A partir del 20 de marzo, el Museo Nacional de Bellas Artes recibe la exposición “El oficio de la imagen”, con una serie de retratos de fotógrafos realizados por el artista Luis Poirot desde mediados de los años 60, tanto en Chile como en otros países.
¿Quién fotografía a los fotógrafos? Desde el 20 de marzo, la Sala Chile del Museo Nacional de Bellas Artes aloja una treintena de retratos en blanco y negro de destacados fotógrafos, realizados por el destacado artista Luis Poirot.
Claudio Bertoni, Agustín Centelles, Roberto Edwards, Graciela Iturbide, Alfredo Jaar, André Kertész, Fernanda Larraín, Sergio Larraín, Susan Meiselas, son algunos de los retratos ampliados en sistema análogo que están en la muestra “El oficio de la imagen”.
“Los fotógrafos generalmente no aparecen nunca fotografiados, ellos son los que están detrás de la cámara, pero pocas veces delante de la cámara”, explica el destacado fotógrafo a El Mostrador.
Cada fotografía va acompañada de una breve descripción que da cuenta del instante en que fue hecho el retrato. “Los ojos, las manos recuperan sus imágenes de la Guerra Civil de España, ocultas por más de cuarenta años”, se lee en la pared, al lado del retrato del español Agustín Centelles.
“Fotógrafo, editor y el único mecenas que hemos tenido en Chile”, dice el texto que acompaña a la fotografía de Roberto Edwards.
La muestra, además, coincide con la edición de un libro de editorial LOM que relata la situación de la fotografía en Chile desde los años 70 del pasado siglo, en España al final de la dictadura y las generaciones actuales en nuestro país.
Los retratos son una compilación de fotografías que hizo Poirot durante varios años. “Ellos fueron, en realidad, mis profesores. Incluso personas que han sido alumnos míos lo son, pero que ahora se da vuelta la medalla y me enseñan cosas”, señala respecto a los fotógrafos.
En la exposición, desde el fondo de la sala se escucha la voz de Luis Poirot, donde recuerda una conversación que tuvo con el fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson para elegir una foto de Pablo Neruda, encuentro que fue fundamental para su formación.
El fotógrafo relata que, tras su paso por la carrera de Teatro en la Universidad de Chile, fueron las conversaciones con otros fotógrafos con las que aprendió a fotografiar.
-En el video relata que Cartier-Bresson le enseñó que tenía que encontrar el misterio en la fotografía, al preguntarle cómo encuentra ese misterio.
-Esa es la sorpresa de la fotografía, tú vas buscando que se produzca eso inesperado, piensas muchas posibilidades cuando te vas enfrentando al hecho de estar con una persona. Para hacer un retrato, hablas, creas una intimidad, una complicidad esperando que se produzca de pronto algo inesperado que no sabes qué es lo que es, pero lo reconoces en el momento. Y muchas veces no se produce y no hay nada, no hay un retrato, hay una foto. Una foto más o menos buena, pero nada más. A veces es una expresión en los ojos, otras es una cierta forma de mirar, una complicidad. Es casi imposible describir o definir qué es un retrato.
-Cuando saca la cámara fotográfica, ¿las personas se sienten intimidadas con el aparato?
-Lo último que hago es sacar la cámara fotográfica, es lo último. Lo primero es el encuentro, la conversación, crear la intimidad y, si se genera ese encuentro, ahí casi de casualidad aparece la cámara fotográfica. Pero al comienzo no ha sido ni mucho menos el objeto central de la conversación, es lo último que aparece.
-¿La fotografía es la memoria de algo o de alguien?
-Sí, por supuesto. Por eso los familiares de los detenidos desaparecidos llevan una foto, porque es como un certificado de presencia. Es decir “esta persona existió, vivió de verdad, aquí está”. Lo que da fe de eso es la fotografía. Yo tengo al lado de la cama un retrato de mi abuela que quise mucho, que me crió y, bueno, yo todas las mañanas o todas las noches la miro y hablo con ella y está ahí, presente conmigo.
-¿Qué pasa con la memoria colectiva? ¿Cómo se resguarda esa memoria?
-Hay dos memorias, mi abuela me incumbe a mí, pero para ti no significa nada. Y está la memoria colectiva, la que nos puede unir a ti y a mí, ¿no?, y que forma también la memoria de un país. Nos une también en Chile no solo el vivir en un cierto territorio o espacio físico, sino tener memoria colectiva juntos. Nos juntan ciertas memorias o recuerdos y eso hace un país. Un país que no tiene memoria es un país que no existe, está desmemoriado. No tiene elementos que los una, lo que los une es la memoria.
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