A días del lanzamiento en la Furia del Libro de “Indócil. Poesía reunida (1984-2021)” a cargo de Ediciones Los Libros del Cardo, la escritora y docente revisa diferentes pasajes de sus años de formación, sus inicios en la escritura y de los latentes tópicos de su creación literaria.
Una versión modificada y corregida por la autora. Una mirada a la propia trayectoria poética, a los momentos en los que se situó su creación. Este fue el ejercicio que tuvo que desarrollar la poeta, ensayista, investigadora, crítica cultural y docente Eugenia Brito, para su más reciente volumen: “Indócil. Poesía reunida (1984-2021)”, publicado por Ediciones Los Libros del Cardo. Obra completa que tiene la particularidad de ser la versión definitiva, corregida y en retrospectiva de su poesía, que será lanzada este viernes 8 de diciembre a las 19:00 hrs. en la Furia del Libro.
Referente de la poesía política, urbana y feminista del siglo XX, Eugenia Brito reformuló el género desde un lenguaje experimental, mutable y constantemente en afrenta con la violencia, el poder y la marginación, abriendo los espacios de la metrópolis para ubicar a la mujer como protagonista y cazadora. Violencia que parece permanecer en versos que no pierden vigencia: “‘Perforarán tu rostro, cegarán tus ojos’. Por ellos miro, contesté” (El rostro, 1984).
“‘La ardiente sed de un cuerpo por llegar a ser signo’. Ese es el verso que define mi poética. La búsqueda de un signo, un signo político desde mi cuerpo. Y lo hago desde la poesía”, cuenta a días de la presentación a cargo de la crítica literaria Patricia Espinosa, y de la docente e investigadora Malva Vásquez.
En el campo poético, el primer libro de Eugenia Brito es Vía Pública (Editorial Universitaria, 1984), al que le siguen Filiaciones (Ediciones Van, 1986), Emplazamientos (Cuarto Propio, 1991), Dónde Vas (Cuarto Propio, 1998), Extraña Permanencia (Cuarto Propio, 2004), Oficio de Vivir (Cuarto Propio, 2008), la plaquette A Contrapelo (Editorial Cuadro de Tiza, 2012) y Veinte Pájaros (La Joyita Editorial, 2021). Eso desde a vereda de la poesía. Por el frente, desde su trabajo como crítica cultural, destaca Campos Minados. Literatura Post Golpe en Chile (Cuarto Propio,1990).
Eugenia Brito recibió la Beca Guggenheim en 1989 y la del Departamento de Creación de Artes Visuales de la Universidad de Chile en 1992 por su libro Emplazamientos, siendo galardonada, por este mismo, con el Premio Municipal de Literatura de Santiago.
Escritos en un contexto dictatorial, sus dos primeros libros abordan esa época oscura, cuyas consecuencias persisten en los siguientes textos, en lo que define como “el recorrido incesante y obsesivo con la dictadura. ¿Y que pasó? Nunca nada lo contesta. Quisiera haberme desprendido de eso y no pude”. Hoy, señala, “me aparté definitivamente del rumbo de este país”.
– ¿En qué momento de tu trayectoria te encuentran estas obras completas?
– Tengo mucha más edad de la que tenía cuando empecé a escribir. Vía Publica, mi primer libro, es bastante extenso, y veo que ese texto tiene un componente lúdico con la palabra y con la forma que después no mantuve de la misma manera. Allí todavía no estaba segura de lo que yo iba a hacer, además de que lo vi en largo tiempo, o sea, empecé a escribirlo como siete años antes de la publicación porque no sabía bien si quería publicarlo, porque tenía un enorme respeto por la poesía y la literatura. Por eso estudié bastante literatura antes de meterme a escribir.
Cuando escribí, lo hice desde un asentamiento bastante intenso con la palabra. Además, estaba familiarizada con la poesía francesa, particularmente Baudelaire, Rimbaud y Mallarmé y con el teatro y estética de Artaud, entonces escribí desde un punto que yo quería que fuera más vanguardista, para, desde allí, ver la posición de la mujer dentro de la ciudad asediada por la dictadura. La mujer desolada y solitaria, que es la mujer que escribe, y que es la que tiene que encontrarse con esta ciudad fragmentada, rota, dividida, donde existe una gran corriente de desesperación y de violencia.
-¿Cómo se da esa vocación lúdica en un contexto complejo que es la dictadura?
– Estaba jugando y estaba aprendiendo porque quería ver esos dos puntos sobre todo: el eje de la mujer y su existencia en una ciudad que estaba totalmente agredida y dolorosa. Y eso lo vi en experiencias bien fuertes de algunas compañeras en el Pedagógico, como Malva Hernandez, a quien le mataron a su hijo Rodrigo.
En un momento, el decano nos llamó a todos los profesores del Departamento de Lingüística y nos dijo que no podíamos mirar ninguna manifestación estudiantil porque sino nos iban a echar. O sea, era un mundo con mucha amenaza. Este mundo alegre de cuando yo era joven estudiante cambió a uno desesperado, angustioso.
-Y visto desde este momento, ¿qué pasa en este proceso de revisión de todo tu trabajo poético?
– Hay correcciones, porque la verdad es que yo he cambiado. Antes seguía mucho algunas intuiciones que tenía que ahora me parecen equivocadas. Por ejemplo, con respecto a la religión… no es que yo fuera creyente, pero encontraba que había un lugar conmovedor en esta imagen tan venerada de la vírgen, de Cristo, en un país tan desolado como este. Ahora me irrita un poco.
-En un texto crítico sobre los primeros poemarios tuyos y de Elvira Hernández, la investigadora Marcela Sandoval habla de un contexto de censura dictatorial pero también de autocensura. ¿Cómo se daba el proceso creativo bajo estos dos límites?
– Escribí en un momento en que no se podía hablar de las cosas, que estaba prohibido, que realmente te podían tomar presa, ser torturada o muerta. No, no podía hablar exactamente lo que pasaba, entonces había un lenguaje un poco cifrado y velado.
Yo estaba trabajando también dentro del Departamento de Lingüística de la U. de Chile, y varios de mis compañeros estaban con mucho cuidado porque era dirigido por un militar, que llegaba a la universidad como Pedro por su casa. Además, había muchos sapos y guardias de seguridad, una cosa inédita a cuando yo iba a estudiar.
O sea, uno sabía que no podía decir que estaba en contra del régimen, pero había que ingeniárselas y ser bastante sutil. Esto era una cuestión que te surgía a ti, porque había que sobrevivir, porque para qué ibas a entregar tu vida a los militares y a todos los esbirros del régimen. Por eso yo encuentro en ese momento un lenguaje gongorino. Luis de Góngora tomó la sintaxis en latín para producir un sentido bastante increíble que a mi me pareció fascinante. Creo que lo hizo para elevar la altura del lenguaje español, pero en el caso mío no fue tanto eso, sino que más bien yo lo hice de una manera más ciega para velar el sentido en el libro Filiaciones.
-¿Por qué elegiste el concepto “Indócil” para titular el libro?
– Lo elegí porque fui indócil con la dictadura. También, porque me parece que vivo de una manera bastante especial, particular. No participo de la onda mayoritaria. También, durante el régimen de la dictadura ocupé una posición minoritaria, de escasa visibilización, no solamente por el hecho de ser mujer, sino que también por una manera de sentir y ver la realidad.
–¿Cómo dialoga tu trabajo de poeta con el de crítica literaria y cultural?, ¿cómo te mueves en ambos planos?
– El de crítica literaria yo no lo he hecho tanto. He sido crítica creo que no tan intensamente como lo que he hecho de la poesía, y también la pedagogía, a la que me he dedicado mucho.
En ese tiempo de dictadura hubo una gran cantidad de artistas visuales que llegué a conocer, que hacían cosas bien interesantes, entonces me aboqué a hacer textos analíticos de su obra. Conocí artistas chilenos que estaban experimentando, haciendo un lenguaje de vanguardia, entre ellos a Lotty Rosenfeld, Carlos Leppe, Eugenio Dittborn, Carlos Altamirano y varios más. También a Nelly Richard, que era la gran crítica que se estaba formando en ese tiempo.
Gracias a ellos y a la literatura es que yo empecé a ver todo lo más vanguardista, lo que tengo en Filiaciones. Ahí empiezo a ver, por ejemplo, obras como “La novia desnudada por sus solteros, incluso”, conocida como “El gran vidrio de Duchamp”. Esa es una obra extraordinaria, es una meditación sobre la aceleración y el movimiento, sobre el vértigo y sobre las máquinas. También, está la idea de que la máquina tiene una sexualidad, y no es que sea un hombre o mujer, sino que uno se sexualiza en la máquina, la erótica del movimiento, que tú con ello puedes salir y avanzar del lugar en que estás, o sea, desplazarte y ver muchas otras cosas más.
-Justamente sobre el cuerpo, este fue o sigue siendo un lugar urgente en la poesía, incluyendo la tuya. ¿Cómo describirías la trayectoria que ha tenido este tópico para tu generación, para tu propia poesía y para la actual?
– El cuerpo es varias cosas. Primero, es un cuerpo político en el que se cruzan relaciones de política y biopolítica, como dice Michel Foucault. O sea, en el cuerpo resuena el eje del poder porque aunque no quiera, tiene que obedecer esos mandatos que emanan del Estado, de la máquina represiva y una cantidad de poderes masculinos que las mujeres obedecemos. Por ejemplo, el hecho de cruzar las piernas. De niña me acuerdo que me decían que no mostrara mis calzones, que tenía que cruzar las piernas. Entonces el cuerpo es el objeto de una maquinaria pesada de poder. El cuerpo es muestra también del deseo, el poder y el saber. Uno va aprendiendo cuestiones y el cuerpo también va dando cuenta de ello.
El cuerpo se descarga sobre el dispositivo de género, o sea, uno no nace como mujer, lo femenino se aprende. Ahora ya las mujeres no tienen la misma determinación tan fuerte que había en mi tiempo con el hecho de llegar a ser mujer, aunque yo no le di mucha bola a eso, de verdad.
-Participaste en la lectura de la Universidad de Chile como parte de la conmemoración de los 50 años del golpe. ¿Qué lugar ocupa la poesía en el campo de la memoria?
– Ocupa un lugar importante, pero no menor que la narrativa y el ensayo. Yo creo que hay grandes poetas que han escrito textos imborrables, como Gonzalo Millán; de las mujeres, Carmen Berenguer, que tiene ese ritmo político y vertiginoso, en donde la ciudad está presente. Y es cierto que una con los años va encontrando un estilo, que es difícil llegar a los 70 u 80 años y escribir buena poesía, porque pienso que en realidad el escritor no escribe tanto, pero esa es mi idea: yo creo que uno escribe uno o dos libro en su vida.
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