas luchas por la patria. En la RDA en particular, sin embargo, se fomentaban mucho las organizaciones juveniles, lo que significaba que todos se reunían de vez en cuando. Desde muy pequeños, solían estar en campamentos de pioneros o en actos solidarios, por lo que los niños chilenos mantenían un contacto regular, razón por la que todos se conocen relativamente bien.
-El punk –la música, pero también el estilo de vida– fue importante en el crecimiento de algunos de los hijos de los exiliados, entre ellos, Claudia González Espíndola y su hermano Rod González, que ahora es miembro de la banda de rock alemana Die Ärzte. ¿Puede explicar por qué el punk en particular?
-Eso también fue una sorpresa para mí: para algunos de esos chicos, el punk era un movimiento musical y una subcultura que les liberaba del corsé de sus padres y de la presión del trabajo solidario, y eso desempeñó un papel tanto en Alemania Occidental como en Alemania Oriental. Si quieres liberarte, necesitas algo con lo que conectar. El punk era una forma estupenda de escapar por completo de las convenciones, tanto paternas como de la sociedad de acogida, porque entonces a los punks se les miraba con recelo desde todos los frentes.
-Su película 9/11 Santiago – Huida de Pinochet se proyectará con motivo del 50 aniversario del golpe militar que tuvo lugar el 11 de septiembre de 1973. ¿Fue este día, que tuvo una influencia muy formativa en la sociedad chilena, decisivo para su interés en realizar esta película?
-El tema llevaba tiempo en mi agenda cinematográfica. Pero el 50 aniversario del golpe de Estado era una buena ocasión, también porque a menudo se necesita una para conseguir la aprobación de los proyectos y el consiguiente apoyo financiero.
-¿Cómo cree que fue la inmigración de chilenos a Alemania?
-Antes del golpe, la RDA estaba muy implicada en Chile, económicamente, pero también en forma de programas de intercambio para estudiantes, por ejemplo. Era un gran acontecimiento que también se fuera a crear un Estado socialista en el lejano sur, en el otro extremo del mundo, por así decirlo. No acababan de entender que el Estado chileno se basaba en principios democráticos y no en una dictadura centralista como la de Alemania del Este. Pero eso no importaba a la hora de prestar apoyo; la población de la RDA era abierta y reaccionó solidariamente con los exiliados. En la RFA también hubo una gran disposición a ayudar –en el libro que publicará la Agencia Federal de Educación Cívica para acompañar la película, los ayudantes alemanes también dan su opinión, describiendo la situación desde su punto de vista–. En Occidente, sin embargo, también había estados federales donde estos “revolucionarios, comunistas y socialistas” no eran bienvenidos.
-Sin embargo, en su película aparece una imagen positiva de la inmigración. ¿Quería también, en cierto modo, dar una señal para el presente y el futuro?
-La cuestión de los refugiados se ha convertido en un tema central y, en mi opinión, a menudo se debate sin tener en cuenta a las personas. Se habla de cuotas, de alojamiento, de repatriación… pero se presta muy poca atención a lo que esto significa para los afectados. Por eso me centré en los niños, porque con grandes cuotas de refugiados, también llegan al país muchos jóvenes, niños. Quería mostrar lo que significa crecer en una cultura diferente y al mismo tiempo tener la cultura de tus padres a tu alrededor todos los días. Es un doble proceso de emancipación, por así decirlo. Los niños del exilio tuvieron que crecer muy deprisa porque, por ejemplo, a menudo tenían que ayudar a sus padres en el supermercado, en el médico o en las oficinas, porque tenían que aprender la lengua alemana más rápidamente.
-“El exilio es algo para toda la vida, no se acaba”, dice uno de los protagonistas. Tanto si se quedaron en Alemania como si volvieron a Chile, los hijos de los exiliados parecen seguir siendo “los otros” en ambos países. En su opinión, ¿qué le hace eso a una persona?
-El exilio es algo muy universal. Lo que vivieron los hijos de los exiliados chilenos lo viven hoy millones de refugiados en el mundo. Los padres de los niños chilenos eran todos muy jóvenes cuando tuvieron que abandonar su país. Sus carreras acababan de empezar cuando tuvieron que dejarlo todo atrás. Sus hijos siempre estaban ahí, pero nunca en primer plano. En nuestra película, se les da voz propia, no como representantes de la oposición a Pinochet, sino como afectados indirectos. Debemos aceptar que los niños tienen su propia experiencia del exilio, diferenciada de la de sus padres. En particular, están marcados por la contradicción entre, por un lado, el deseo de sus padres de volver a Chile lo antes posible y, por otro, la necesidad de construir sus propias vidas en el país del exilio. Sobre todo, el largo periodo de exilio requiere mucha fuerza por parte de los hijos del exilio, ya adultos, para determinar su propia identidad entre el país del exilio y el país de nacimiento. Por cierto, este es un punto importante de nuestra película que va mucho más allá del tema chileno. Porque el problema del exilio y de la inmigración no puede considerarse únicamente según categorías cuantitativas, sino que debe considerarse también según las condiciones cualitativas del país de acogida.
-Para algunos de los retratados, el regreso a Chile se produce de forma tan abrupta como la huida a Alemania. Para los que volvieron a Chile desde la RDA, a veces fue incluso peligroso. ¿Por qué?
-Pinochet ya dijo en una entrevista, el día del golpe de 1973, que erradicaría el pantano marxista de Chile. Era un opositor absoluto del comunismo y, en consecuencia, de los Estados socialistas. Por consiguiente, las personas que se exiliaron en la RDA eran una espina clavada en su costado. Desde su punto de vista, todos los que regresaban del exilio en un Estado socialista eran comunistas y, por tanto, traidores. Por eso, a estos retornados se les mantenía después bajo vigilancia especial. Por eso, muchos se callaban dónde habían estado exactamente y solo respondían “Alemania” cuando se les preguntaba.
-Algunos, de hecho, volvieron a emigrar al exilio alemán tras regresar a Chile.
-Sí, en los años ochenta la situación política en Chile se había calmado un poco al principio. Hasta que en 1986 se produjo un atentado contra el dictador Pinochet. Este atentado, que se saldó con la muerte de personas inocentes, desencadenó otra oleada de represión, que agravó de nuevo la situación de los activistas de la oposición. Esto afectó especialmente a las personas que habían regresado del exilio, sometidas a vigilancia desde su reingreso en Chile. Dos protagonistas de la película vivieron esta situación extrema cuando eran niños. En un caso, la madre fue interrogada por personal de la DINA en la habitación contigua a la de los niños durante varias horas. En otro, la madre fue agredida y golpeada varias veces en la calle. En ambos casos, la única opción que les quedaba a las familias era huir de nuevo a Alemania, en un segundo exilio.
-Una última pregunta: hacia el final de la versión corta de su película, los niños exiliados que ahora viven en Chile vuelven a insinuar que viven en una democracia frágil. ¿Podría explicarlo?
-Intentaré responder a esto desde una perspectiva filosófica: no existe ningún orden social que permanezca estable y en su cenit civilizatorio a largo plazo. Esto significa que en cuanto las sociedades existen durante un periodo de tiempo más largo, acaban por pasar el cenit de su orientación civilizatoria y empiezan a volverse más inestables. Hemos podido observar esto desde la Antigüedad y podemos verlo hoy en Estados Unidos o en la República Federal de Alemania, que experimentó un rápido empuje neoliberal tras la unificación que antes habría sido impensable. Así es como cambian las sociedades, y yo diría que en este momento tenemos que prestar atención a la aplicación de los valores democráticos en todo el mundo, para que no sean sacrificados por una lógica inhumana de lucro. Así que esto no puede aplicarse solo a Chile. Sin embargo, Chile es, por supuesto, un país que parece haber permanecido dividido desde el golpe de 1973. Superar esto, sin embargo, es tarea del pueblo chileno y no un tema para un director de cine extranjero. Con “buenos” consejos, los alemanes se han excedido a menudo en la historia. Además, incluso después de más de 30 años, aún no hemos conseguido superar la división entre Alemania Oriental y Occidental.
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