Directora del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos y profesora del Departamento de Ciencias Históricas de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, Zapata recibió recientemente el Premio Manuel Montt por su libro “Intelectuales indígenas en Ecuador, Bolivia y Chile. Diferencia, colonialismo y anticolonialismo”. “En esta intelectualidad, creo yo, se encuentra la versión más elaborada, teóricamente hablando, del pensamiento político indígena contemporáneo, que es desde el cual se desprenden las demandas que nosotros conocemos como de autonomía territorial, autodeterminación política, entre otras. Aquí se encuentra el desarrollo de categorías, interpretaciones y demandas por parte de intelectuales que en su mayoría son activistas, militantes o han sido militantes, pero que no están fuera del circuito político indígena para nada”, expresa.
Bajo el título Intelectuales indígenas en Ecuador, Bolivia y Chile. Diferencia, colonialismo y anticolonialismo (LOM Ediciones), la académica de la Universidad de Chile fue galardonada con el Premio Manuel Montt, en la categoría de Ciencias, por esta pieza escrita que reúne más de diez años de investigación y que, hasta la fecha, es reconocida a nivel nacional e internacional y utilizada como título de referencia en investigaciones de postgrado en numerosas instituciones de prestigio.
De acuerdo con el fallo del jurado, el valor principal de este texto radica en la originalidad del tema –escasamente investigado y mencionado en la bibliografía latinoamericana–. Además, los miembros encargados del dictamen, destacaron que el texto de Zapata es “abordado desde una visión que cruza tres países con sus respectivas historias, en función de un relato de alta importancia histórico y social para el presente”.
De esta manera, la directora del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos y profesora del Departamento de Ciencias Históricas de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, recibe este destacado galardón nacional en un momento crucial para la historia del país, en donde la discusión que protagonizan los pueblos indígenas da cuenta de la relevancia que remite Intelectuales indígenas en Ecuador, Bolivia y Chile.
Especialista en líneas de investigación tales como identidades étnicas y movimientos indígenas contemporáneos; historia contemporánea de América Latina y pensamiento latinoamericano, la siguiente entrevista a Claudia Zapata resume las principales aristas que trata en su libro, el que describe como un proceso desafiante que involucró reunir un volumen grande de información, escritura de intelectuales indígenas principalmente, así como estadías de investigación, trabajo en bibliotecas y conversaciones directas con distintos actores.
“Me pareció que era importante reconocer la dimensión transnacional de este proceso de la emergencia de una intelectualidad indígena en códigos legitimados por la cultura dominante, como haber pasado por la universidad, escribir, publicar”, destaca.
-¿Cómo surgió la idea de escribir Intelectuales indígenas en Ecuador, Bolivia y Chile?
-Es uno de los resultados de líneas de investigación que yo trabajo hace muchos años, desde que me empecé a dedicar más a lo académico y a la investigación. En eso, mi línea es la historia latinoamericana contemporánea y, dentro de eso, movimientos indígenas en América Latina. Este libro en específico trata sobre un tema que yo empecé a investigar el año 2003, que tiene que ver con un sujeto indígena específico al interior de todo este espacio de los movimientos indígenas, que es el o la intelectual, porque también hay mujeres, obviamente.
Recurrí al concepto de intelectual porque refiere modos de intervenir en la esfera pública, reparando en la dimensión política que esto tiene. Se rastrea la historia de ese tipo de intelectual y esto implicó investigar tanto teóricamente como empíricamente sobre un sujeto indígena que solo había sido ocasionalmente mencionado, pero no estudiado en profundidad.
Tiene que ver también con que el concepto de intelectual no tiene mucho prestigio desde hace mucho rato, de toda la época posrevolucionaria. Es un concepto que se identifica con la vanguardia, con el elitismo, con la torre de marfil, que son figuras que yo discuto largamente en el libro. Me vinculo con otra tradición para entender los intelectuales y su función en la sociedad, una tradición más marxista, y por eso digo que implicó una investigación tanto teórica como empírica.
-¿Por qué consideraste prioritario abordar conceptos como la diferencia, el colonialismo y el anticolonialismo?
-Estos conceptos constituyen la bajada del título principal y los elegí para sintetizar mi propuesta interpretativa, que sostiene que estos son los tres conceptos que articulan el campo intelectual indígena en América Latina. Dentro de cada uno hay vertientes y debates, pero yo diría que no hay pensamiento político indígena que no pase por esas tres categorías.
También, elegí estos conceptos para mostrar de inmediato que mi forma de estudiar la intelectualidad indígena no es solo identificar un sujeto, sino también poner particular atención al pensamiento político que allí se produce. En todo este libro hay un convencimiento de que los movimientos indígenas producen pensamiento político y eso está expresado en un modo de interpretar, en la existencia de tesis y de propuestas conceptuales. Con esto, se postula que existe ese campo intelectual indígena constatable en obras, autores, etcétera, que son a su vez formas de intervención en el espacio público.
El libro también se encarga de afirmar, con abundantes ejemplos, que se trata de un campo donde existe diversidad en su interior, es decir, no significa que todos los indígenas piensen lo mismo, mucho menos los intelectuales.
-¿Por qué crees que es relevante posicionar en este texto la existencia de las voces de intelectuales indígenas?
-La verdad es que el libro entero se ocupa de esta materia, pues trata de identificar y analizar históricamente cómo surge este tipo de intelectualidad y también cómo es posible entender esta figura, de allí que se proponga una categorización de intelectuales, para luego centrarme en aquellos que producen escrituras con las respectivas autorías. Respecto a estas, el estudio se concentra en las escrituras de tipo ensayístico, que es un género muy proclive a que sus autores se puedan mover en arenas más políticas, en donde se dialoga con otro tipo de escritura, por ejemplo, la poesía, que también refiero en el estudio.
A su vez, la relevancia también radica en que desde una investigación histórica como esta se pueden discutir a nivel teórico los estereotipos que existen en torno a los indígenas, a los que se les exige una autenticidad asociada a la ruralidad y la oralidad. Aquí, por el contrario, lo que hace el libro es insistir en una práctica como la escritura, que a pesar de ser centenaria en los pueblos indígenas se la sigue considerando como algo ajeno a sus tradiciones culturales.
A su vez, este estudio no se circunscribe a temáticas indígenas porque desde allí se analiza también el campo intelectual latinoamericano, sus transformaciones históricas y jerarquías, por lo tanto, también contribuye a diversificar la mirada sobre ese mismo campo intelectual.
-En tu libro planteas que estamos frente a una corriente de pensamiento que propone una lectura del “problema indígena”, ¿cómo lo podrías vincular con las recientes demandas de pueblos indígenas en Latinoamérica?
-La relación es absolutamente directa, porque en esta intelectualidad, creo yo, se encuentra la versión más elaborada, teóricamente hablando, del pensamiento político indígena contemporáneo, que es desde el cual se desprenden las demandas que nosotros conocemos como de autonomía territorial, autodeterminación política, entre otras. Aquí se encuentra el desarrollo de categorías, interpretaciones y demandas por parte de intelectuales que en su mayoría son activistas, militantes o han sido militantes, pero que no están fuera del circuito político indígena para nada.
Participan allí como parte de un tejido social politizado, pero también desde esta práctica particular que es el ejercicio intelectual. Se trata de una corriente que es parte de un movimiento indígena, obviamente, pero una parte diferenciada, con características propias. Por ejemplo, los debates que desarrollan al interior del propio campo político indígena son súper interesantes y esto es importante, porque yo insistiría en la idea de que no porque se afirme que exista un pensamiento político indígena se va a suponer que todos los indígenas piensan lo mismo, de ninguna manera. Y también insisto con esta idea, porque cuando se dice pensamiento indígena se lo remite únicamente a una esfera culturalista o ritual y yo aquí estoy hablando del campo de la política, que es el aquí y el ahora.
-¿Por qué decidiste abordar el caso de Ecuador, Bolivia y Chile?
-Me pareció que era importante reconocer la dimensión transnacional de este proceso de la emergencia de una intelectualidad indígena en códigos legitimados por la cultura dominante, como escribir, publicar, etc. No son los únicos tipos de intelectuales, por supuesto, por ejemplo, los líderes de movimientos indígenas también son intelectuales. Aquí yo me refiero a otro tipo de intelectuales que no habían sido estudiados y me pareció interesante vincular a Chile con procesos que nos hermanan, con países de los que nuestra educación y cultura tan nacionalista nos ha apartado, y también porque Ecuador y Bolivia son los países donde este poder indígena ha alcanzado mayor cristalización institucional, producto de la interferencia estatal lograda por las históricas movilizaciones indígenas de las últimas décadas.
Un ejemplo de construcción transnacional de este pensamiento político indígena y de la participación de los intelectuales allí es, precisamente, esta demanda de autonomía y autodeterminación que lleva muchas décadas, yo diría que al menos 50 años, en que esto se está armando en un campo político indígena donde hay distintos actores, están los militantes, las organizaciones, los dirigentes, los intelectuales. El paradigma de la plurinacionalidad lo que hace es elevar ese pensamiento político a un proyecto de modelo de país que reconoce la diversidad de pueblos que lo habitan, proponiendo otro vínculo al interior de una totalidad estatal transformada.
La palabra plurinacionalidad uno la puede rastrear en Bolivia en los años 80, también en instancias internacionales de reuniones de dirigencias indígenas, como la que promulgó la Declaración de París en 1991. Por lo tanto, se puede discutir con evidencias y casos concretos cuestiones como las que se dijeron el año pasado en torno a la propuesta de Nueva Constitución en Chile, donde tanto la derecha como varios sectores de la izquierda insistieron en que la plurinacionalidad es un producto académico y hasta decolonial, lo que demuestra la completa ignorancia que existe sobre esta materia, porque desconocen estas trayectorias que, insisto, llevan desarrollándose durante ya varias décadas.
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