A veinte años de la muerte del compositor de “El pueblo unido” y otra infinidad de obras, que murió en el exilio en Francia, la pianista y cantante Sophie Geoffroy-Dechaume vino a Chile para participar en la ceremonia del traslado de sus restos. “Sergio tenía dos relojes en su brazo. La hora de Francia, y la hora de Chile. Para él, vivir lejos fue doloroso y nunca cesó de estar con su corazón en Chile, pero él iba siempre hacia adelante, no hablaba mucho del pasado sino que de futuros proyectos”. Este jueves, en la inauguración del Foro de las Artes de la Universidad de Chile, se montará su cantata “La Fragua”.
A 20 años de su muerte, el legado del compositor Sergio Ortega (1938-2003) está más vivo que nunca. Famoso por ser el compositor de “El pueblo unido” y “Venceremos”, en los próximos días habrá varios homenajes para recordarlo.
Por ejemplo, el Festival Musical Chiloé, tras un conversatorio este sábado, se prepara un concierto para el jueves, Teatro Municipal de Ancud, donde se tocará su música de cámara.
El mismo día, en el marco del Foro de las Artes de la Universidad de Chile, se tocará en su inauguración su cantata “La Fragua”, a las 19:00 horas en la Sala Isidora Zegers, con inscripción previa.
Esta obra es “la culminación en el encuentro entre la música docta y popular, en la creación de Sergio Ortega.
Es un fiel reflejo de la dinámica que la UP inflinge en la creación musical, del encuentro de la academia y del pueblo en la calle, ademas de ser una obra muy política, lo que le valió que Quila no quisiera nunca más montarla”, cuenta su viuda, la pianista y cantante Sophie Geoffroy-Dechaume, a El Mostrador.
“Sergio se lamentaba que esta obra no viviera su vida propia, siempre recordaba con muchas emoción su estreno en el Teatro Municipal (de Santiago) con la presencia de sindicatos y obreros, un sueño hasta ahí inalcanzable en el templo del arte lírico que es ese teatro”.
El pasado 30 de septiembre, a veinte años de su muerte, se realizó una ceremonia de traslado de sus restos dentro del Cementerio General, acompañada por músicos y amigos. Fue llevado desde un nicho cerca del Patio 29 a una ubicación más cercana al Memorial de los Desaparecidos. Su viuda vino especialmente a Chile para este evento.
“Fue una ceremonia muy calurosa, me dio una sensación de paz, por sentir que a Sergio le dan dulzura y amor”, cuenta.
Ortega nació en Antofagasta el 2 de febrero de 1938. Su carrera fue meteórica: del colegio San Ignacio pasó a la Universidad Católica a estudiar por un tiempo Arquitectura y luego Literatura. Pero decidió seguir su vocación e ingresó al Conservatorio de la Universidad de Chile. Para 1969 ya estaba haciendo clases de música en esa institución, y tuvo entre sus alumnos a Horacio Salinas, de Inti Illimani, señala el sitio Música Popular.
Tenía menos de 30 años de edad cuando Pablo Neruda le encargó musicalizar el montaje de su traducción de Romeo y Julieta y, luego, una obra de teatro escrita por él y basada en la historia de un aventurero que emigró a California durante la «fiebre del oro» para terminar convertido en un bandido justiciero.
La ópera “Fulgor y muerte de Joaquín Murieta” fue estrenada en 1967 en el teatro Antonio Varas, bajo la dirección de Pedro Orthous. También hizo la música de varias obras de teatro y cintas como “El chacal de Nahueltoro” (1969), y fungió como director artístico de la naciente señal televisiva de la Universidad de Chile, según el mismo sitio web.
Militante comunista, su viuda cuenta que debió exiliarse “porque su vida estaba en peligro”.
“Sergio era ya una destacada personalidad, no solo como compositor, dirigía el Canal 9 de Televisión, era miembro de la dirección del Partido Comunista y muy cercano de Salvador Allende”, cuenta.
“Él no quería partir de Chile pero tuvo que hacerlo muy tardíamente. No fue a Francia, fue a Panamá, pues era la última embajada que quedaba ‘abierta’. Una vez en Panamá, el Partido le pidió fuera a Francia donde era la plataforma donde se organizaba la solidaridad por Chile. Francia estaba en la época entre Este y Oeste, y era muy fácil viajar entre los dos bloques”.
Allí, en Francia, conoció a su futura mujer.
“Yo conocí a Sergio Ortega en un concierto en Paris”. Era de una cantante quien después sería la intérprete de “Los Cantos del Capitán”, un ciclo de quince canciones basado en el libro “Los versos del capitán” de Neruda, que su mujer acompañó al piano posteriormente.
“La música era muy fuerte como modo de comunicación entre los dos, las mismas cosas nos entusiasmaban”, rememora.
Aunque al momento de conocerlo Geoffroy-Dechaume sabía poco de su obra realizada en Chile, la conoció poco a poco.
En Francia, el músico creó el Taller Recabarren, uno de sus proyectos musicales, que la impactó enormemente, porque “tenía una vitalidad enorme, intensa”.
“Yo asistí después a la escritura de ‘Los Cantos del Capitán’. Descubrí un mundo imenso, de gran belleza. Un mundo que puede incluir elementos pequeños, simples, con melodías que se pueden memorizar fácilmente, y elementos más complejos, con una estructura sonora, armónica muy densa y muy rica, todo con una gran libertad en la escritura”.
Ortega nunca volvería definitivamente a Chile. Tras el retorno de la democracia, optó por quedarse en Francia.
“Al fin de la dictatura, habíamos ya fundado una familia y Sergio tenía ademas una situación estable, creativa, como director del Conservatorio de Pantin y como profesor de composición. Ademas yo tengo un arraigo muy fuerte en mi país por historia familiar, por lo que preferimos quedarnos en Francia”.
La mujer relata que para el compositor el fin abrupto y violento de la UP fue una herida que llevó consigo hasta el final, al igual el asesinato o desaparición de tantos amigos como Victor Jara, Enrique París, Marta Ugarte y más tarde Víctor Díaz, sin olvidar el dolor de la muerte provocada del propio Neruda.
También sufrió por las traiciones de “amigos” que le dieron la espalda una vez llegado el golpe y cuando hubo que entrar en la clandestinidad.
“La UP coincide con un espiritu de trabajo colectivo que era muy fuerte en él. Le gustaba trabajar en taller, que todos aportasen según sus calidades y posibilidades. Es lo que siempre hizo, tanto en su fructífera colaboración con los Quilapayún pre-golpe, como en todas las creaciones y proyectos posteriores, una forma de vivir en colectivo con la energía de la calle y la efervescencia del proceso”.
Además remarca que le dolió mucho que el Presidente Salvador Allende se fuera quedando apoyado casi solamente por los comunistas.
“Para él, la UP tenía que ser un colectivo en torno al doctor Allende. La radicalización de la extrema izquierda y una buena parte del PS dejó al gobierno en muy mala postura, sin contar el financiamiento y apoyo logístico de los Estados Unidos a la sedición y después al golpe”.
Geoffroy-Dechaume cuenta que Ortega llegó al exilio a trabajar en la solidaridad con Chile con “canciones contingentes” con Quilapayún, que también estaba en Francia.
“Bastante rápido hubo problemas con los Quila, ellos en el exilio probaron la fama, y se empezaron a consagrar más a su ‘carrera’ que a la política”, rememora.
Agrega que rápidamente fundó el Taller Recabarren y prosiguió la tarea de aportar en música y canciones su participación a la lucha contra la dictadura, como hizo con canciones que eran grabadas de inmediato y despachadas a Moscú para ser difundidas hacia Chile en el programa “Escucha Chile”.
Ese trabajo duró largos años, y paralelamente trabajó en la RDA con el Estudio H&S musicalizando documentales. Al mismo tiempo, retomó la composición de música “docta” que había dejado de lado con la UP.
“Sergio tenía dos relojes en su brazo. La hora de Francia, y la hora de Chile. Para él, vivir lejos fue doloroso y nunca cesó de estar con su corazón en Chile, pero él iba siempre hacia adelante, no hablaba mucho del pasado sino que de futuros proyectos”.
Lo cierto es que “El pueblo unido” se convirtió en una canción universal y que goza de buena salud, como se vio en el estallido social de 2019 en Chile.
“A Sergio le entretenía mucho escuchar las variadas versiones que aparecían en el mundo entero… en Irán, Marruecos, España, Turquía, África, y en los estilos mas extravagantes y antagónicos como el free jazz o el heavy metal”, comenta.
“Es una canción que surge cuando el pueblo está en la calle, pidiendo una vida mejor, es profundamente popular.
Es ya patrimonio de la humanidad y la acompañará en sus luchas y esperanzas por el mundo entero”.
Su legado, como se ve, sigue vivo. Eso explica que haya distintos conciertos previstos en Francia en los meses que vienen, como en noviembre, el día 18, con un concierto dirigido por Gabriel Ortega, su hijo.
“Su música es muy variada, de una factura muy fina, de cámara, lírica, popular, sinfónica… merece vivir y ser conocida”, concluye.
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